Cuenta Alberto López de Ipiña, cómo en octubre de 2017, mientras se celebraba el congreso internacional de Slow Food en el hotel en el que se hospedaba, en Chengdu (China), había un vino de Lapuebla de Labarca. Sin embargo, por sorprendente que parezca, el encuentro no fue casual porque, como destaca, “el producto alavés que fuera ya es indiscutible es el vino de Rioja Alavesa. Siempre que los sacamos a los grandes eventos está triunfando. Es un vino que con la calidad que tiene, tiene un precio tremendo, muy competitivo”, resalta el presidente de Slow Food Araba.
Con StreetXo y Ramsay
Luis Cañas es una bodega familiar, pero lleva muchísimos años con una vocación internacional, “para que nos conozcan, qué es Villabuena de Álava, qué es Rioja Alavesa, y qué es lo que hacemos”, explica el director gerente de las bodegas Luis Cañas, Iñaki Cámara.
En la actualidad, está en más de 40 países, “no con mucho vino, pero sí con un poquito”, sobre todo en restauración y tiendas especializadas. Sus principales mercados son Reino Unido, donde pueden destacar que están con reserva de familia o reserva y en restaurantes como StreetXo, de Daviz Muñoz, o los del televisivo Gordon Ramsay, condecorado con numerosas estrellas Michelin y conocido también por protagonizar la versión original de Pesadilla en la cocina, entre otros muchos programas.
También tienen otros mercados, como Suiza, a los que les encanta su vino de familia, o Francia, uno de los grandes países amantes del vino, donde también están vendiendo muy bien. Aparte, Luis Cañas también llega a Latinoamérica, donde “tienen un respeto profundo por la cultura del vino”.
En cualquier caso, lo que sí que perciben en el extranjero, es que, vayan donde vayan, siempre tienen un alto conocimiento del vino y, cuando lo beben, se preocupan de algo más que de tomarlo, “estamos viendo que cuando muchos de ellos se van de vacaciones, deciden hacerlo a un destino diferente, como es Rioja Alavesa, porque nos conocen por la calidad nuestro producto y es gente que puede venir de Islandia, de Suecia, Dinamarca, EEUU, incluso Australia, y tienen ganas de conocer cómo se hace el vino, o ver dónde están las viñas, etc.”.
Afirman que la aventura de la exportación “no es fácil”, pero aporta cosas diferentes, como ver exigencias diferentes, “por ejemplo, una de las referencias es Canadá, que exige residuo cero” y son novedades que poco a poco se van a ir imponiendo.
En cuanto a pedidos curiosos que les han realizado, Cámara se acuerda de un hombre que tenía un castillo, en Dinamarca, porque además de encargarles vino, quería tener un pedacito de Rioja Alavesa en la decoración. “Tuvimos que mandarle trozos de cepas que habíamos cortado, las embalamos, y ahora una de las salas que tiene como restaurante, la tiene decorada con estas cepas”, detalla el director gerente de Luis Cañas.
Txakoli y hasta ginebra
La denominación Arabako Txakolina, como explica su gerente, José Antonio Merino, tiene siete bodegas, de las cuales hay dos con una clara vocación exportadora: Astobiza y Artomaña Txakolina. “Son las que más elaboran y las que más necesidad comercial han tenido que hacer, de cara a posicionarse. Estamos cogiendo la posición, como se dice en baloncesto, y eso es lo más importante: estar ahí, que nos conozcan y que se vea que buenos vinos blancos también hay en Euskadi”, resalta.
Y, para muestra, bodega Astobiza, de Okondo, en constante internacionalización, como bien cuenta su gerente Jon Zubeldia, en uno de sus pocos ratos libres que tiene desde que el 15 de marzo emprendió un viaje a la feria Prowein (Alemania) y luego a Canadá, para dar a conocer su txakoli. Como ejemplo, el de hace dos años, en 2017, cuando en la visita de un cliente de Tailandia le sirvieron de aperitivo hígado de pato semicocido, con vendimia tardía cosecha 2015 y le gustó tanto, que al de dos meses volvió, pero con su mujer y su cocinero personal, a probarlo juntos, “visitamos la granja Maison Lafitte, en Montaut, en el corazón de las Landas, y hoy en día importan también productos de pato. Este cliente vino hace cuatro años en la feria Alimentaria directo al stand porque le habían hablado en Canadá del vendimia tardía”, especifica.
Respecto al mercado de Suecia, Zubeldia destaca lo difícil que es de acceder. “En este caso, la anécdota viene por parte de mi cuñado Julen, en un gimnasio en Bilbao, hablando con otro mientras hacían spinning. Mi cuñado habla de la bodega Astobiza y el otro de una prima suya que vive en Suecia. Nos ponen en contacto, comenzamos a colaborar y ya son ocho años de relación en la que todos los años acudimos a sus ferias y ellos traen grupos de cocineros de Suecia a cocinar en bodega”, detalla.
El mercado de Puerto Rico lo consiguieron en una feria de vinos en la que otra bodega, que ya trabajaba con este importador, no había conseguido stand en la feria. “Le dejamos dos minutos nuestro stand para reunirse. A cambio, nos invitaron a cenar y allí estaba el importador. De ahí surgió una buena relación en la que cada año incluyen más referencias, como este año la ginebra”.
El mercado de Colombia “fue una casualidad”, en una degustación de vinos en Barcelona de hace tres años. “Nos invitaron a visitar, no exponíamos. Una vez en el salón, una bodega de Ribera de Duero me pidió que le atendiera el stand unos minutos, y mientras yo estaba sirviendo vinos se acercó un señor a preguntar por txakoli, a ver si había algún stand en ese salón. Y claro, ¡oportunidades así no se pierden! Nos llevó más de un año legalizar la marca, pero ya tenemos allí tres vinos de bodega”, enfatiza.
Australia fue algo similar, en la feria Prowein de hace ya varios años, “estábamos en el stand compartido, y la propietaria de una bodega de Rioja Alavesa, que estaba a mi lado, salió un momento a tomar un café. “Justo apareció una importadora que quería probar sus vinos. Le dije que esperara dos minutos a que volviera, y ella me dijo, Pruebo tus vinos de mientras...”, recuerda el astuto gerente de Astobiza.
Como rememora, al acabar la feria, ella fue a visitar las dos bodegas y desde entonces siguen colaborando y le asesoran en vinos de otras D.O. para su portfolio desde Sydney a Perth, o Melbourne y Hobart.
A Rusia por ejemplo, han ido en febrero a dar una masterclass en Prodexpo Moscú, “y tras la feria, cenando con las tres familias propietarias, me contaron que siempre que van a incluir un nuevo vino en su portfolio, tienen que tener quorum de socios y jefa de compras. En este caso, de uno de los matrimonios de propietarios, el marido pensaba en decir no a Astobiza, pero su mujer en una mariscada, en Kamchatka con Astobiza, lo convenció. Y gracias a ella y al resto de socios seguimos creciendo en Rusia desde Moscú o San Petersburgo a Vladivostok”.
En Japón otra curiosidad. “Teníamos dos importadores en 2015: uno, en Tokio, y otro, en Yokohama, y entre ellos chocaban en el mercado. Tuvimos que decidir seguir colaborando con uno solo y avisé al otro que finalizábamos la relación. La anécdota es por motivos culturales, el importador con el que finalizábamos la relación ya había convocado a periodistas a su casa el domingo siguiente. Y en Japón, si el invitado no se presenta ante el anfitrión, el resto de asistentes considera que el anfitrión le ha faltado al respeto, así que tuve que acudir a su casa un domingo a charlar con los periodistas y clientes. Al día siguiente estaba tan contento de que yo hubiera cumplido con su cultura, que mandó a un empleado suyo a dedicarme un día por Tokio. A día de hoy mantenemos relación y aquel empleado es ahora el presidente de la compañía”, subraya Zubeldia.
Ya está en medio mundoOtra que ya está en medio mundo es la sal de Añana, “estamos en Suecia, Alemania, Bélgica, Francia, República Checa, Gran Bretaña, Holanda, Austria, Lituania, Finlandia, República Dominicana, Suiza, Japón, Australia, EEUU, Italia y Panamá. Ahora estamos con Colombia y Oriente Medio para cerrar las primeras exportaciones”, anuncia la directora de área de Sal de Añana y Export Manager de la fundación Valle Salado, Leire Arana.
Como añade, es una sal que no está contaminada, es artesana, avala un proyecto (de recuperación integral del Valle Salado), y es natural y ecológica, “un producto de la tierra”. Ello ha hecho que la usen cocineros famosos, como Eneko Atxa, Andoni Luis Aduriz, entre otros muchos. “Y fuera tenemos a José Pizarro (Cáceres, 1971) que la utiliza en Londres”, revela Arana. Un chef que decidió apostar por los mejores productos de su país natal, en sus tres restaurantes (José Tapas Bar, Pizarro y José Pizarro) de la ciudad del Támesis.
De Francia a Finlandia
Otra pequeña joya culinaria alavesa que se abre fronteras es la trufa negra alavesa, como destaca Ramón Barrón Sáenz de la Fuente, de la cooperativa Arabako Boilurra. “El pedido más raro que nos han hecho ha sido a Finlandia, por medio de un chico de Llodio, cuando estaba de Erasmus. Nos pidieron de tres a cuatro kilos”, recuerda. Pero lo habitual, como aclara, es que esta delicia vaya a parar a Francia, “porque es el mayor consumidor del mundo”.