Jon Tueros interrumpe la conversación para responder una llamada. “Perdona, es un cliente”, se disculpa con su interlocutor. Para este taxista de Kuartango, como para el resto de taxistas rurales de Álava, sus usuarios son también sus vecinos. “A veces somos el cura del pueblo, con secreto de confesión incluido”, asegura entre risas este antiguo hostelero y transportista. Tueros es el último profesional que se ha unido a la red de taxistas del territorio.

“Soy el más nuevo de los taxistas rurales. Cogí los trastos hace un año. Andaba con buses y camiones, pero el taxista de aquí se jubiló y me animé”, relata a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA. Curiosamente, Tueros es el taxista recién llegado en un municipio pionero, pues Kuartango, según explica, fue el primer ayuntamiento en poner en marcha hace nada menos que 25 años el servicio de taxi subvencionado para sus vecinos.

Gratuito en algunos municipios o sufragado en buena parte en otros ayuntamientos, los vecinos de diferentes localidades alavesas, principalmente las personas mayores, pueden disfrutar de un servicio de taxi a cargo de sus consistorios, compatible allí donde está activo con el servicio de transporte a la demanda de la Diputación, cuya renovación por cierto entrará en vigor el próximo mes de junio con cambios que incluyen entre otros el cambio de nombre, pasando a denominarse transporte comarcal.

“En nuestro caso no es sólo para mayores sino para todos los que estén empadronados en el Ayuntamiento, que les abona un 60% del billete. A los mayores les acerco al centro médico, a charlas o donde lo necesiten”, apunta. En realidad, el trabajo de un taxista rural va mucho más allá de ser sólo un conductor.

“A veces te viene un vecino, te da su tarjeta sanitaria y te pide que la traigas unas gotas de la farmacia, o que le traigas un pedido que ha comprado. Tienes con ellos un trato muy personal”, incide.

amigos y vecinos También muy reciente, un par de años en su caso, fue el salto de Adolfo Martínez de Santos, profesional en Valdegovía, de su vida como ganadero y agricultor a la de taxista rural. “He tenido la suerte de que mis hijos siguen en la actividad ganadera y he podido tener elevo generacional. Opté a la plaza de taxista y me la dieron. Fui el único que se presentó”, apunta.

Como bien señala, “Valdegovía es uno de los municipios más extensos de Álava, con una densidad de población baja y núcleos muy difuminados. Aquí durante un tiempo no hubo taxista y la gente acabó buscándose alternativas, así que ahora me toca mimarles para que confíen en mí”, apunta riendo.

Presidente de la Asociación de Desarrollo Rural de Añana, Martínez de Santos denota en su conversación una gran pasión por la labor que ejerce en Valdegovía. “Al final vives en el valle y eso te permite estar en contacto con todo el mundo, tienen confianza para pedirte no ya que les lleves sino que les traigas tabaco o que vayas a la farmacia”, incide.

En su caso, el convenio con el Ayuntamiento establece que tres días a la semana, tres horas cada día, pone su taxi a disposición de la gente con un precio fijo adecuado a la demanda y necesidades de sus clientes. “En el caso de los jubilados les llevas al ayuntamiento, al médico, de compras... En verano muevo a la juventud para que no cojan el coche, aunque tenga que hacer cuatro viajes a las verbenas les hago un servicio a al carta, con unos precios muy dignos porque sólo les quito el precio de un kalimotxo a cada uno y con eso consigo que los jóvenes no arriesguen sus vidas cogiendo el coche”, subraya.

Aunque admite que “los ingresos del taxi rural no son los mismos que en una ciudad”, en su caso, que no tiene “grandes pretensiones”, busca sobre todo generar unos ingresos que le permitan un sueldo digno. “Para complementar tengo un remolque multiusos homologado para transporte de ganado, o de muebles cuando me lo piden... que no sea por falta de opciones”, resalta.

En Lantarón, Javier Alfonso Vargas, vecino de Leciñana del Camino, recorre buena parte del territorio, y fuera de él, para que los estudiantes puedan ir a clase o los mayores ir al médico. En este caso, el Ayuntamiento aprobó hace un mes la implantación del servicio de taxi subvencionado. “Es una iniciativa estupenda para los vecinos, orientada sobre todo a las personas mayores. En los pueblos los mayores van envejeciendo, los hijos se van y si tienen que bajar al Ayuntamiento a hacer papeleo o ir a algún sitio tienen que andar viniendo los hijos desde Vitoria o Burgos”, explica este taxista rural. “El planteamiento que hicimos con el alcalde era que para estas personas no sea tan complicado vivir en el pueblo”, asevera. “Ponemos un precio simbólico, el ayuntamiento sufraga parte del viaje y otra la ponen los clientes, que tienen una tarjeta, como un bonobús, que les da derecho a x viajes”, relata.

En el caso de Jesús Berganza, alcalde en Ribera Alta y taxista rural convergen en la misma persona, por eso el transporte de taxi subvencionado se limita a un servicio concreto, llevar a los mayores de la zona al centro social los lunes, miércoles y viernes con el viaje pagado por el Ayuntamiento. “Yo lo tengo peor que nadie porque siendo el alcalde no quiero que parezca que me estoy buscando yo el trabajo”, admite. Sobre el futuro de su profesión, Berganza cree necesario apuntar también a su uso por parte de las personas que van a trabajar. “Llegar a trasladar a gente a sus trabajos es importante y habría que apuntar a eso, entre otras cosas porque alguien que vive en un pueblo y no tiene carnet de conducir está condenado a no poder trabajar”, concluye.