Acceder al interior de un vagón del tranvía es una acción que llevan a cabo con total naturalidad ya cada año más de ocho millones de viajeros en Gasteiz. Se trata, sin embargo, de un hábito reciente y del que hoy se conmemoran diez años, desde que empezó a circular la primera unidad del ramal entre Ibaiondo y Angulema.
El 23 de diciembre de 2008 empezó a ponerse la primera piedra en la revolución de la movilidad urbana de Gasteiz, a la que seguirían después la entrada en servicio del tranvía hasta Abetxuko y la radical transformación de los recorridos en las líneas de Tuvisa. Diez años después, el tranvía ha encajado como un guante con la filosofía de los vitorianos para sus desplazamientos, que ven además en el gusano verde un elemento que mejora la calidad de vida e imprime una imagen de ciudad moderna. El futuro se presenta también prometedor con la previsión de poner en marcha, a partir de noviembre del año próximo, la primera ampliación hasta el barrio de Adurza y la zona universitaria. Para un futuro más lejano se trabaja ya en hacer llegar a los convoyes hasta el barrio de Salburua, mientras aún resta más trabajo por delante en su avance hacia Zabalgana.
Basta con acercarse a cualquiera de las paradas repartidas a lo largo del recorrido para empezar a percibir las sensaciones de ese 89% de viajeros que consideran al tranvía el motor de ese ascenso en los parámetros del bienestar. El transitar de viajeros entrando y saliendo de los vagones se reparte a lo largo del día y durante las horas punta que marcan las entradas y salidas de los colegios, la saturación es la nota dominante en el interior de los vagones.
Coincidiendo con la semana previa a soplar las diez primeras velas, DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA se ha acercado a las paradas para pulsar la opinión de los usuarios que han disparado los datos de viajeros hasta rebasar los 70 millones en una década. Con las primeras luces del día el transitar de viajeros es incesante en los apeaderos más alejados del corazón de Gasteiz. Son miles de jóvenes los que se aceran, mochila en ristre, a lugares como Duque de Wellington, Ibaiondo o Abetxuko para confluir en su viaje con rumbo a las aulas de centros como Marianistas, Urkide o Corazonistas. Hay también un elevado número de usuarios que, desde el itinerario del centro, se expanden hacia las diferentes paradas de Lakua para ocupar sus puestos en el Gobierno Vasco, la sede de la Seguridad Social en Álava o resolver gestiones ante ese organismo.
Rebasada ese primer pico de saturación, el ritmo de viajeros se vuelve más pausado y tranquilo. Jesús Martínez se acerca a bordo de su silla de ruedas a la parada de Sancho El Sabio. “Lo utilizo cuatro días a la semana para acudir a rehabilitación”, relata. Sus particulares condiciones de usuario le convierten en una voz autorizada para emitir un veredicto que le hace estar “encantado” con el gusano verde. El hecho de moverse en una silla de ruedas le permite “observar el tranvía desde una perspectiva diferentes a la del resto de viajeros”, apunta. Todo son ventajas las que aprecia Jesús “por la amplitud de espacios dentro de los convoyes, a diferencia de los autobuses urbanos de Tuvisa, donde es habitual que empiecen los problemas porque no funciona la rampa de acceso”, desgrana. Otro de los aspectos positivos que enumera es el hecho de que el acompañante con el que viaja “no tiene que pagar en el tranvía, mientras en los autobuses debe abonar su billete”. Al desplazarse sobre la silla, Jesús goza de preferencia a la hora de ocupar su hueco reservado en los convoyes en un derecho que “la mayoría de los pasajeros y, salvo en ocasiones puntuales, se respeta”. Está también al tanto de las próximas innovaciones encaminadas a ampliar las dimensiones de las paradas para ajustarse al cumplimiento de una sentencia para mejorar la movilidad en los apeaderos.
Unos minutos más tarde la guipuzcoana Lide valida su tarjeta en la canceladora. Su destino es el campus universitario donde cursa sus estudios. Desde el arranque del periodo lectivo recurre al tranvía para acercarse a clase. “Es el primer año que utilizo el tranvía al haberme cambiado de piso y vivir ahora en esta zona cercana a Sancho El Sabio”. Esto le ha supuesto empezar a conocer las virtudes de utilizar este medio de transporte, a diferencia de los cursos pasados donde al vivir cerca del campus acudía andando. “En función de las horas a las que acudo a clase, sí que hay mayor congestión al comienzo de la mañana”, desliza a modo de sugerencia que se debe corregir en el futuro.
Mientras Lide pone rumbo a las aulas, desciende Eloy, en una de las pocas ocasiones que hace uso del metro ligero. “Vivo en Lakua y me muevo y paseo por el barrio. Me monto de manera muy esporádica en el tranvía, pero hay que reconocer que ha sido todo un acierto su implantación”, indica. También Begoña espera a que llegue el siguiente convoy para desplazarse a Lakua. “Ahora lo uso por cuestiones de ocio, después de haberlo estado utilizando durante diez años todos los días para acudir a mi puesto de trabajo en la Lakua”, rememora ahora ya disfrutando de la jubilación. l