vitoria - El obispo de Vitoria prepara el año jubilar que con motivo de los 50 años de la Catedral Nueva el Papa Francisco ha concedido a la diócesis. El próximo 8 de enero Juan Carlos Elizalde cumplirá tres años al frente de la diócesis de Vitoria.

El puente de la Inmaculada viene cargado de celebraciones para la diócesis de Vitoria, en especial, con el inicio de un año jubilar.

-Así es. En la celebración por los 50 años de la consagración de la Catedral de María Inmaculada, que recordemos, nació con vocación de ser la catedral de Euskadi, el papa Francisco, a través de la penitenciaría apostólica, nos ha concedido este año de gracia que, cumpliendo una serie de requisitos, nos da la indulgencia plenaria, que no es otra cosa que el estado de plenitud en la vida cristiana. Esta celebración está abierta a todo el mundo, y especialmente en la diócesis, a todas las parroquias, comunidades, grupos y asociaciones para que se pongan en camino. Se va a privilegiar la eucaristía de los sábados a las 12.30 horas y la posibilidad una hora antes de disponer de confesores para quien lo desee. Además, para los grupos y comunidades que lo soliciten se les acompañará en una visita guiada por la Catedral y por el museo de Arte Sacro que alberga en su girola. Es una ocasión para las gentes de la zona rural de acercarse a Vitoria, ciudad para renovar todos esa comunión diocesana y esa fraternidad. Por otro lado, también están previstas iniciativas de tipo cultural y artístico con conciertos y conferencias y tendremos hasta el toque dulce con la repostería de las hermanas Clarisas que han propuesto un dulce típico del jubileo que se presentará en unas cajas azules, color que ha sido adoptado para el logotipo de este año jubilar. El viernes, saldremos precisamente desde la iglesia de San Antonio en procesión hasta la Catedral para cruzar la puerta santa. Con ese paso y la posterior eucaristía, quedará abierto el año jubilar.

Al día siguiente, festividad de la Inmaculada, las diócesis de Euskadi celebrarán el día del seminario, una jornada vocacional que, en el caso de Vitoria, tras años de sequía, se celebra con esperanza renovada.

-Sin duda. Los siete seminaristas de la redentoris mater y los cinco de nuestro seminario son un relevo en muchos ámbitos diocesanos, y también por ejemplo para la Facultad de Teología, que ve cómo bajan la media de la edad de los alumnos. El testimonio de los seminaristas puede ser muy positivo en nuestras comunidades.

Frutos que han llegado a oídos del Papa.

-Si, cuando pudimos, el vicario general, Carlos García Llata, y yo saludar al santo padre el día de la ceremonia de Pablo VI y Óscar Romero, en un momento de la conversación le comenté los datos del repunte vocacional, y él se volvió con sorpresa, y me dijo: “País Vasco, ¿vocaciones? ¡milagro!” Ésa es la anécdota.

Este año jubilar coincide con la puesta en marcha de un nuevo plan diocesano de evangelización. Concretamente, ¿cuáles son las líneas sobre las que se va a trabajar?

-Lo primero que quisiera decir es que estamos muy ilusionados porque en la elaboración de este plan han participado mucho los laicos. Este año comenzaremos por la línea cuarta: compromiso de fe de una iglesia social y samaritana, que se concreta en una apuesta por la ecología, el compromiso misionero, la difusión del voluntariado y la organización del mismo desde secretariados y delegaciones de la diócesis. Iniciativas de fomento del empleo en sectores como el trabajo de hogar o el trabajo para inmigrantes, iniciativas que permitan el alquiler de vivienda a inmigrantes que tienen grandes dificultades para optar a una vivienda... En definitiva, son una serie de iniciativas de carácter social que se suman a las que ya existen.

Iniciativas y propuestas novedosas y otras que ya fueron planteadas anteriormente. ¿Esto se debe a que fallan los agentes de pastoral o a que hay aspectos en los que no se avanza y hay que insistir en ellos?

-Yo no haría una lectura negativa. Nuestra diócesis está viva, y como la sociedad está en continua construcción. Por ello es lógico que la identidad de la iglesia esté descrita por algunos acentos que son siempre los mismos, y que no son fáciles de encarnar en plenitud. Ahí si que puede darse una permanente insatisfacción porque no alcanzamos ese ideal, pero eso no es malo. Me gusta que se repitan itinerarios que ya se recogían en planes anteriores, porque eso no habla de fracaso, sino de continuidad de ideas claras que se persiguen cada día.

Desde su llegada hace ya casi tres años la pastoral familiar y la pastoral con jóvenes han ocupado un lugar preferente para usted. ¿Satisfecho de lo hecho hasta ahora?

-Sí. La iglesia cada vez más está tratando de definir y potenciar el mundo de los jóvenes y la familia. Son los ámbitos donde creemos que la iglesia ha de fortalecerse, donde hay que cuidar la transmisión de la fe sobremanera. ¡Es que es un bien social! Cualquier pareja, dentro o fuera de la iglesia, seguramente suscribiría gran parte de amoris laeticia, por ejemplo. Y en la media que los jóvenes sean conscientes de su ADN cristiano, se reflejará en sus vidas.

Organizar una diócesis no tiene que ser tarea fácil. Por ejemplo, el traslado de sacerdotes. A veces, los feligreses se preguntan “¿por qué? Si estábamos contentos”.

-En los últimos años de Miguel Asurmendi como obispo no se hicieron muchos movimientos por deferencia precisamente a quien le sucediese. Así, llego yo a una diócesis que inicia un tiempo nuevo. Y ese tiempo nuevo se inicia con la elección de un equipo renovado de vicarios. Un equipo del que tengo que decir que estoy muy satisfecho. Por otra parte, había movimientos en algunas parroquias que ya eran esperados, precisamente porque el relevo se había demorado en el tiempo. Por eso, el primer año fueron muchos los cambios y soy consciente de que supuso un pequeño terremoto. Ciertamente algún caso se ha visto que no había sido acertado y se ha intentado subsanar, pero la mayoría han sido acertados y el tiempo lo va demostrando. En todos los casos los cambios los he ido haciendo en diálogo con los sacerdotes.

Desde hace un tiempo la plataforma Memoria Gara demanda la conversión de la iglesia de San Francisco de Asís de Zaramaga en un centro para la memoria de las víctimas del 3 de marzo y de otras víctimas del franquismo, fundamentalmente. ¿Hay posibilidades de que prospere esta demanda?

-Soy muy sensible a este dato de la memoria de las víctimas del 3 de marzo. Tengo buena relación con la asociación 3 de marzo, y una de mis primeras decisiones como obispo al llegar a Vitoria fue, precisamente, dedicar una parte de la iglesia de San Francisco para un uso compartido para la memoria de esos acontecimientos y hacer un convenio con la asociación 3 de marzo. Así se hizo, lo hemos cuidado y eso es parte de la iglesia de San Francisco. Antes de llegar yo a la diócesis a esta iglesia ya se le había dado otro destino: sede de la fundación belenista Francisco de Asís, con la exposición de belenes y las actividades que le rodean: escuela-taller, visitas guiadas para colegios y otros colectivos. El 3 de marzo siempre estará ligado a la iglesia de San Francisco. Por eso me parece que el uso compartido de esta iglesia, que no está desacralizada, es ejemplar. Lo que no me parece tan ejemplar es que una plataforma diga, a bombo y platillo, que se quiere reunir con el obispo para que el obispado dedique esta iglesia a un uso exclusivo de la memoria. Y pida, a través de la prensa, una reunión que de diálogo no tiene nada porque parece que el resultado ya está servido. No tengo ningún inconveniente en reunirme con ellos, pero que sepan que lo que solicitan ya está atendido en ese mismo templo.

La diócesis de Vitoria está ligada a la archidiócesis de Burgos, pero desde siempre, una gran parte de acciones pastorales se hacen conjuntamente con Bilbao, San Sebastián y Pamplona-Tudela. Una revisión de estas demarcaciones siempre ha estado sobre la mesa en el Vaticano, pero las circunstancias políticas aconsejaban, al parecer, no dar pasos para ello. ¿Estamos ahora más cerca de hacer esos cambios?

-La situación real de nuestra diócesis es que pertenece a la archidiócesis de Burgos, como Bilbao, y tenemos nuestras reuniones periódicas presididas por el arzobispo de Burgos. Pero como zona pastoral, la realidad es que tenemos más cosas en común con San Sebastián y Pamplona, y también tenemos nuestras reuniones. De momento, el obispo de Bilbao y yo somos a los que nos toca hacer doblete en esas reuniones. Pero, efectivamente, en este segundo momento de la transición española se van dando las circunstancias para replantearnos una nueva división, pero no sólo para las diócesis vascas. Por lo tanto, en la medida que haya un nuevo acuerdo constitucional, no habrá dificultad en un futuro, yo creo que próximo, en que la distribución de las diócesis sea distinta, y haya cambios.

Seguimos hablando de esa iglesia que trasciende lo local, lo diocesano. Recientemente hemos conocido el relevo en la secretaría de la Conferencia Episcopal y lo siguiente será la renovación de cargos de este organismo. Algunas voces hablan de división en el episcopado de la iglesia en España y de tendencias críticas con la línea del Papa Francisco. ¿Cómo están las cosas?

-Creo que hay una sintonía plena con el papa Francisco por parte de todos los pastores. Independientemente del perfil del Papa, que yo considero que es una bendición para este tiempo. Por otro lado, dentro de la iglesia siempre ha habido corrientes diferentes, dentro de la comunión hay sensibilidades distintas. Puedo decir que a mí la Conferencia Episcopal no me ha escandalizado, soy nuevo, llevo poco más de dos años y medio y, sí, veo personalizadas esas diferentes corrientes, pero dentro de una comunión, una fraternidad, un cariño mutuo. Pero eso mismo ocurre a pequeña escala en nuestro presbiterio. Creo que hay una comunión plena y sincera con el Papa. No he visto fisuras.

Hay voces que demandan un Concilio Vaticano III. Y, por otro lado, estamos viendo cómo el papa Francisco está promoviendo el instrumento de los sínodos ¿Es quizá ésta una fórmula de concilio por temas?

-No. En la misma tradición de la iglesia existe la costumbre de concilios nacionales, por zonas: Toledo, Cartago? en los que en comunión con Pedro, la iglesia se va reuniendo para dar respuesta a problemas concretos. Y desde el Concilio Vaticano II se han reforzado. Lo que sí ocurre es que, gracias a los medios de comunicación, estos sínodos están teniendo más eco.

Como miembro de la comisión de la CEE que se ocupa del tema de la inmigración y de la trata de personas, ¿hay alguna novedad, algún paso que se esté dando en la iglesia?

-La primera novedad es que la delegación tiene ahora más peso. Los más vulnerables, los más parecidos al rostro de Cristo están ahí, junto a nosotros. La coordinación con las fuerzas de seguridad es cada vez mayor, pero nos cuesta encontrar los cauces fluidos de colaboración. Pero desde la Iglesia Católica en Inglaterra, donde ya han dado pasos, nos van a ayudar.

Por último, una palabra sobre el papa Francisco. ¿Qué destacaría de esta figura de la iglesia?

-Creo que es un hombre de Dios. El hombre que necesita hoy la iglesia universal. Me ha impresionado en esta crisis de los abusos que le ha salpicado y en la que se ha intentado atacarle en la línea de flotación, su actitud, su firmeza, su serenidad, su discernimiento. Para mí es una constante inspiración en mi servicio a la diócesis de Vitoria. Siempre he dicho que me encuentro como pez en el agua en sus planteamientos, en su identidad, en lo que piensa de la Iglesia, y en su continuidad con los pontificados de Benedicto XVI y San Juan Pablo II.