vitoria - Son niños y niñas con mucho carácter y se sienten muy orgullosos de su cultura y de sus familias. Generación tras generación se transmite la esperanza de poder regresar algún día a su país. Miles de saharauis viven en los campos de refugiados de Tinduf en Argelia desde la ocupación por parte de Marruecos hace más de 40 años. Aziza, una niña saharaui de diez años, ha pasado el verano en Vitoria con la familia de Paula, Dani, Clara y Ane. Aunque estos niños no tienen nada en Tinduf, viven en familias muy unidas y son súper queridos y muy felices en los campos de refugiados. Por eso, cuando se acaba el verano, regresan muy contentos a sus casas porque tienen a sus padres y sus hermanos esperándoles.
¿Cómo decidieron convertirse en una familia de acogida?
-Por casualidad. Mi marido Dani iba escuchando la radio en el coche y oyó una noticia sobre la asociación que trae en verano a los niños saharauis. Lo comentamos en casa y decidimos ir a una reunión en Afanis para conocer en qué consistía el programa de acogida. Desde el primer momento recibimos todo tipo de facilidades para la gestión de los trámites y nos animamos.
¿Cómo ha sido esta primera experiencia como familia de acogida?
-Ha sido una experiencia muy enriquecedora, no sólo para los niños que vienen de Tinduf, sino para nosotros y nuestras propias hijas Clara y Ane, de seis y cuatro años, que han conocido que existen otros niños que viven en unas condiciones muy complicadas. Sin duda, repetiremos el año que viene.
¿Cómo ha sido la relación de sus hijas con Aziza?
-Desde el primer momento les explicamos a nuestras hijas que íbamos a recibir en casa a una niña que venía del Sahara para quedarse dos meses con nosotros. Aziza ha sido una hermana para ellas, dormían las tres juntas, jugaban, hemos ido de vacaciones a Cartagena con mi familia, y hemos pasado muchos días en la playa.
¿Qué recuerda de los primeros días de Aziza en Vitoria? ¿Es todo nuevo para ellos? ¿Qué es lo que más les sorprende a estos niños?
-Los primeros días son complicados y un poco duros porque los niños lloran y están un poco tristes al echar de menos a sus familias. Pero después de ese periodo de adaptación del niño a la familia y al revés, la experiencia es maravillosa. Aziza es una niña que viajaba por primera vez fuera de los campamentos y le ha costado un poco adaptarse. Por ejemplo, la primera vez que subió en ascensor estaba un poco asustada. También le costaba entrar en casa porque ellos viven en un entorno completamente abierto en los campamentos y meterse en un piso al principio es muy chocante. Se tienen que adaptar a todo, desde los horarios hasta las comidas. Los primeros días nos entendíamos muy bien por señas, pero como tienen una enorme capacidad de aprendizaje, Aziza enseguida empezó a decir palabras y frases, aprendió muy rápido.
¿Qué tal se adaptó a la comida?
-En el caso de Aziza, los primeros días comía muy poco, pero con el tiempo empezó a probar nuevos sabores y alimentos. Le han encantado la fruta, sobre todo la sandía, el melón y las uvas, los helados y la tortilla de patata.
¿Echan de menos a sus familias?
-Aziza hablaba con regularidad con su familia, con videollamadas, llamadas y mensajes de voz. Pero me di cuenta de que con las videollamadas se ponía muy triste al ver a su madre, a su abuela y a su hermana, y en cambio con los mensajes de voz se alegraba mucho, por lo que decidimos que lo mejor para ella eran solo las llamadas y los mensajes de voz.
¿Hay algún momento con Aziza que le haya sorprendido?
-Un día Aziza me dijo que me parecía a su madre. Para mí supuso una alegría inmensa porque ella entendió que mientras estaba en Vitoria me consideraba su madre. Los primeros días yo no sabía qué hacer para que Aziza estuviera lo mejor posible y no se pusiera tan triste al pensar en su familia. Pero ese día, cuando Aziza me dijo que me veía como una madre, vi que todo nuestro esfuerzo había merecido la pena.