amurrio - Que las tradiciones están por encima de climatologías adversas es algo que quedó patente ayer en el mercado de San Antón de Amurrio. Y es que, pese a la amenaza de lluvia, la tradicional feria volvió a cosechar un más que nutrido ambiente que invadió la céntrica plazoleta de la ermita del patrón de los animales. Como guiño a éstos, la Cofradía de Amigos de San Antón -organizadora de esta fiesta desde 1969, aunque con un relevo generacional que tomó el testigo hace una década- prescindió del lanzamiento de cohetes que venía usándose desde antaño para abrir la jornada.
Otro acto que se salió de los establecido para adaptarse a los nuevos tiempos, fue la tradicional subasta benéfica. Y es que el lote del protagonista de la jornada, el txarri, configuró una rifa paralela, a cargo de los rutas del grupo scout local Aisia. “La verdad es que nos han hecho un gran favor, porque cada vez nos costaba más que alguien pujara por el cerdo. No dejan de ser 150 kilos de carne, y no todo el mundo dispone de un arcón para conservarlo. Además, el objetivo sigue siendo ayudar al prójimo”, explicó Imanol Arberas, portavoz de los Amigos de San Antón.
Éste hacía referencia a que los scout del pueblo invertirán las ganancias de la rifa en viajar a Grecia el próximo verano, con la intención de tomar parte en un campo de trabajo de ayuda a refugiados. “Hemos hecho 3.000 boletos de un euro, y si lo llegamos a saber hacemos más, porque se nos han agotado. Somos 16 chicos y chicas de entre 16 y 18 años, más dos monitores, y si no nos llega para pagar los billetes donaremos todo a la ONG con la que queremos trabajar”, explicaron a DNA, Sabin y Lucía, dos de los jóvenes scout al mando de la rifa.
El número premiado en ésta resultó ser el 203, y la poseedora del boleto optó por quedarse con el valor del txarri; es decir, 350 euros. “Estaba previsto, y por eso ya teníamos apalabrado que una carnicería local se quedara el cerdo”, aclaró Arberas quien, junto a Lander Meaza, por décimo año consecutivo, se dejó la garganta en las pujas de la subasta.
La recaudación final fue de 2.200 euros que -tras sumar los beneficios de la txosna y restar gastos- serán donados de forma íntegra a Gazte Alaiak (el grupo de ocio y tiempo libre de APDEMA en Amurrio) quienes, por otra parte, fueron la mano inocente que extrajo el número premiado en la rifa. El popular evento duró en torno a dos horas y en él se subastaron en torno a 25 lotes de productos caseros y artesanos, por los que se ofrecieron entre 60 y 120 euros. Se trataba de morcillas, quesos, calabazas, panes, pasteles, árboles, botellas de vino, licores o txakoli, así como artesanía. “Por 105 euros me llevo un lote muy variado, en el que hay hasta un precioso encino que a ver donde planto. Llevaba dos años sin pujar y ya tocaba, es por una buena causa”, precisó Jesús Sáenz de Lafuente, uno de los pujadores de la jornada.
90 expositores Mientras tanto, en los aledaños del templo y la calle Landako, Otegi y compañía asaban los cochinillos y corderos que había encargado la gente las semanas previas; y los propietarios de los 90 puestos de talo, pulpo, chorizo, txakoli, verduras, queso, dulces y demás delicias gastronómicas atendían a los cientos de compradores. Éstos también pudieron disfrutar con la presencia de artesanos muy diversos, así como de los consejos en flora y árboles de varios viveros. “Hemos recibido llamadas para reservar puesto hasta de Madrid, Aragón y Palencia, pero hemos tenido que dejar fuera a más de 30 productores por falta de espacio. Y es que Caja Vital nos ha dejado 28 stand menos que otros años y muchos expositores han tenido que colocar los suyos propios y ocupan más”, aclaró Meaza, que tampoco obvió que “se intenta priorizar a los más cercanos, por lógica. Esto no deja de ser una feria de día y en un pueblo, y meterte una tripada de kilómetros no merece la pena, a mi entender”.
Los más novedosos ofrecían desde botas de vino y pieles riojanas, pasando por cestería de Reinosa, trufas de Vitoria-Gasteiz, quesos gigantes de Iparralde o gildas de Mungia, hasta lámparas elaboradas con calabazas. “Las cultivo yo mismo en Amurrio, luego las dejo secar cinco meses y, tras el proceso, te permite tallarlas como la madera. Es un proceso que dura un año, todo a mano, hasta las bases, y haciendo hincapié en una iluminación ambiental. Si te fijas, los dibujos se reflejan en la pared”, señaló su creador, Iñaki García, que lleva ahora un año con su taller en la plaza Boriñaur, “aunque trabajando con este material, más de cinco”, apostilló. La próxima cita con el agro en el Valle de Ayala tendrá lugar el sábado 3 de febrero. Y es que llega a la plaza Aldai de Llodio la no menos tradicional feria de San Blas.