Laguardia - La solidaridad no necesita de grandes movimientos colectivos, sino de compromisos personales. Eso es lo que pensó el riojanoalavés Jonathan Ruiz Hernández, de Elvillar, que junto a otras dos personas, Iván Zapata, de Samaniego, y Uxue Fernández-Andes, de Oion, se embarcaron en la tarea de reunir ropas, mochilas y otros enseres y llevarlos personalmente en un extraordinario periplo y con gran esfuerzo hasta la localidad serbia de Sid.
Relata Jonathan que la idea nació este pasado verano, cuando decidió disfrutar de su tiempo de vacaciones colaborando con una de las ONG que llevan a cabo su acción solidaria en Serbia. Se trata de No name kitchen, un colectivo que dedica sus esfuerzos a apoyar a los refugiados que llegan desde oriente y deben atravesar Serbia y Croacia hacia países como Italia, Francia, España o Alemania. No gestionan ningún campamento, ni pisos, ni estructuras de acogida de ningún tipo. Solo se presentan en los caminos de paso y facilitan ropa de abrigo, calzado, mochilas o alimentos a quienes atraviesan el territorio.
El joven de Elvillar ya había estado hace unos meses, a principios de 2017, en un campo de refugiados en Chios, una isla griega durante 15 días, colaborando con otros jóvenes de Rioja Alavesa a través de la asociación Ekiloreak, de Leza, al igual que Uxue e Iván. Allí estuvieron en una instalación fija atendiendo comidas, repartiendo ropa y atendiendo a los recién llegados en patera que huyen de las guerras. Fue donde tomó conciencia del drama de estas personas y donde decidió seguir desarrollando proyectos personales para ayudarles.
Su decisión le llevó en primer lugar, en junio, a Sid, y allí, hablando con otros voluntarios y con los coordinadores de la ONG prepararon una lista con las necesidades que tenían los refugiados. En primer lugar y como más importante, mochilas, ya que estaban de paso hacia otros países, así como abrigo, mantas, calzado, móviles y, evidentemente, alimentos.
Una vez en Elvillar, Jonathan habló con sus amigos Uxue e Iván, así como con Toño Gainzarain, que también es el alguacil de esa localidad, y se pusieron manos a la obra para recoger los enseres que se necesitaban en No name kitchen. Inicialmente la recogida se centralizó en el domicilio particular de Jonathan, pero “hubo un momento en el que no podía entrar en mi casa porque no había huecos donde pisar” y entonces llegó una nueva muestra de solidaridad. Un vecino de Elvillar les prestó una lonja para que pudieran almacenar los materiales que iban recogiendo y de esa manera pudieron comenzar a gestionar las donaciones que llegaban de Elvillar, Oion, Samaniego, Laguardia e, incluso, desde universidades madrileñas gracias a un grupo de chicas que, a su vez, colabora con Serbia.
La fortuna también quiso que desde Elciego llegara una ayuda no esperada. José Luis Aldazábal, la persona que desde hace décadas hace posible la llegada de los niños de la zona de Chernóbil para disfrutar de unas vacaciones y exámenes médicos en Rioja Alavesa, se ofreció a financiar una furgoneta para el transporte. El problema surgió cuando las aseguradoras no se atrevieron a autorizar el alquiler del vehículo ni a facilitar la tarjeta verde de tránsito internacional para ese viaje, por lo arriesgado que era. Así que la furgoneta se alquiló solo hasta Barcelona para llevar el material y desde allí el viaje se haría en avión, que sufragaba Aldazábal.
Los tres jóvenes prepararon grandes bolsas con el material clasificado según su naturaleza, hasta acumular un peso de 420 kilos, una cantidad enorme que les podría dar problemas para embarcar. Pero no se amilanaron. El pasado jueves cargaron la furgoneta y bien temprano salieron hacia el aeropuerto de El Prat, sabiendo que cada uno de ellos solo podía transportar en el avión 25 kilos.
De nuevo la suerte y la solidaridad se alió con ellos, ya que otros viajeros jóvenes decidieron ayudarles, y de esa manera el peso se repartió y se pudo cargar el valioso cargamento en el avión y llegar con todo a Belgrado.
Allí continuaron los problemas, porque al desembarcar las autoridades serbias tuvieron que retenerles hasta completar un extenso informe del destino de lo que llevaban, el nombre e identificación de la ONG con la que colaboraban, el trayecto que iban a realizar? Finalmente lograron traspasar los controles y en el aeropuerto ya les esperaban miembros de No name kitchen con una furgoneta y con poco espacio para llevar el material procedente de Rioja Alavesa y a los voluntarios, por lo que Jonathan tuvo que alquilar un coche para realizar el resto del trayecto, entre Belgrado y Sid, en la frontera con Croacia.
Al día siguiente, a las ocho de la mañana ya estaban danzado los tres, Jonathan, Uxue e Iván, recolocando el material transportado en las estanterías, según las tallas, los números de calzado... A las once de la mañana colaboraron en el reparto del desayuno a los refugiados. En unas mesas improvisadas en un lateral del camino facilitaban café, té y otros alimentos, según iban llegando los viajeros procedentes, según desvela Jonathan, de unos maizales cercanos que era donde pasaban la noche escondidos antes de tratar de entrar en Croacia.
Estas personas, según el testimonio de Jonathan, proceden de Afganistán, Irán, Irak, Siria y hasta Marruecos. En Serbia se les persigue para expulsarles, pero en Croacia es aún peor, “porque hay mucha represión y les pegan por cualquier razón que se le ocurra a la policía y les devuelven a su país en caliente”. Por eso deben permanecer escondidos y no hay campos de refugiados donde se garantice su traslado a otro país.
Tras los desayunos, los tres jóvenes fueron a Sid, donde gastaron el dinero que habían llevado de donaciones en la compra de productos básicos, como leche, azúcar, galletas y yogures, que entregaron a la ONG y, ya por la noche, colaboraron en el reparto de cenas antes de iniciar el regreso. Primero hasta Belgrado para tomar el avión y después hasta Barcelona donde tenían la furgoneta con la que regresaron a Rioja Alavesa.
El promotor de la iniciativa explica que en Rioja Alavesa “la gente es muy generosa. Cuando hemos pedido lo que necesitábamos nos han ayudado siempre. Otra cosa es que las necesidades son tan grandes, que siempre nos parece que se puede hacer más”. Pero eso queda para futuros proyectos de estos jóvenes.
De momento, Jonathan, Uxue e Iván ya han recibido una gran paga, que desde la página de Facebook de la ONG se haya agradecido su trabajo y el apoyo de Rioja Alavesa. “El invierno está llegando y nuestro almacén de ropa se está vaciando poco a poco ya que cada mes pasan por aquí cientos de personas con muchas necesidades. Desde la No name kitchen queremos dar las gracias a los voluntarios de la Rioja Alavesa por venir a Sid con maletas llenas de donaciones. Gracias a Uxue, Iván, Jonathan y a todos los que han aportado su granito de arena para hacer posible que un gran número de refugiados tengan acceso a estas donaciones”.