El acusado y su mujer contrajeron matrimonio en el año 1969. Según consta en el escrito de acusación de la Fiscalía, desde el inicio de la relación conyugal él ejerció una posición de superioridad y dominancia sobre su esposa, “a la que relegó a una actitud sumisa en la pareja”. Durante toda su convivencia, que actualmente sumaría 48 años, casi medio siglo de vigencia, el hombre le dedicó comentarios y expresiones vejatorias e insultantes “con ánimo de menospreciarle y hacerla sentir inútil”. Le llamaba “zorra”, “puta” y le decía constantemente que no servía para nada o que había hecho mal la comida.
Acompañó sus innumerables frases despectivas con continuas agresiones y, de acuerdo con el relato del fiscal, era habitual que le pegara en el domicilio que ambos compartían en Vitoria, delante de sus tres hijos menores de edad para fortalecer su control sobre ella. Una vez, llegó a romper el palo de la escoba sobre la espalda de su esposa al propinarle un golpe. En otras ocasiones, le pateaba el cuerpo cuando estaban en la cama, le golpeaba en la cabeza con el reloj despertador, o le agarraba del cuello para empujarla contra la pared. En uno de esos episodios de violencia, le amenazó con una navaja. En otro, le causó una herida en la pierna que tardó cinco días en sanar. También limitó su vida social prohibiéndole salir de casa.
Ayer, el acusado contaba 70 años de edad y un importante deterioro psicofísico, así como un trastorno mixto de personalidad. Aún así, la Fiscalía constató que sus facultades cognitivas no estaban anuladas, lo cual le permitió sentarse ayer en el banquillo del Juzgado de lo Penal número 2 de la capital alavesa y escuchar cómo se le acusaba de dos delitos: uno de maltrato habitual y otro de lesiones. El ministerio público reclamó para él una pena de tres años de prisión por el primero de ellos y de 4 meses y 15 días de privación de libertad por el segundo. Además, se le pidió que indemnizara a su víctima con 10.180 euros.