Pablo José PérezKuartango ? Alegría para quienes regresaban a su hogar en Tinduf. Pena (y alguna lágrima), para quienes se quedaban en Kuartango, aunque preparando preparando ya el viaje del año del viene. Han sido dos meses muy intensos de juegos, actividades y viajes en Kuartango, donde una veintena de niños y niñas saharauis se han despedido tras pasar dos meses en el valle. Para algunos de ellos, los que el año viene tendrán 14 años, éste era su último viaje con Arabako Bakelekua. Un viaje que acabó con una fiesta de despedida a la que se sumaron muchos vecinos.Por tercer año consecutivo ?el primero con la organización de la asociación Euskal Trenbideetako Langileak Mugarik Gabe y el Ayuntamiento de Kuartango y los dos siguientes dirigidos y organizados por Arabako Bakelekua? un total de veinte niños de los campamentos argelinos en el Sahara, de Tinduf, han podido disfrutar de dos meses de las denominadas Vacaciones en Paz, nombre de la organización nacional que realiza las gestiones para poder traer a estos pequeños a disfrutar de las vacaciones y de las asistencias médicas y de otro tipo que se les facilita. Itziar Martínez de Santos, secretaria general de Arabako Bakelekua, comenta que, como en años anteriores, han logrado hacer posible que veinte saharauis, diez niñas y diez niños con edades inferiores a 13 años, pudieran disfrutar de estas vacaciones entre el 24 de junio y el pasado día 23. El lugar elegido volvió a ser la Casa del Veterinario de Kuartango, que el Ayuntamiento pone a disposición de esta asociación todos los veranos como lugar de residencia y punto de partida para excursiones. Para hacer posible que su estancia fuera lo más placentera y segura posible, Itziar recuerda que han tenido “unos 30 voluntarios, 27 chicas y 3 chicos, que se han encargado del día a día de los niños, aunque repartiéndose en turnos, para que siempre estuvieran 6-7 personas con ellos”. Jóvenes que se inscriben para realizar las prácticas para el título de monitores de tiempo libre, además de estudiantes de Magisterio. Este año prácticamente todos procedían de Álava. La responsable de Arabako Bakelekua cuenta que los pequeños vienen desde los campamentos de Tinduf, una zona del desierto del Sahara donde habitan unas 180.000 personas.Con el fin de que las familias no tengan incertidumbres sobre cómo se encuentran sus hijos, los pequeños realizan un mínimo de tres llamadas a sus padres durante los dos meses de ausencia. Una nada más llegar a Kuartango, otra al ir a regresar y cómo mínimo hacen otra llamada más durante ese tiempo, aunque no tienen restricciones para llamar más veces si lo necesitan. Durante estos dos meses los pequeños realizan visitas a otras localidades, acuden a la playa y, sobre todo, van a las piscinas de Kuartango o montan en bicicleta, dos de sus pasiones favoritas a las que se añade una más: el karoke. “Les encanta” coinciden varias de las monitoras. “Los días que hace buenos nos venimos a la piscina, porque les gusta mucho, o salen con las bicis y otros días hemos salido a pasear por el monte. También les gusta mucho ponerse a hacer pulseras. Después comen lo que ha preparado el cocinero y por la tarde seguimos con actividades, dependiendo del tiempo que haga”, cuentan casi al unísono las monitoras de la penúltima jornada en Kuartango: Artea, Marta, Nagore, María, Cristina y Olalla. Pero hacer posible cada año este proyecto no es una tarea fácil. Itziar Martínez de Santos explica que el coste total de estas vacaciones en paz supera los 25.000 euros y ese dinero sale de una cantidad enorme de ayudas de gente, instituciones, colectivos y particulares que cree en el proyecto. Osakidetza hace un exhaustivo repaso a la salud de los niños y busca remedios cuando es necesario. Así pasó este año con un niño que tenía un leve soplo en el corazón, otro con una hernia inguinal o varios que han necesitado gafas. También se han volcado en ayudar los pequeños comercios de Kuartango, Izarra, Pobes y Nanclares, en el programa de donación de alimentos. Todos regresan con sus familias con las defensas reforzadas, bien alimentados, con ropa para pasar el invierno, material escolar para el curso y hasta “con un billete de cien euros cosido en la ropa, para sus familias”, comenta la responsable de la asociación. Y todo eso sale del dinero que han logrado reunir durante los meses anteriores, porque ni la Diputación Foral ni el Gobierno Vasco cuentan con líneas de subvenciones para esta actividad. Para Kuartango “esto es un soplo de vida y de energía”, comenta el alcalde, Eduardo Fernández de Pinedo. “Desde el principio, pensamos que para los chavales de aquí era un ejercicio de realidad ver que hay otras formas de vida donde los niños no son tan privilegiados como ellos y que tienen muchas dificultades a lo largo del año”, concluye.
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