El que tuvo, retuvo y guardó para la vejez, dice el refrán. Bien lo saben los más de 80 miembros de blusas y neskas veteranos de Vitoria. Son los que más fiestas llevan a sus espaldas y su cuadrilla ayer se hizo cuarentona. Si bien, en nada se les nota, pues cantan, bailan y brincan sin que les pesen los años. Desde 1977 el 8 de agosto es su día, el que llena de alegría a este colectivo, al que Celedón guía con una jornada dedicada a ellos en el programa de La Blanca desde que, encabezados por Jesús Jiménez y Javier Cameno, el grupo fuera fundado. Desde entonces, agradecidos a su patrona, corresponden con un jolgorio que exprimen desde primera hora de la mañana. Tanto es así que a las 9.00 horas hacen una misa en San Miguel, en la que no falta un brindis que cumplen religiosamente a la salida con moscatel y galletas, más un aurresku ante su hornacina, este año a cargo de Ofelia, mientras que Hortensia Escudero realizó la ofrenda floral. Acto seguido, la colocación del pañuelo a Rosa Mari Usabiaga y José Antonio Zabalza, de 83 años, uno de los pocos que queda de aquel 1977 en el que bailó la danza vasca a modo de reverencia ante la Virgen Blanca.

“Para nosotros la misa es uno de los momentos más emotivos del día”, relata Ángel, de 83 años, integrante de la extinta cuadrilla de blusas azules El Siete, llamada así por el bar de la Kutxi, y quien ayer cumplía 37 años como veterano. Aunque no era su única efeméride. “Uno de los momentos que más se me ha quedado grabado de este día es en el que ofrecí el ramo a la Virgen hace unos ocho o nueve años”, explica este hombre, acompañado de su buen amigo Álex, de 70 años, de la cuadrilla Biznietos de Celedón, de la que forma parte hace 30 años, “casi más de media vida”, como dice. Un tiempo en el que han visto cómo han cambiado las fiestas. “Pero no porque ahora se baile menos, sino porque, sobre todo, ahora hay muchas más neskas que blusas”, destacan.

“hay que cuidarse” Según precisan, “ya no somos tan gamberros, porque hay que cuidarse”, pero sí que tienen “muchas ganas de contagiar la alegría”, como la que irradian siempre en sus recorridos por la ciudad. Por eso, a las 10.00 horas, todos ellos se fueron a la Plaza Nueva, para presenciar las dianas con la fanfarre Kirrinka y luego a los pasacalles por Postas, La Paz y Jesús Guridi, donde en Artepan los veteranos incombustibles repostaron para tomar un txoripan, en el que también se pudo ver al alcalde de Vitoria, Gorka Urtaran, y a la edil de Cultura, Estíbaliz Canto.

Frente a la panadería, el día amenazaba lluvia, pero a las cuñadas Ana Mari, de 85, y María Isabel, de 72, no les importaba porque lo prefieren al calor. Y así lo demostraban cantando: “A la entrada de Vitoria lo primero que se ve es la calle de Castilla...”. Una letra escogida porque “es nuestra canción y somos vecinas de esa calle”, dicen con una sonrisa, agrandada más si cabe tras la entrega del hamaiketako por parte de Daniel, el atento marido de María Isabel, encargado de ofrecer un txoripan, tamaño bocata más que de tapa, que les aportó “energía extra” en su frenético periplo. Para estas neskas, “la misa ha sido preciosa”, aunque lo mejor de esta jornada es “la unión de todos. Estamos todos juntos y nos alegramos mucho de vernos. Nos conocemos todos”.

En cambio, Fernando, de Los Bainas, y su amigo José, de 89 años estupendamente llevados, y ex integrante de la desaparecida cuadrilla Los Feos, echaban en falta a los que ya no están. “Tengo un amigo que este año ha venido en silla de ruedas, pero mientras haya vida hay esperanza, para seguir pasándolo bien”, añadía José. Y de eso ambos tienen experiencia. “Antiguamente eran cuatro días de fiesta y no pasábamos por casa”, dicen con una sonrisa pícara. ¿Cómo resistían? “Con una sopa de ajo que tomábamos en Betoño. Y con txikitos de vinos”, de los que a veces llegaban a perder la cuenta. “Algún que otro día acabé en un banco de La Florida para que no me vieran mis padres”, precisa Fernando. Aunque hubo días que antes de poner un pie en casa ya les habían pillado in fraganti. “Un día mi padre me encontró en la calle y me dijo: vete a casa y cámbiate de blusa”, recuerda José.

Era la época en la que la bajada de Celedón solamente se hacía con puro, “nada de cava”. Todas las cuadrillas iban “dando guerra”, con la bota de vino siempre presente, camino a los toros, “de los que teníamos el abono de 100 y pico pesetas”, aunque en Vitoria rara vez se llenaba la plaza, ya que “nunca ha habido afición”, reconocen.

A las 11.30 horas los blusas y neskas veteranos comenzaron la kalejira desde Jesús Guridi, donde, por cierto, a algunos esperaba el tren Gasteiztxo, engalanado para la ocasión. La ruta a pie siguió hacia Postas, Portal del Rey, San Francisco, Cuchillería y Txikita para bajar por Correría hasta la Fuente de los Patos para hacer un “realmuerzo” de unos 180 bocadillos de jamón, que ellos mismos prepararon, con posterior baile, antes de seguir hasta la Virgen Blanca, con parada en el café Victoria para reanudar la marcha hasta la última parada del recorrido matutino, en el bar La Unión, a eso de las dos de la tarde.

A las 14.30 horas todos los que pagaron la comida se fueron a calmar los gruñidos del estómago al restaurante portugués O Moinho, de la calle Manuel Iradier. Y por la tarde, una kalejira donde “iban de primeros” y en la que se atrevieron a alzar la pierna, mejor incluso que en sus años mozos, dejando ojiplático a más de un espectador.

A las 20.00 horas, más pasacalles hacia la Virgen Blanca y escalinata de San Miguel, donde disfrutaron de unos buenos bailables y cánticos, “hasta que nos echen”. Aunque, eso sí, no sin antes dedicar a su venerada patrona un Agur Jaunak, como despedida hasta el año que viene.