vitoria - La mañana más fresca y agradable del día grande de las fiestas de La Blanca contrasta con el sofocante calor del txupinazo. Una bajada de las temperaturas que a buen seguro agradece alguien como este joven integrante de la cuadrilla Margolariak. Además de blusa, Omar Pozo compagina las fiestas golpeando, con suavidad, a los txikis que se acercan con curiosidad a comprobar por qué ese hombre tiene la cabeza tan grande.

Su personaje, Margolo, estaba hasta este año acompañado de la neska Margola, pero ahora la familia ha crecido con un nuevo miembro, un bebé que ha heredado la genética familiar y luce también una cabeza de tamaño descomunal. Entre los tres, Margolariak saca a la calle desde hace unos años sus propios cabezudos. El objetivo, hacer disfrutar de la fiesta también a los más pequeños.

¿Cuántos años lleva compaginando esto de ser blusa y cabezudo dentro de la cuadrilla?

-Llevo ya tres años. Me gusta porque es una forma más de disfrutar de las fiestas y además tampoco estoy todo el rato haciendo de cabezudo, nos vamos turnando entre cuatro o cinco para no cansarnos mucho, porque al final esto pesa lo suyo. Cada dos o tres horas nos alternamos.

¿Es de los que más zurra o los hay peores en la cuadrilla?

-No, yo no pego mucho (ríe). Hay otros que pegan más. De hecho creo que las neskas son las que más pegan cuando se lo ponen.

Creo que este año han sumado un nuevo miembro a la familia.

-Sí, estas fiestas hemos añadido un cabezudo más, el bebé. Ahora ya tenemos la familia completa con Margolo y Margola, el padre y la madre.

¿Las nuevas generaciones de txikis se siguen asustando cuando se les acerca un cabezudo?

-Algunos sí que tienen un poco de miedo al verte, pero en general los críos se lo pasan muy bien con nosotros. Unos se te acercan más, otros prefieren verte desde lejos...

¿Alguno ha llorado?

-No, llorar todavía no, afortunadamente.

Les hacen la competencia a la comparsa de gigantes y cabezudos...

-No, es algo que en su día nos pareció bonito como novedad en la cuadrilla y quisimos hacerlo por nuestra cuenta. Compramos las cabezas, que además valen lo suyo aunque no lo creas, y ha sido un éxito.

¿Cuánto cuesta la cabeza de Margolo, más o menos?

-Creo que anda por unos cuatrocientos euros más o menos.

Los cuidarán como oro en paño para que lleguen sanos y salvos al final de las fiestas.

-Sí, tenemos cuidado y todos los años llegan bien, por suerte. Esperemos que éste también.

¿Y cómo se lleva las fiestas un blusa a jornada completa y cabezudo a tiempo parcial?

-Bien, porque como te decía no tengo que estar todo el rato haciéndolo yo solo. Tenemos tiempo para otras cosas, porque hay beber, hay que comer y hay que disfrutar también. Cuando pasan un par de horas, o cuando me canso, se lo paso a otro compañero de la cuadrilla y listo.

¿Cómo está siendo el día grande de La Blanca?

-Va todo muy bien, sobre todo porque no hace tanto calor, que es lo peor llevamos. Eso sí, espero que no nos llueva.

¿Es más de vivir la fiesta de día o de noche?

-De día. Si eres blusa eso de salir tanto de día como de noche se lleva muy mal, porque al día siguiente te tienes que levantar, ir a almorzar... Tienes que cumplir como blusa, y si sales por la noche, la lías.

Pero es joven.

¿Cuántos me echas?

(...)

-Tengo 25 años (ríe). Pero bueno, hay que pasarlo bien aguantando hasta el último día, y para eso lo mejor es no liarla por la noche. De todas formas, en Margolariak somos una cuadrilla bastante joven en general, aunque hay de todo, desde gente mayor hasta bebés.