Un conflicto me obligó a huir de mi hogar en busca de seguridad. Esperaba tener la oportunidad de viajar al extranjero a través de Yemen, pero fue en vano. Con el tiempo me acostumbré a mi vida en Yemen, tras casarme y tener la experiencia de estar seguro. Lamentablemente, ahora todo ha cambiado y me preocupa perder a mis cinco hijos. Me gustaría poder regresar a casa”. Ésta es la historia de Umar Saleh Abdo, originario de Somalia. Su experiencia es una de las que recoge la exposición La maleta que más pesa del centro de formación de Cruz Roja de Vitoria.
La muestra se inauguró ayer con motivo del Día Mundial del Refugiado y podrá ser visitada de lunes a jueves de 9.00 a 13.00 horas y de 16.00 a 20.00 horas y el viernes únicamente en horario de mañana.
Cruz Roja Álava persigue un objetivo muy claro con esta exhibición, visibilizar la situación de los más de 65 millones de personas que se han visto obligados a a dejar sus hogares y desplazarse a otros lugares del mundo. Así como, romper con mitos en torno a esta problemática global como que “emigran porque quieren”. Según indica Cruz Roja son 244 millones de personas las que se ven obligadas a vivir fuera de su lugar de nacimiento que si fueran un país constituirían el cuarto con mayor número de habitantes por detrás de China, India y Estados Unidos. Otro de los mitos que se pretende erradicar con esta iniciativa es el de que “viven del cuento y nuestras ayudas” cuando en los últimos 10 años el 60% del crecimiento de la economía española ha sido gracias a la contribución de los inmigrantes.
Por otra parte, el título de la exposición, La maleta que más pesa, contrasta con la realidad que viven sus protagonistas que se ven obligados a abandonar sus países con lo básico. Sin embargo, sus equipajes pesan mucho y esa carga tan difícil de soportar hace referencia a “todo lo que dejan, lo que descubren y lo que viven, que pesa mucho más que una maleta normal”, afirma María Urquijo, técnico responsable del proyecto de refugiados de la Cruz Roja de Álava. Esta muestra forma parte de una iniciativa a nivel nacional, bajo el mismo nombre, que se centra en narrar la historia que hay en cada maleta y recoge los datos sobre grandes movimientos migratorios existentes.
Desde Cruz Roja en Álava, se trata de ayudarles a cargar con el peso y en la medida de lo posible aligerarlo. Para ello, cuando un nuevo refugiado llega se incorpora a un programa que cuenta con dos fases. La primera es la de “acogida”. Durante meses se le asigna un “nuevo hogar”, explica Urquijo, un piso gestionado por Cruz Roja y financiado por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social. Durante esos meses, el recién llegado recibirá la asistencia sanitaria que precise, pondrá en orden los aspectos burocráticos y trámites necesarios y, si no es hispanohablante, será el momento de recibir clases de castellano. En la segunda fase se le asigna una ayuda desde el ministerio para que “sean ellos los que paguen al propietario del piso y adquieran así un mayor nivel de autonomía”, añade la técnico responsable. “El objetivo final es la integración de esta persona, sobre todo capacitarle para que tenga un nivel de autonomía que le permita en un futuro residir aquí y estar integrado”, apunta Urquijo.
En este programa de Cruz Roja Álava, actualmente están participando 75 personas, 52 de ellas en acogida, aunque está previsto que en las próximas semanas se le sumen 20 plazas más, es decir, aumentar casi un 40% de su capacidad. En cuanto a las nacionalidades más recurrentes que han sido atendidas el último año son la venezolana, la ucraniana y la siria. No obstante, para los próximos meses se esperan nuevas llegadas procedentes de Turquía, Italia y Grecia.
Esta organización que se autodefine como “de voluntariado”, no “con voluntariado”, en estos momentos cuenta con 50 personas que ponen cara y alma a este proyecto de refugiados. Todos ellos, tras recibir una formación básica institucional, obtienen otra específica en la materia que les capacita para ayudar a quienes participan en el programa. Esta ayuda puede llegar en forma de “refuerzo de los cursos de formación que reciben”, acompañamientos a la hora de realizar gestiones, actividades de ocio o incluso “ir a tomar un café, porque socializar es muy importante”, afirma la técnico responsables del proyecto de refugiados.