Lo advirtió nada más abordar la cuestión festiva, la llamada a la celebración. Al filo de las ocho de la tarde y desde el escenario del Principal, la periodista Estibaliz Ruiz de Azua, reconocido rostro de Teleberri, se dirigió a quienes se niegan a cambiar los viejos ritos y, sintiéndolo por ellos, animó a los alaveses a “renovar, transformar” las tradiciones “para que no mueran”. “Adaptarse para incluir a todos, también a todas, para mantener la esencia, lo nuestro”, expuso. Desgranó el contenido de una herencia tan arraigada como son las fiestas de San Prudencio y Nuestra Señora de Estibaliz para recordar que “vistas desde fuera, cuando no se han vivido, cuando no se han sentido pueden parecer ilógicas, irracionales e incluso absurdas”. Por ello precisamente, “para no caer en un nuevo absurdo”, abogó por actualizar “las fiestas de todo el territorio de Álava”.
“Pero no se equivoquen. Estas son las mías. Son mis costumbres y las de los míos”, defendió la periodista, designada pregonera de la presente edición por su compromiso con la cultura vasca, su espíritu de superación, su labor social y por su vocación comunitaria como presidenta de la Junta Administrativa de Gebara”. Por todo ello, puso el foco de su pregón en tres aspectos generales: su figura pública, su faceta más personal y su ámbito más íntimo.
Como presentadora de informativos, lamentó que hoy en día “parece que todo el mundo puede convertirse en contador de la realidad y en analista de lo que nos sucede”. Mostró su preocupación por el hecho de que sea “difícil distinguir la verdad de la mentira” y que “engañar, exagerar y tergiversar pueda ser rentable”. Pidió a sus conciudadanos que se alejen de “fantasmas que nunca llegaron a irse, como el racismo o el machismo” y que “renacen de entre las sombras fortalecidos al sentirse legitimados”.
Nunca pensó que los medios de comunicación, la prensa “aquella que se había ganado la credibilidad de sus lectores, sus oyentes o sus espectadores, pudiera caer derrotada ante un entramado de noticias falsas que se propagan sin control por confidenciales, blogs y redes sociales”. “Falsedades -agregó- que nosotros, simples ciudadanos, ayudamos a difundir al no invertir ni un solo segundo en comprobar su veracidad”.
Dentro de su faceta como representante de los concejos, rememoró a Gabriel Aresti para explicar cómo trabajan estas instituciones. “Somos quienes gestionamos los montes, los que hacemos que el agua llegue a las casas, los que arreglamos las calles y caminos. Los que, para lo bueno y para lo malo, gestionamos lo que es de todos. Lo que nos fue confiado. La casa del padre”. Desde este convencimiento, llamó a destrabar las puertas y a tender la mano. “Porque esta sociedad, al igual que los concejos, la formamos entre todos. Los vecinos, los que están empadronados; los moradores, los que tienen casa abierta, y todos aquellos que, de una u otra manera, quieren ser de nuestros pueblos y hacen grandes esos pueblos”.
Nombró también, desde su rincón más íntimo, el cáncer que le tocó padecer. Avisó, no obstante, de que su experiencia personal era precisamente eso, personal, y difícilmente aplicable a los demás. “No soy nadie para enseñar, para adoctrinar sobre cómo cada uno debe vivir la enfermedad, y no lo voy a hacer. Sólo tengo claro que el cáncer algo me enseñó, pero no tengo claro que esas enseñanzas sirvan para otros”. Habló de “miedo”, de la confianza depositada “en quienes de esto saben” y de los que sufren la enfermedad “aunque no la padezcan”. “Hemos naufragado, de eso no hay duda, pero de momento seguimos a flote”, aseguró.