El miércoles se celebra el Día Internacional de la Mujer. ¿Es partidaria de este tipo de efeméride?

-Estoy en contra de hablar únicamente durante ese día de la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer, dejando al margen estas cuestiones el resto del año, pero sí es una pequeña oportunidad para reflexionar sobre los logros que hemos obtenido y del camino que queda por recorrer, porque desgraciadamente algunos de los progresos que hemos alcanzado están actualmente en una situación de peligro, e incluso se ha producido una vuelta atrás en muchos países. Por eso creo que es un día para honrar a las personas que están trabajando por esta causa.

Mañana se celebra en Vitoria un acto centrado en las mujeres refugiadas, que deben afrontar un doble reto: la desigualdad de género y el exilio al que se ven obligadas.

-Para mí sería muy aventurado hablar como su representante, lo mejor sería por supuesto preguntarles a ellas mismas. En ONU Mujeres conocemos la situación de la mujeres y niñas refugiadas que están atravesando nuestra región y quieren entrar en la Unión Europea, con todas las dificultades que tienen por delante, y lo estudiamos sobre todo desde una perspectiva heurística, para que esta experiencia pueda servir para mejorar los mecanismos en el futuro. La realidad es que ahora mismo se está poniendo en evidencia la responsabilidad que los gobiernos de los estados miembros de Naciones Unidas tienen con esta situación. Deberían preguntarse si están cumpliendo las normas internacionales y pueden hacer más.

En 2005, mientras ejercía como directora de la oficina de ONU Mujeres en Palestina, alertaba de que la ocupación del territorio por parte de Israel era “el obstáculo número uno para avanzar en términos de igualdad de género” de las mujeres y niñas palestinas. ¿Ha mejorado algo la situación en estos doce años?

-No podemos separar el contexto político de la vida diaria en Palestina. Recuerdo que cuando hice esas declaraciones se había publicado un informe del Banco Mundial que examinaba los dos obstáculos principales a los que se enfrentaban las mujeres en el territorio ocupado: los problemas para acceder al transporte y la ausencia de servicios de cuidado en el hogar, que les obliga a permanecer en sus casas para cuidar de sus familiares. La Autoridad Palestina no ha invertido en servicios de atención y cuidado y se ha producido una regresión en este sentido, en la que la comunidad internacional tiene su responsabilidad. En cuanto al transporte, en los territorios ocupados tenemos una fragmentación política y física, en la que una persona que tiene que viajar de su aldea a un centro urbano, por ejemplo para encontrar trabajo, tiene que pasar por una serie de controles y una ruta que se vuelve tan complicada que le puede llevar varias horas, y que además no se puede costear. ¿Cómo va a haber una actividad económica en las mujeres palestinas si las estamos limitando a moverse en su entorno más inmediato, que no les capacita ni a nivel social ni político? Todos los factores juegan en su contra. Así que, respondiendo a su pregunta, estamos peor que doce años atrás porque la situación política ha empeorado. Estoy segura de que la situación de las mujeres palestinas se ha deteriorado.

¿Es preferible afrontar la desigualdad de género desde un ámbito global o es mejor luchar por alcanzar logros locales?

-La desigualdad de género y la discriminación contra las mujeres es un problema global, no es algo que únicamente está relacionado con el estado de desarrollo de un país y que varíe entre los más y menos desarrollados. Para nuestra organización es un mandato universal para el que buscamos unos estándares muy altos en todos los lugares, tratando de que se creen entornos en los que las mujeres puedan acceder a recursos, información, servicios y participar en las decisiones que afectan a sus vidas. Eso es el empoderamiento.

El poder político está mayoritariamente en manos de hombres, pero la diferencia es todavía mayor en el poder económico. ¿Llegará el día en que esto cambie?

-Si queremos abordar los problemas de raíz hay que incrementar la representación de las mujeres en los puestos de liderazgo, ya sea el sector privado, la sociedad civil, los gobiernos o en el mundo laboral. Su ausencia en estos ámbitos es un indicador del problema. Hace falta tener un sentimiento de pertenencia, porque las barreras que existen para que las mujeres actúen son estructurales y difíciles de derribar si no es en conjunto.