los avances en la normalización de la transexualidad infantil han sido notables en los años recientes, pero las necesidades de apoyo de las y los menores cuya identidad de género no se corresponde con el sexo asignado al nacer y sus familias permanecen todavía hoy inalterables. La aprobación de la Ley vasca 14/2012 de no discriminación y reconocimiento de los derechos de las personas transexuales supuso un punto de inflexión en la lucha de este colectivo y, a partir de ahí, se han dado pasos significativos en ámbitos como el sanitario y el educativo, mediante la elaboración de distintos protocolos que basan cualquier intervención en el respeto a los pequeños. Sin embargo, en materia social y de política familiar, la acción de las instituciones aún se queda coja y son colectivos como Chrysallis Euskal Herria los que deben asumir todas las labores de atención y visibilización.
La Asociación de Familias de Menores Transexuales, integrada en la actualidad por 39 unidades convivenciales, puso ayer sobre la mesa de las Juntas Generales de Álava esta y otras preocupaciones y recibió el respaldo de todos los grupos políticos frente a injustificables ataques como los que recientemente sufrió su campaña Hay niñas con pene y niños con vulva, una iniciativa que precisamente tuvieron que impulsar estas familias “ante la falta de actuación de las instituciones”. Aunque gracias al poder de las redes sociales Chrysallis ha podido llegar con el tiempo a más y más gente, Agustín Arandia, miembro de este colectivo, tiene claro que “deben ser las instituciones las que visibilicen esta realidad”, lo que a la larga logrará paliar el sufrimiento de los menores y su entorno más cercano. Arandia se mostró “satisfecho” por el resultado de la campaña, que fue visible en las marquesinas de transporte público y otros soportes publicitarios, porque “cada vez se habla más de transexualidad infantil”.
Algunos estudios hablan de que por cada 15.000 personas una sería transexual, pero informes más recientes han situado este registro en una de cada 1.500. Extrapolando el dato, podría haber entre 300 y 400 menores “en situación de transexualidad” en Euskal Herria, según los cálculos de Chrysallis. El colectivo, cuya delegación vasca vio la luz hace sólo dos años, suma entre uno y dos nuevos integrantes todos los meses. Otro dato, en este caso escalofriante, dice que el 41% de las personas adultas transexuales a las que se ha negado su identidad han intentado suicidarse al menos una vez, cuando este porcentaje apenas alcanza el 1% entre la población general. Una razón de peso más para avanzar en la visibilización y la normalización. “La transexualidad no es ninguna enfermedad ni trastorno, sino un hecho más de la diversidad humana. La identidad sexual no está determinada por los genitales”, sintetizó Arandia, que es padre de una niña transexual y habla con pleno conocimiento de causa. “Cuando les dejas ser quienes son, no quienes quieren ser, no tienen ningún problema con sus genitales”, añadió.
Los grupos junteros ofrecieron su colaboración al colectivo de familias y condenaron los ataques tránsfobos sufridos por su campaña de visibilización. Chrysallis, entretanto, tiene entre otros retos lograr que los y las menores transexuales puedan cambiar sus nombres en el DNI por el del “sexo sentido”.
Avances. La aprobación de la Ley vasca 14/2012 supuso un punto de inflexión en la lucha del colectivo transexual y sus familiares, que se ha traducido en importantes avances en los ámbitos sanitario y educativo.
Carencias. La atención social y a las familias, así como la visibilización de la transexualidad infantil, siguen quedándose cojas desde las instituciones, por lo que deben asumirlas las asociaciones.
El ayer portavoz de Chrysallis celebró que a día de hoy el colectivo está “en un escenario mucho más favorable que hace dos años”, pero enfatizó que la Administración debe hacer más.