Vitoria - Benaissa y Mohamed no ingresarán en prisión. Acudieron ayer por la mañana al Palacio de Justicia de Vitoria para ser juzgados por el robo de un piso, el pasado mayo, en la calle Rioja. En los pasillos del edificio, una decena de agentes de la Ertzaintza aguardaba para comparecer como testigos y tres compañeros más del cuerpo estaban preparados para intervenir como peritos. El cúmulo de pruebas, abrumador según confirmaban los propios policías, y el rosario de antecedentes apuntaban a una condena segura. En principio, cuatro años de prisión para cada uno de los acusados, argelinos de origen pero afincados, con arraigo familiar y percepción de ayudas sociales en la CAV. Pero la hoja de ruta saltó por los aires. “Conformidad con la oferta del Ministerio Fiscal”. En cuanto la frase resonó en el descansillo, la indignación hizo mella en los agentes. Un año de prisión y otro de inhabilitación para ejercer el derecho a sufragio pasivo. Eso, y el pago solidario de 1.000 euros a modo de indemnización para la titular de la vivienda en la que dieron el palo.
Dicho en otras palabras, tras el acuerdo con la Fiscalía ninguno de los dos irá a parar a Zaballa y únicamente tendrán que pagar una cantidad de dinero muy inferior a la que les descubrieron los ertzainas encima cuando les detuvieron. “Esto no tiene ningún sentido. Al final, el dineral que sale convocar a una docena de agentes, el trabajo del juez, del fiscal, del traductor, de la secretaria y el uso de la sala, sirve para que estas dos personas queden en libertad y con un delito más en su expediente”, comentaban los agentes en corrillos. Mientras, los condenados abandonaban la sala acompañados de su traductor y con una amplia sonrisa dibujada en sus rostros. “Si es que han pedido hasta un traductor cuando sabemos que hablan y entienden todo perfectamente. Se ríen de nosotros”, lamentaban.
La historia de estos dos viejos conocidos de la Ertzaintza lleva años dando vueltas por las comisarías de Bilbao y Vitoria. Los agentes les siguen los pasos desde hace tiempo y a principios de 2015 se giró un aviso en el que se advertía de que ambos, en compañía de otras dos personas también de origen argelino, planeaban llevar a cabo un atraco en una joyería de Vitoria. La alerta policial advertía de que eran peligrosos, ya que contaban con armas de fuego producto de un robo cometido en la zona de Ayala.
Los hechos por los que ambos comparecieron ayer ante el magistrado se remontan al mes de mayo, cuando Vitoria padecía la mayor oleada de robos en domicilios particulares de su historia reciente. Acompañados de otras tres personas -cuatro entraban en el piso y un quinto se encargaba de dar el agua, o avisar al resto en el caso de que apareciera la Policía-, se prepararon para asaltar una vivienda particular de la calle Rioja. Un testigo del robo alertó telefónicamente a la Ertzaintza y, alrededor de las 12.00 horas, una patrulla de paisano que vigilaba el centro se personó en la dirección indicada.
Quiso la casualidad que en el momento en el que los dos ertzainas se disponían a entrar, los cuatro asaltantes agarrasen, casi al mismo tiempo, el picaporte opuesto para salir del inmueble. El encargado de dar la voz de alarma había volado. Al instante, uno de los agentes desenfundó su arma reglamentaria y les ordenó que se echaran atrás, cosa que hicieron. Sin embargo, una rápida mirada cómplice entre ellos lo cambió todo y, como un sólo hombre, cargaron repentinamente contra los policías y salieron a toda prisa del portal.
Se inició una espectacular persecución a la carrera por el centro de la capital alavesa. El grupo de cuatro atracadores se dividió en dos, de manera que los dos agentes de paisano siguieron a una de las dos parejas por la calle Canciller Ayala. Otra patrulla, uniformada, que viajaba a bordo de un coche patrulla, siguió a los otros dos individuos por la calle Ortiz de Zárate. Tras varios cientos de metros de seguimiento a toda prisa, los primeros ertzainas cazaron a sus respectivos delincuentes. La patrulla motorizada, por su parte, vio cómo su pareja iba desprendiéndose de parte del botín lanzando los objetos a la calle mientras corría. En un momento dado, a la altura de la calle Fueros, los agentes uniformados fueron ganando terreno a los sospechosos y finalmente les capturaron.
Llegado el momento del juicio, sólo dos de los detenidos comparecieron. De los otros, nada se sabe. Paradero desconocido. Los ertzainas se quedaron de piedra cuando escucharon ayer al juez explicar que, tras el acuerdo que se les ofrecía a los encausados, los cargos se rebajaban hasta quedar en tentativa de robo. Delito castigado, a pesar de la reincidencia probada, con un año de pena por la reparación del daño causado al haber ingresado ya 1.000 de los 1.700 euros en los que se ha fijado la indemnización. La posibilidad de que dictara orden de expulsión también se evaporó. “¿Tentativa?”, se preguntaban extrañados. “¡Si les detuvimos con los objetos robados!”, señalaban incrédulos. Uno de ellos recordaba que a uno de los arrestados se le preguntó el motivo por el que llevaba el bombín de una cerradura en el bolsillo en el momento de la detención y que éste respondió que se lo había puesto allí un agente.
Pese a la indignación, la situación no resulta extraña para los agentes. Reconocen sentir impotencia al ver que los delincuentes que tantas horas de trabajo les cuesta atrapar quedan en libertad tras un breve paso por los juzgados. Saben que estos dos individuos cuentan con un largo listado de delitos y que son auténticos especialistas en asaltar viviendas. La experiencia les dice que cuando se sienten presionados en Vitoria prosiguen con sus labores criminales en Bilbao y viceversa. Son conscientes de que juegan con ventaja al conocer al dedillo todos los resquicios que la ley les ofrece para salir airosos de una detención. Y se temen que, dentro de no demasiado tiempo, volverán a saber de ellos.