Lourdes - Monseñor Juan Carlos Elizalde lleva seis meses al frente de la diócesis de Vitoria, un tiempo breve pero muy intenso. En septiembre se inicia el curso pastoral y es un momento para plantear los acentos que el nuevo obispo de Vitoria quiere remarcar en su primer año como pastor de la Iglesia en la capital alavesa. La renovación de los órganos de gobierno de ésta en la ciudad es uno de los retos fijados para este curso. Además, a finales de octubre el prelado viajará a Roma y desea llevar la experiencia del Obispado gasteiztarra en materia de inmigración para compartirla en un encuentro con el Papa Francisco. Pero eso tendrá que esperar unas semanas. Ahora toca desgranar sus retos al frente de la Iglesia alavesa, cuestiones que enumera en esta entrevista, realizada en el marco de su viaje relámpago al santuario mariano de Lourdes para acompañar a enfermos, voluntarios y peregrinos que han viajado hasta la localidad francesa de la mano de la Hospitalidad Diocesana de Nuestra Señora de Lourdes.

¿Cuál podría ser el mensaje que destacaría con motivo de esta peregrinación diocesana?

-La necesidad del milagro. Lo que necesitamos no está realmente en nuestras manos. Nos lo tienen que dar, que regalar. Tiene que estar el Señor de por medio. De lo que más deseo de corazón, no tengo recursos para conseguirlo. Todos necesitamos un milagro personal, diocesano, eclesial? La necesidad que todos tenemos de un milagro es lo que más claro he podido ver en Lourdes.

Desde su ordenación como obispo de Vitoria ha transcurrido prácticamente medio año. Unos meses intensos y cargados de acontecimientos. Le pediría una pincelada que haya quedado en su recuerdo.

-El día de la toma de posesión. El día de la ordenación episcopal, como el de la ordenación sacerdotal, marcan un antes y un después. La vida te desborda y hay un momento en el que el Señor te hace una propuesta. Lo que vivimos en ese día fue la experiencia de una Iglesia que continuamente se renueva. Recuerdo que sentí estar viviendo un pentecostés, como estar en el origen mismo de la Iglesia, como en el cenáculo. Aparte, me gustaría reseñar el encuentro con los sacerdotes y grupos de la diócesis. Al comenzar mi ministerio pastoral en abril prácticamente, el verano se nos vino encima, y aunque ciertamente no he parado, muchos de los encuentros han sido celebrativos. Espero con ilusión reunirme sistemáticamente con los sacerdotes ahora al comienzo de los arciprestazgos.

También ha tenido una presencia importante con los jóvenes de la diócesis.

-Sí, fue con la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de fondo. En las ediciones anteriores en las que he participado siempre me ha tocado en la parte organizativa de contratar los autobuses, planear los recorridos? En esta ocasión he ido a mesa puesta y lo he vivido como unas vacaciones. En todo caso ha sido una experiencia eclesial. Asomarse a la JMJ es ver cómo es la Iglesia en el mundo. Es de alguna manera no tener que inventarte tú el proyecto para los jóvenes sino saber que está ahí y que si quieres puedes participar. En esta ocasión he disfrutado de poder tener tiempo para charlar, acompañar, confesar y celebrar con el Papa.

Imagino que no llegará a ese nivel, pero también le ha tocado debutar en las fiestas de La Blanca...

-La fiesta es siempre como un adelanto del cielo. Tuve una buena entrada porque el alcalde me invitó a la balconada y es un momento para vivir de una forma muy cercana. Y eclesialmente son unas horas con una carga emotiva tremenda, que comienza con las vísperas del día 4 y acaba con la misa pontifical del día 5. En la balconada estuve también en otro momento importante para la ciudad como fue el ascenso del Alavés. Son momentos en los que se pulsa el corazón del pueblo. Y recuerdo de manera especial el comentario del capitán del equipo, que cuando hicieron la ofrenda a la Virgen me dijo: “En este banco rezo con mi novia antes de cada partido”.

Desgraciadamente también le ha tocado vivir la muerte de su predecesor, monseñor Asurmendi.

-No sólo recuerdo la muerte de don Miguel, que ciertamente me impresionó, también la de cinco sacerdotes que nos han dejado en estos meses. Sentí una especie de orfandad al no poder acudir a consultarle cosas como en alguna ocasión hice. Me sentí ya en primera línea, sin parapetos y en esos días pensé que la muerte de don Miguel venía a decirme que acabada una misión en la vida y me confirmaba que ahora mi vida es esto.

Ya en harina, uno de los retos pendientes en el Obispado pasa por la renovación de sus estructuras. ¿Cómo plantea tal circunstancia?

-Tenemos pendiente la renovación de la diócesis, en lo que a mi depende, de los diversos órganos de gobierno diocesano. Está pendiente para ir haciéndolo durante este curso. Por lo tanto lo que he llevado a cabo son gestos pastorales que nos puedan ir ayudando a caminar. Así la misa de los jóvenes, los ejercicios espirituales, las adoraciones y propuestas evangelizadoras son gestos, pero con elementos nada fuera de lo que en otras diócesis del mundo se está haciendo. No he inventado nada que no se esté haciendo ya en la Iglesia, en todas las diócesis.

En esa renovación, ¿también se incluyen las personas al frente de los órganos de la diócesis?

-Como he dicho, la renovación de los órganos de gobierno de la diócesis es un asunto pendiente para este curso, pero sí he realizado algunos nombramientos concretos, pero de necesidad. El de la delegación de educación, por ejemplo. María Teresa lleva muchos años y me expresó su deseo de dejarlo. He nombrado a Txomin Gómez, que estaba al frente de la delegación de pastoral universitaria y lo considero un sacerdote formado espiritual e intelectualmente, y con un recorrido en el mundo de la enseñanza que puede aportar mucho y liderar el cuidado de nuestros profesores de religión. La delegada de pastoral con jóvenes, Nahiara, también ya tenía anunciada su retirada y en su lugar ha entrado Aitor Pastor, que también tiene una trayectoria como delegado de OMP. Su labor en el mundo de la enseñanza lo acredita como un laico muy válido para colaborar en esta delegación. No teníamos a nadie al frente de una delegación de migración y he nombrado a Luis Fernando Corcuera para esa tarea. Esos son los nombramientos confirmados hasta el momento.

¿Cómo se ha encontrado las comunidades religiosas?

-He visitado a todas las comunidades de clausura. Quizá es donde más se espera la visita del obispo y además ya les he encargado que recen por los frutos de la tanda de ejercicios para jóvenes de este fin de semana. Con las religiosas y religiosos de vida activa he ido coincidiendo con algunos en celebraciones, ya que por movilidad les resulta más fácil a ellos.

¿Teme la falta de vocaciones en el Seminario?

-En la diócesis tenemos un seminarista. Recibí la candidatura de algunos jóvenes y tras un discernimiento vocacional hemos aceptado la solicitud de Rafa. Y como sólo está él, le he enviado a Bilbao a comenzar su formación. No obstante hay otros jóvenes que están madurando su vocación y quizá para el próximo curso podamos ver aumentado nuestro plantel de seminaristas y poder así reunirlos a todos aquí para su proceso formativo.

Tras un rápido repaso a lo vivido hasta hoy, mirando al futuro, ¿cuáles son los acentos pastorales para este curso en los que quisiera trabajar el obispo de Vitoria?

-Los próximos días 4, 5 y 6 de octubre tendremos las Jornadas Pastorales, en el Aula San Pablo en la calle Vicente Goikoetxea, junto al obispado, y en ellas están expresados los campos en los que queremos poner el acento en este curso: la familia, los laicos y la caridad. Tendremos como documento base la carta a la Alegría del Amor, del Papa Francisco y evidentemente la familia toma un especial protagonismo. El reto es que el amor lo encarnemos en realidades de familias, matrimonios, parroquias. No obstante el término que quisiera que presidiera este curso es sinodalidad, un camino juntos, un camino común. Ahí están los órganos de gobierno en los que tendré que elegir los colaboradores más cercanos, los sacerdotes que coordinan los arciprestazgos y las zonas y los laicos más comprometidos de Vitoria. Es un tiempo de discernimiento comunitario. Me gustaría que todos entendiéramos el concepto bíblico de elección incluyente, es decir, en el elegido se elige a todos los demás. En el mundo, el concepto de elección es excluyente, se elige a unos y se excluye a otros. Cuando Dios elige a Israel, está eligiendo a todos los pueblos. Cuando Jesús elige a los doce apóstoles, está eligiendo a toda la comunidad. Es un concepto que debería quedar claro en toda la diócesis, para que todos se sientan representados, elegidos de alguna manera también. Por otro lado en la dimensión catequética estamos en un momento de discernimiento para encontrar un relevo a Jesús Mari, el actual delegado, antes de plantear las líneas de trabajo en esta área. Y por último respecto a la dimensión caritativa de la diócesis, Vitoria tiene una tradición brillante. No obstante sí me gustaría transmitir la sensibilidad de la Iglesia, a nivel de Conferencia Episcopal y de Iglesia Universal, en el tema de migraciones y trata de personas. Precisamente a finales de octubre tendremos en Roma un encuentro con el Papa Francisco sobre ese tema y de España iremos una delegación de tres obispos. Yo acudo como representante de la sección de trata de personas. Me gustaría que Vitoria, que es un referente en estos temas de inmigración me ayudara, y ayudara a la Iglesia, en esta misión.