Las festividades en honor de la Virgen Blanca de los últimos 200 años en la ciudad han ido acompañadas de festejos taurinos en el programa, siendo las corridas de toros el entretenimiento principal de vitorianos hasta nuestros días. Posiblemente la tarde noche del pasado domingo, aficionados y público en general contemplaron el último acto, la última corrida de toros en el escenario de Txagorritxu Berri (Iradier Arena dixit), ya que negros nubarrones amenazan el futuro del Arte de Cúchares por nuestros pagos.
Esta decadencia de la plaza con momentos de grandeza en los últimos 30 años, tiene un punto clave de inflexión con la decisión de los blusas de no asistir al coso y abandonar una tradición secular de presencia jaranera, alegre y contagiosa en la vieja plaza denominada en un tiempo Plaza del Norte, por ser llave en la contratación de toreros en las semanas agosteñas, en función de la actuación en el coso gasteiztarra.
Las diversas trayectorias de empresarios de distinto empaque y resultados han marcado el devenir de una feria reducida a dos tardes de toros y una de rejones, en un desesperado intento de mantener vivo el espectáculo. Hay que reconocer el paréntesis exitoso de las ferias montadas por Vitauri, que volvieron a levantar el vuelo del toreo en el territorio. Si a ello se suma, la decidida toma de postura de algunas formaciones políticas contrarias al toreo, nos encontraremos en medio de negros nubarrones taurinos, que con la posible tormenta de la consulta municipal a la ciudadanía sobre sí o no a los toros en el territorio significará el fin de los toros aquí.
El activismo de los contrarios a la fiesta contrasta con la pasividad de los defensores de la misma, y como comentaba Patxi Unanua a la salida del último festejo, “los taurinos no somos activistas” y las “encuestas” predicen malos resultados. El último ciclo taurino cerrado el domingo nos ha dejado momentos de interés, emoción, bronca y triunfo, con orejas en los tres festejos, con Pablo Hermoso de Mendoza, Manuel Manzanares y Lea Vicens como cartel seguro en el arte del rejoneo. Puerta grande para los tres rejoneadores. Tres toreros de postín como Diego Urdiales, Alejandro Talavante y Roca Rey en una tarde entretenida y de triunfo, con Roca Rey acariciando la puerta grande, negada acertadamente por el presidente. Y de colofón a Perera, Adame y Ginés Marín que sustituyó al golfante Cayetano, que volvió a burlarse del personal, cayéndose del cartel.
Los toros de Jandilla valieron, unos más que otros, siendo excepcional el primero; los de Terrón bien los tres últimos y Valdefresno nos obsequió con una galería de mansotes.
La feria entretuvo, ofreció variación pero personal escaso, animoso, aplaudidor, entregado, fiel, insuficiente para sacar en taquillas talegos necesarios para cubrir el negocio, clave de la pervivencia de esta fiesta que es más que una fiesta. Prohibido prohibir. Hasta siempre. Agur.