Despuntó el día un poco nublado, incluso fresco. ¿Pero quién necesita una mañana de sol radiante cuando derrocha vitalidad por todos los poros de su piel? La jornada de ayer pertenecía, por derecho propio, a los blusas y neskas veteranos de Vitoria. Y como cada 8 de agosto, iniciaron su apretado programa de actividades en San Miguel. Misa, ofrenda floral y aurresku de honor en la balconada. Tal y como mandan la tradición y la organización de la Cofradía de la Virgen Blanca. Luego, fotografía de familia en la escalinata, chupito de moscatel con galletas, colocación del pañuelo a Esther Espinosa y a José Ignacio González de Audícana... Y los verdaderos demonios de la fiesta se desataron. “¿Estos? ¡Estos son como los otros pero con más años!”, exclamaba uno de los miembros de la fanfarre Kirrinka que acompañaba a los veteranos. Y ya se dice qué más sabe el diablo por viejo...
Parada de rigor en la Plaza España para las dianas. Mientras, en Postas, justo pasando el arco, un grupo de blusas curtidos en mil lides festivas se afanaba en engalanar a Gasteiztxo, el tren turístico. “¡Que vais tarde!”, les espetaban los que se iban asomando. “Aquí estamos, todavía montando al Pepito y a la Pepita...”, respondían ellos mientras colocaban los dos muñecos ataviados de neska y blusa a modo de mascarón de proa en el vehículo articulado. La banda, de paseo y entonando un medley de clásicos, le avanzaba al centro de la ciudad lo que está a punto de venírsele encima.
Cuando los pepitos se afianzan en su sitio, la comitiva arrancaba a paso grácil. Con bicicleta diminuta al frente y los veteranos que abrían la marcha llevando a cabo su particular competición de alzada de pierna. Los años no hacen mella en ellos, siguen manteniendo la misma vitalidad de siempre y la llegada del 8 de agosto parece insuflarles una dosis extra de adrenalina. “Para nosotros es muy emocionante. Es un día muy especial, es como si no hubiera pasado el tiempo”, explicaba una de las participantes.
Marcha triunfal por la calle Postas, con la ciudadanía al completo dedicándoles la atención que merecen. Nada de monos colgando y nada de gafas de sol de colores. Trajes tradicionales y, como máxima concesión a la extravagancia, un par de detalles quijotescos en la vestimenta, espada de plástico incluida, o una gorra de paje. Todo dentro de los cánones estéticos clásicos.
Parada para echar un baile en la esquina con Fueros, que no todo iba a ser caminar. Y allí que el alcalde de la ciudad, Gorka Urtaran, se une al séquito festivo junto a la concejal de Cultura, Estíbaliz Canto. Los más avezados no dejaban pasar la oportunidad y se arrimaban al primer edil para saludar... Y de paso para comentarle alguna cosilla sobre el estado de la ciudad. El que no corre, vuela.
Justo por delante de la comitiva avanzaba, a paso lento, el camión de FCC que riega las aceras. “¡Me cago en la leche con el riego! ¡Que se me mojan las alpargatas!”, clamaba uno de los blusas preocupado por sus suelas de esparto.
Derroche de entrega a cada paso, con saludos dirigidos a los curiosos que se asomaban a los balcones y sonrisas en cada esquina. Fiesta en estado puro. Y al llegar a la plaza Santa Bárbara, giro a la derecha para alcanzar Jesús Guridi. Un grupo de neskas tomó la delantera y se reunió con varios veteranos que aguardaban, convenientemente sentados en la terraza del Nebraska y con la consumición en la mano, a que llegase el desfile hasta su posición. “¡Vaya huevos que tenéis! ¡Ya habéis tardado!”, comentaban impacientes. Nada que no se solventase con unos bailes en medio de la calzada, aunque con ello se detuviese el tráfico.
Al resto de los mayores que andaban por la terraza vestidos de paisano, puya de parte de la Asun. “¿Qué? ¿Cuándo os vais a apuntar vosotros?”. “El año que viene”, le respondían. “Siempre dicen que el año que viene, pero el año que viene vete a saber tú qué es de nosotros. Yo ya no espero a nada”, concluía ella. Como si estuviera sincronizado, Gasteiztxo, haciendo las veces de coche escoba y trasladando a aquellos veteranos que no tienen tanta capacidad motriz, llegaba a la puerta de Artepan al mismo tiempo que el desfile.
Campamento instantáneo de blusas y neskas veteranos en la calle Kutaisi, frente a la puerta lateral de Artepan. El área de intendencia sacaba de la nada una caja de vino con grifo incluido, la colocaba sobre uno de los bancos y los mayores se organizaron su particular mini botellón en un pis pas. Ordenadamente, sin apreturas ni prisas, todos iban sacando sus dos cupones de los bolsillos. Uno morado y otro rojo. El primero para canjearlo por un bocata de jamón y el segundo por un txoripan. “¿Me haces el favor de leerme a ver cuál es el que tengo que entregar aquí?” “El rojo, señora”. Y allá que iban todos a atacar la bandeja repleta de olorosos bocados recién salidos del horno.
Y en esta primera parada larga, los de infantería volvían a asediar al alcalde, que respondía de buena gana a las interpelaciones e incluso se marcó unos bailables. “Yo le he propuesto que el Ayuntamiento reforme los servicios públicos que se clausuraron en la calle Olaguíbel”, explicaba José Antonio Cristóbal, a la sazón Celedón de Oro en el año 79 por su labor en favor de la comunidad infantil. “Es que a los mayores nos vendría muy bien. Ya me ha dicho que podemos entrar en los bares, que sus servicios son públicos, pero es que hay algunos establecimientos en los que si no consumes no te dejan pasar”, ampliaba. Convino en que, rehabilitación de la infraestructura mediante, podría establecerse, como sucede en otras ciudades europeas, un pequeño pago por hacer uso de estos servicios y que este dinero podría servir para el mantenimiento de la propia instalación. “Pienso que si sabes que va a estar limpio y si te facilitan papel, muchas personas los usarían”, asentía José Antonio.
A medida que los de la fanfarre lanzaban sus andanadas musicales, los veteranos las recibían de buena gana, con los brazos en alto y el baile en los pies. Nada podía con ellos. Ni siquiera el clima que, desfallecido ante tanta energía festiva, liberó a Lorenzo de su encierro de nubes y permitió que abriese, un día más, las calles de la capital alavesa.
Finiquitado el hamaiketako, la kalejira matutina regresó a Jesús Guridi, y continuó por Santa Bárbara, Postas, Los Herrán, Santiago, Portal del Rey, San Francisco, Cuchillería, Txikita, Correría y Fuente de los Patos. Aprovechando la ubicación, Asun contó un chiste. “Se encuentran dos amigas en la Virgen Blanca y una dice: he estado fatal, con un pie aquí y el otro en Santa Isabel. Entonces, el coño en la Fuente de los Patos, ¿no?, le responde la amiga”.
Realmuerzo, baile y vuelta a empezar. Siervas de Jesús, Diputación, Virgen Blanca y un alto en el Victoria. Después de echar el café, a cruzar la plaza y la última parada de la mañana en La Unión. De allí, quien hubiese abonado el cupón de la comida, a O Moinho, en Manuel Iradier. Hay alguno que se descolgó por la plaza de La Provincia para contemplar a los participantes en el XXI Concurso de baile veterano y, así, rememorar antiguos bailables.
Y por la tarde, como no podía ser de otra manera, todos al paseíllo. A darlo todo hasta el final en uno de los días más entrañables de toda La Blanca. ¡Vivan los veteranos! - DNA / Fotos: DNA