vitoria - Todo empezó por una ocurrencia un día de fiestas de finales del siglo XIX. Un grupo de jóvenes trabajadores provistos con botas de vino decidió acompañar a la cuadrilla taurina de camino a la plaza. Había ganas de jarana. La animación siguió en el coso y se estiró en las calles tras la faena. Nunca antes había sucedido algo así. Y, sin embargo, el gesto espontáneo de aquella calurosa tarde se convirtió en costumbre. Lo hizo casi tan rápidamente como la aparición, gracias a unos clarividentes comerciantes, de la blusa. Uniformes que sembraron el nacimiento de las cuadrillas, icónicas desde entonces por su contribución a la fiesta, por transformarse en el motor de La Blanca. Ése que empieza a calentarse el 25 de julio para estallar, como lo volvió a hacer ayer, el 5 de agosto. “Es el día de nuestra patrona, el más bonito, el que vivimos con más intensidad, el sumun”, proclamó Aitor Nanclares, de Martinikos, tras la ofrenda floral a la Virgen, en una balconada mecida a ratos por los considerados txistus de los aurreskus, sacudida a otras por el estruendo jocoso de las charangas.
“Esa frase manida de llevo un año esperándolo es, en mi caso, totalmente cierto”, aseguró el martiniko, uno de esos vitorianos que nació con la blusa enredada en el cordón umbilical. “En el cochecito, yo ya estaba con la camisa puesta. Y cuando aprendí a andar, directo a la cuadrilla. Tengo 47 años, así que son ya unos cuantos viviendo de esta manera las fiestas. Y no lo cambiaría por nada del mundo”, apuntilló. Él tiene muy claro que ser blusa “es un orgullo grande, grande, grande” y procura hacer uso de ese sentimiento con una implicación brutal, participando activamente para que el centro de Vitoria sea una celebración continua. “Así que hay que cuidarse, comer bien, beber el alcohol justo y necesario... Y, lo más importante, disfrutar, disfrutar, disfrutar”, sentenció.
Es lo que se espera de blusas y neskas. Que revolucionen la ciudad. Un cometido que, en el caso de Bihurriak, cuadrilla que se ha estrenado este año, conlleva una gran responsabilidad. La han formado gente venida de otras cuadrillas, pero también personas que nunca se calzaron las abarcas, jóvenes en sillas de ruedas y con otras discapacidades. Lo suyo es la inclusividad, integrar a todo el mundo que quiera saltar la barrera de las limitaciones que la sociedad suele imponer para vivir las fiestas desde dentro. Y quiere romperla moviéndose mucho, con un sinfín de actividades. “Es una nueva andadura, es ambiciosa y estamos muy ilusionados”, reconoció Iker Resa, uno de sus integrantes, tras subir la escalera junto a su pequeña de tres meses y lanzar un mensaje de ánimo al grupo. “Ha sido la primera vez que ponía flores a la Virgen Blanca. Y ha sido un momento especialmente único. La cuadrilla me había pedido que hiciera la ofrenda porque fui papá hace poquito y el nacimiento de la pequeña ha coincidido con el nacimiento de la cuadrilla. Era una especie de metáfora. Un guiño emotivo”, explicó.
No pudo ocultar su emoción, mientras fotógrafos y compañeros capturaban el momento en la memoria de las cámaras, y después todos juntos posaban para su primera foto de familia en la balconada. “El 5 siempre es un día muy bonito y esta vez más. Hemos hecho dianas a las nueve de la mañana, hemos almorzado... Y tenemos muchas ganas de juntarnos para el paseíllo y para todos los actos que hemos ido preparando a lo largo del año. Los veteranos vamos suave, suave, que ya sabemos cómo es esto, hay que cuidarse, pero la gente más joven va a dar mucha guerra, ya lo veréis”, afirmó, mientras la escalinata se vaciaba para dar paso a la siempre batalladora cuadrilla Txirrita, llena de neskas reivindicativas como Garazi Olano, tan capaz de defender el papel de los blusas en las fiestas como de reconocer sus debilidades. Y si hay algo que, a su juicio, está muy lejos de desaparecer son las conductas sexistas.
“Yo soy muy crítica en ese aspecto. Queda aún mucho por hacer”, advirtió. “Y aunque tras lo del año pasado se han tomado cartas en el asunto”, continuó, en referencia al caso de agresión verbal que acabó sin la expulsión de los blusas de Jatorrak que lo cometieron, “no creo que hayan sido suficientes”. El protocolo elaborado por el Ayuntamiento con la colaboración de la Comisión de Blusas y Neskas y del movimiento feminista para saber cómo responder ante actitudes fuera de lugar se le queda corto. “Lo que debería hacerse es tomar medidas para que no se produzcan y, por tanto, no tener que responder. Insisto, todavía mucho que hacer... ¡Si todavía hay cuadrillas donde no está permitida la entrada de mujeres!”, apuntilló.
Una de ésas, hasta este año, era Batasuna. Al fin, las chicas son oficialmente integrantes de la cuadrilla y no sólo acompañantes oficiosas de sus amigos. Entre ellas, Nagore. “Nos gustaba el ambiente y por eso íbamos con ellos. Y al fin hemos entrado. Estamos muy contentas”, afirmó, ante la previsión de un gran día donde “iremos a donde nos lleven, salvo a la plaza”. “Decimos no a los toros, aunque nos hayan acusado de maltrato animal por pasear un buey y un burro. ¡Que quede claro que no los maltratamos”, subrayó, para seguir a brincos la charanga. - DNA / Foto: José Ramón Gómez