vitoria - Día grande para Vitoria, enorme para los blusas y las neskas. Tras el aperitivo del 25 de julio, las cuadrillas tenían ganas de tomar las calles al asalto y aprovecharon el primer paseíllo de agosto para tomar el pulso al centro de la ciudad. El primero de los cinco recorridos que completarán a lo largo de estos días tuvo sabor a toma de contacto. Una especie de aviso de lo que está por llegar y que amenaza con empapar la capital alavesa en alegría.

Con puntualidad británica, a las 17.00 horas la comitiva se puso en marcha. Ni una mesa libre en las terrazas y mucho público previsor reservando sitio en los márgenes de Dato. Buen ambiente, pero sin excesivas apreturas. Abrió el fuego Batasuna, con su pancarta conmemorativa de los recientes éxitos deportivos alaveses y su espectacular pareja de bueyes, permiso municipal mediante. Sones de pasodoble en los compases iniciales y de dulzainas cuando finalmente dieron comienzo a la caminata. Caras de satisfacción y miradas parapetadas tras numerosas gafas de sol que dejaban entrever un cierto perjuicio heredado de la noche anterior. Sin darlo todo pero marcando el terreno, que todavía queda mucha fiesta por delante.

Los adminículos que ya se han convertido en el must de la presente edición de La Blanca son, sin duda, las pistolas de burbujas -que han desbancado a sus homólogas de agua- y los monos de peluche -en todas sus variedades cromáticas- que se lucen abrazados al cuerpo. Resultaba enternecedor ver a los blusas lanzando pompas y a un niño entre el público celebrando el espectáculo con canciones navideñas. En La Blanca todo vale, está claro. Algunas cuadrillas rompieron una lanza en favor de la originalidad y se presentaron con guantes de boxeo hinchables en homenaje a Rocky. Otros pasearon orgullosos sus globos de Peppa Pig, los Minions y Dora la Exploradora, personaje elevado ya a la categoría de clásico instantáneo durante las fiestas.

Se obró el milagro y la estatua viviente que decoraba la esquina con Fueros cobró movilidad al son de las charangas. Y de qué manera. Se colocó pegatinas, aplaudió y lo bailó todo. Nada se resistía al poder sobrenatural de la música.

Los Bainas, que marchaban en segundo lugar, arrancaron con la txaranga a ritmo acelerado, como si quisieran imprimir mayor viveza a todo el paseíllo. Pero los de Basatiak, que entraron sextos, se vinieron muy arriba desde el primer momento. Hicieron gala de su victoria en la primera carrera de barricas de la ciudad y sacaron a pasear el tonel rodante que certificaba el logro. Con un blusa montado sobre el mismo a horcajadas, por supuesto. Fueron, posiblemente, los que mayor entrega derrocharon en la primera parte del recorrido, arengando al personal con su particular grito de guerra. Desde los costados, el público recorría con la mirada el desfile buscando a los amigos para saludarlos desde la lejanía. La estatua, ya completamente ajena a su supuesta inmovilidad, inmortalizaba cada momento con su móvil.

En lo tocante al capítulo musical, variedad absoluta. Por supuesto, sonaron todos los éxitos tradicionales, pero se agradecieron enormemente las nuevas incorporaciones al repertorio. Este año vuelve a pegar fuerte el himno de Eurovisión, porque permite girar las muñecas acompañando la tonada y eso siempre da mucho juego. También fue bien recibida la sintonía de entrada del programa de televisión Bricomanía, bastante más pegadiza de lo que uno pudiera pensar a primera vista. Pero el temazo de la tarde lo interpretó, sin duda, la txaranga que acompañaba a los Biznietos. Se destapó con un cover a medio tiempo de Flashdance que fue ganando gradualmente en intensidad hasta conquistar a toda la audiencia. Lo más coreado y celebrado de la jornada.

Y mientras avanzaba la tarde, siguieron desfilando las veinticinco cuadrillas, que es de lo que se trataba. De hacerse con el control de la ciudad de la forma más estruendosa posible. Hoy, volverán a repetir la gesta. Como siempre, a las cinco. - DNA / Fotos: José Ramón Gómez/Jorge Muñoz/DNA