San Prudencio es de buen yantar. Por ello, su llegada constituye un hito en el calendario gastronómico del territorio histórico que apadrina. No en vano, bajo su tutela se suceden los ágapes, espontáneos u organizados, tanto en las campas de Armentia como en un sinfín de rincones de la provincia. Una simple búsqueda de esos lugares desvela que municipios como Oion son capaces de defender una caracolada con raciones para el 25% de su población. Todo un éxito que empieza a asentarse entre las tradiciones que conlleva el conocido como santo meón.

Hasta hace no demasiados años, las fiestas en honor a San Prudencio se circunscribían casi exclusivamente a Gasteiz. Sin embargo, el poder del patrón está logrando poco a poco que sus enseñas, como la retreta, las tamborradas y las delicias gastronómicas típicas, se extiendan y se asienten en otras comarcas y municipios. Por ejemplo, en Oion, la caracolada empezó repartiendo 40 raciones. Ayer, éstas se multiplicaron hasta alcanzar las 1.000. Con ellas, la villa de Rioja Alavesa concluyó sus festejos en honor al santo sin que la mala fama de lluvias de la jornada aguase los caracoles que un año más fueron los protagonistas del día, junto a las dantzas y la música.

Desde primeras horas de la mañana muchas personas ya se habían apostado alrededor de las vallas que protegían el trabajo de los cocineros para entretenerse viendo los tejemanejes en la preparación de la enorme fogata que se tuvo que hacer para poder guisar de una forma natural los moluscos. Y de paso, los mirones cogían la vez en la fila que, a las dos de la tarde, atravesaba las dos plazas donde se concentraba la fiesta.

Uno de los cocineros, Antonio Torres, Tomaso, es uno de los responsables e instigadores de la caracolada oionesa. Mientras daba vueltas a la salsa en la enorme olla capaz de preparar 400 kilos de moluscos y salsa, relataba que ésta fue una iniciativa de Herri Batasuna “de aquellos tiempos, hace 36 años, aunque parece que no es políticamente correcto decirlo ahora”. La cuadrilla, compuesta por alrededor de 40 personas, se dedicó aquel año a buscar caracoles porque mientras que en otras zonas de Álava se celebraba San Prudencio, en Oion no. Era fiesta en Álava, pero la gente aprovechaba para bajar a Logroño al cine o de compras. “Nosotros pensábamos que aquí se podía potenciar la fiesta de Álava y así surgió”.

Aquel primer día prepararon los caracoles que habían recogidos y salieron unas 40 raciones. Después se hizo algún espectáculo de deporte. A los actos se sumó el Ayuntamiento, que buscó una txaranga para amenizar aquello, “porque veían que se les desbordaba”. Todo salió muy bien, así que “al año siguiente logramos llegar a un acuerdo para que el Consistorio pagara los ingredientes y nosotros nos comprometíamos a elaborarlos. Y así aquel segundo año se usaron 40 kilos, que fuimos aumentando con el paso del tiempo, hasta los 120 actuales, aunque cuando ha coincidido con domingo hemos llegado a usar 150 kilos”.

Relatan que para preparar esa cantidad de caracoles necesitan, además, 140 kilos de tomate, 32 de jamón, 32 de panceta, 32 de choricillo, más unos 20 kilos de cebollas, cinco de ajos y otros 10 kilos de pimientos, con lo que al final salen entre 800 y 1.000 raciones, que desaparecieron en un momento a partir de las dos y media de la tarde, que fue el momento en el que se repartió.

Testigo de muchas caracoladas, y apostado con su cámara en un banco mientras charlaba con un amigo, el cronista de Oion Manuel González explicaba cuándo y cómo se preparan estos moluscos. En su opinión, “para hacer los caracoles lo primero es cogerlos y ésta es la mejor época del año y hasta hay un refrán que dice que caracol de abril para mi, los de mayo, para mi amo y los de junio para ninguno”. Según su versada teoría, tal circunstancia es así porque en este mes despiertan del letargo invernal y como no han comido están limpios, sin el verde del campo.

Cómo encarar los fogones Ya en la cocina, hay que lavar la materia prima tres o cuatro veces con agua limpia. Después se les pone en una cazuela y se les echa sal y se lavan un par de veces. A continuación, con agua, se les pone a cocer muy despacio “para que saquen el chicharro” y cuando esté bien fuera entonces se sube el fuego al máximo. Entonces se sacan de la cazuela, se les puede dar un lavado con agua templada y se les pone a cocer como una hora. Cuando estén, se les saca y aparta y se prepara el acompañamiento con la cebolla, pimiento rojo y verde, chorizo, tomate? “Para que entre bien la salsa y sepan a gloria bendita”.

Pero la fiesta había comenzado antes, a las once y media de la mañana, cuando la txaranga realizó el tradicional recorrido urbano avisando con música de las celebraciones de la jornada. A esa hora, también, abría sus puertas el parque infantil con hinchables en la calle Fueros, que permaneció abierto hasta la una y luego ofreció una sesión de tarde. Asimismo, desde el cine, hubo otro pasacalles que culminó en la plaza, lugar en el que la asociación Irule ofreció una muestra de dantzas y música alavesas antes de que los últimos rezagados se incorporaran a la fila de los caracoles.

Ya por la tarde, hubo una exhibición de trial-bike, a cargo de Marraskilo Negartiak Kluba y a las siete una disco móvil en la Euskaldun berrien kioskoa. En la Casa de Cultura, tuvo lugar una representación teatral, Matrona uni viro. Tras una degustación de champiñones y un toro de fuego en la plaza Mayor los aires de fiesta se acabaron hasta que llegue San Juan, en junio.