Ha pasado ya un mes desde su expulsión de Ciudadanos. ¿Cómo se encuentra?
-Bastante desilusionado. Entras en un proyecto con ganas de hacer política, de solucionar los problemas de la gente, y al final la sensación que me llevo es que en Ciudadanos hay una guerra interna de intereses particulares por querer ocupar determinados asientos, mientras se está yendo gente muy buena con ideas y que querían hacer cosas por el partido. He estado bastante agobiado, desde hacía meses todo se iba volviendo cada vez más estresante, más agobiante.
Esta Semana Santa publicaba algunos mensajes en las redes sociales comparando su expulsión de Ciudadanos con el martirio y crucifixión de Jesucristo.
-Es que no es para menos. Ha sido como una penitencia, toda la angustia y el sufrimiento al ver que intentas hacer cosas pero no te dejan.
¿Por qué le han expulsado de Ciudadanos?
-Según ellos porque no he cumplido los estatutos del partido. Unos estatutos con unos puntos disciplinarios genéricos y vagos. Es la herramienta que tienen en Ciudadanos para quitar de en medio a personas que ellos creen que pueden molestar. En mi caso siendo juntero tenía una posición política, una relevancia, salía más o menos en los medios y empecé a ser conocido. Había gente de mi partido a la que eso no le gustaba.
¿Qué le hace pensar eso?
-Antes de la campaña electoral para las Generales me llegó un escrito firmado de mi partido en el que se me instaba a no participar en ningún acto ni realizar ninguna actividad política. Ni acudir a tertulias, ni dar entrevistas, ni ir a los Plenos ni asistir a las comisiones de las Juntas Generales. Directamente me pedían que me escondiese, cuando en mi opinión la mejor forma de hacer campaña es que tu candidato al Congreso o al Senado sea arropado por un cargo electo de la zona.
¿Las relaciones en Ciudadanos Álava eran ya malas por entonces?
-Habíamos tenido problemas internos. Se habían celebrado unas elecciones a la junta directiva de Ciudadanos en Álava y la campaña había sido dura. La gente estaba un poco dividida. Salimos elegido un grupo de cinco personas votado por los afiliados. Estaba yo, estaba también Manuel Villarroya como coordinador, ahora expulsado, y de los otros tres que fuimos elegidos sólo Raquel Aradilla pertenece ahora a la nueva gestora de Álava. Sin embargo, a la junta que salió elegida y de la que yo formaba parte no nos dejaron hacer nada. Ni siquiera nos dieron ni las claves de acceso a los ordenadores. Queríamos sacar una carpa a la calle, repartir globos... nos lo negaron todo. Suspendieron la junta que había sido elegida democráticamente por los afiliados.
¿Cuántos afiliados tiene Ciudadanos en Álava?
-Llegamos a ser alrededor de cuarenta personas, pero ahora el número ha bajado.
¿Hubo más problemas internos en el partido antes de su expulsión?
-Sí. Un día me llaman de un hotel de Vitoria para decirme que ningún representante de Ciudadanos les coge el teléfono. Habían reservado una sala del hotel para celebrar un acto de campaña y la factura estaba sin pagar. Les pedí que me la mandaran a mí para consultarlo, la envié al responsable de Finanzas en Barcelona y a raíz de eso y de unos informes que les envié sobre lo que estaba pasando aquí hubo movimiento entre los responsables de Ciudadanos en Catalunya. Algunos vinieron a Vitoria, en principio, a hacer una visita de cortesía a los cargos electos de toda España.
¿Qué contaba a los responsables del partido en Barcelona en esos informes?
-Actitudes y hechos que a mi parecer eran irregulares tanto en Ciudadanos Euskadi como en Álava. Durante y tras la campaña ocurren una serie de cosas, como lo que pasó con Henar Pascual en Bizkaia, a la que cargos del partido insultaron y amenazaron. Hay una grabación en la que el delegado territorial de Bizkaia dice que Henar no puede hablar en público porque cuando habla parece una película de terror. Yo no daba crédito. -Henar Pascual, que es sorda, es la excandidata de Ciudadanos al Congreso por Bizkaia, ahora también expulsada-. Un político que se precie ni en privado puede decir esas cosas. Pero cuando yo mandé esos informes a Barcelona no era con intención de que se expulsara a nadie, sino para que viniera alguien a poner paz.
Vinieron, pero esa visita fue la famosa reunión en la que usted denuncia que le robaron información de su teléfono móvil.
-Ni siquiera querían hablar de los informes que yo les había mandado. Una y otra vez me preguntaban por circunstancias mías. Que por qué había llegado tarde a una comisión un día y cosas así. Les entregué un justificante de que había acompañado a mi madre, pero luego era otra cosa y otra cosa. Yo no entendía nada. Habían venido a buscarme cualquier tontería para echarme del partido, porque yo había molestado a gente de aquí colocada a dedo, de su máxima confianza.
En un momento de la reunión sale del despacho y buscan en tu móvil, según su denuncia.
-Debió ser en uno de los momentos en los que yo salí a buscar una documentación. Yo me entero después, cuando en uno de los expedientes abiertos a otro compañero veo un montón de fotos consecutivas de una conversación de Whatsapp entre un grupo de personas, yo incluido, en un móvil que resulta ser el mío.
¿Y de qué se hablaba en aquella conversación de Whatsapp?
-De los problemas que había en Euskadi en Ciudadanos y de cómo podíamos comunicarnos con los responsables del partido en Barcelona para hacerles ver que había problemas y pedirles que viniesen a poner orden. Al final poner orden consistió en expulsarnos.
Hablando de poner orden, antes de todo eso usted despidió y denunció al que era su secretario en Juntas, al que esta misma semana han nombrado por cierto nuevo portavoz de Ciudadanos Álava.
-Sí, José Ángel Ruiz Jiménez. Le denuncié por llevarse lo que teníamos en el servidor del ordenador de las Juntas Generales, donde guardábamos una carpeta del partido con información y documentación importante de la campaña electoral. Un día en una comisión enciendo el ordenador y veo que no hay nada, consulto al informático y me dice que la carpeta ha volado.
Creo que no fue el primer problema entre ambos. ¿Hubo más encontronazos entre usted y su secretario en los meses que compartieron despacho en las Juntas?
-Sí. Un día llegó a las Juntas Generales una invitación para una cena benéfica de la que yo no tuve constancia. De repente me encuentro con Julia Liberal -juntera del PSE- en un acto de presentación de un libro, y al verme las pintas que llevaba me preguntó si no iba a ir luego a esa cena benéfica. Yo no sabía de qué me hablaba. Lo que ocurrió fue que quien se presentó en la cena como representante de Ciudadanos en las Juntas Generales fue mi secretario, con quien yo había estado por la mañana y no me había informado de nada. Si me dicen que hay una cena pero me piden que no vaya me busco una excusa, digo que tengo que poner el lavavajillas, no lo sé, pero no decirme nada y aparecer él allí como representante del partido en Juntas... No lo entendí. También tuvimos lo del día del euskera.
Aquella negativa de Ciudadanos a suscribir un documento en las Juntas de apoyo al euskera fue bastante polémica. Incluso el PP la firmó.
-Yo no tenía nada en contra de firmar aquella declaración de las Juntas en favor del euskera, pero mi secretario decía que la postura del partido tenía que ser defender también los intereses de los que se ven obligados a estudiar euskera para no perder su trabajo. Al final decidimos no firmar la declaración por eso, porque ese día se homenajeaba a los nuevos euskaldunes y entre ellos hay gente que ha tenido que aprender euskera a regañadientes. Optamos por sacar una nota de prensa para dejar bien clara nuestra postura.
Una nota de prensa en la que hablaban de “imposición”, “adoctrinamiento político” y argumentaban que el euskera “esconde cientos y miles de dramas personales y familiares de gente que ha perdido su puesto de trabajo por no alcanzar determinados perfiles lingüísticos”.
-Al no apoyar la declaración del resto de partidos decidimos que había que hacer una nota de prensa, pero al mediodía estaba sin hacer. Me fui a casa y a última hora de la tarde el secretario envió una nota de tres páginas que parecía un alegato atroz contra el euskera, cuando esa no era la intención. Yo no estoy en contra del euskera.
¿Qué consecuencias tuvo aquello?
-Me llamó el delegado territorial en Álava y me dijo que, aunque él ya sabía que la nota la había escrito el secretario, alguien tenía que asumir responsabilidades por lo ocurrido. Sencillamente me pedía que presentara mi dimisión porque el secretario había hecho lo que le había dado la gana.
No sólo usted no dimitió sino que de hecho acabó despidiendo al secretario. ¿Fue ese entonces el motivo principal de su expulsión de Ciudadanos?
-Lo que viene a decir el escrito sobre mi expulsión es algo así, que me echan porque el otro hizo lo que le dio la gana.
Pero ahora usted está expulsado y él es el nuevo portavoz de Ciudadanos en Álava. ¿Le cesó entonces sin el visto bueno de su partido?
-Lo cesé porque la cosa no podía seguir así, con alguien en quien no confiaba. Él tenía el apoyo del delegado territorial, pero yo hablé con Barcelona, con Carlos Cuadrado -secretario de Finanzas de Ciudadanos- y no me puso ninguna pega. El revuelo se formó a nivel local, aunque había cesado a quien estaba torpedeando mi labor en las Juntas. Además antes de eso a mí me pidieron que dimitiera para que se quedara él en las Juntas.
¿Intentó usted ponerse en contacto con alguno de los pesos pesados de Ciudadanos tras su expulsión?
-Mi abogada, representando a todos los miembros que hemos sido expulsados, se puso en contacto con Fran Hervías -secretario de Organización de Ciudadanos-. También hablaron con Begoña Villacís, o con José María Espejo -vicepresidente del Parlament de Catalunya y miembro del Comité Ejecutivo de Ciudadanos-, pero nada. Vas a hablar con Inés Arrimadas por un problema de organización y te escucha, pero en cuanto ve la movida que hay te dice que eso es algo que hay que tratar con Fran Hervías, no quieren saber nada.
¿Lo ha intentado con Albert Rivera?
-¿Con Albert Rivera? Imposible, es inaccesible.
¿Le siguen tomando por miembro de Ciudadanos?
-Hace poco me llamó a la oficina de las Juntas Generales una asociación de San Sebastián porque llevaban tiempo queriendo reunirse con alguien de Ciudadanos de allí, pero no daban con nadie.
¿Ha hecho las paces con el juntero que cuando le expulsaron colocó el cartel del programa de TV ‘La Voz’ en la puerta de su despacho, tapando el logotipo de Ciudadanos?
-Sí. Me pidió disculpas. Quería gastarme una broma y se le fue de las manos. Los que estaban muy enfadados eran los del Partido Popular y los del PSE. Decían que a ellos, durante los años duros, los años de plomo en los que llevaban escolta, mataban a sus compañeros y tenían en la puerta de al lado a Batasuna, jamás les hicieron una pintada o les colocaron carteles. El respeto era absoluto. Además, lo de mi cartel coincidió con Pablo Iglesias repartiendo besitos en el Congreso. Son cosas que dañan la imagen de las instituciones y la gente piensa que esto es un circo.