Una ciudad con Universidad no es igual que una ciudad universitaria. ¿Por qué Vitoria no termina de ser o parecer lo segundo?
-Yo creo que requiere un poco más de tiempo, pero estamos en camino, en ‘vías de’. Cada vez hay menos barreras con la Universidad, en la ciudad, el territorio... Y precisamente la labor del vicerrector es romper esas barreras, tender puentes, encauzar ideas, recoger retos... Y en esta situación de postcrisis, más que nunca tenemos que estar juntos y salir juntos de esto. Hace un rato estaba con un técnico del Ayuntamiento preparando unas jornadas de juventud. Acabamos de renovar un convenio municipal... Ese tipo de cosas son las que convertirán a Vitoria en una ciudad universitaria.
¿Pero a qué barreras se refiere?
-Algunas puramente físicas, como las vías del tren. Otras, psicológicas. Y ahí es donde tenemos que entonar el mea culpa, en parte, porque a lo mejor la Universidad ha vivido un poco hacia dentro, cuando también tenía que hacerlo hacia fuera. Tenemos una responsabilidad social enorme, extender el conocimiento a la sociedad, más allá de formar a jóvenes, que es la tarea principal. Aunque creo que eso ya lo estamos haciendo, ahora sí.
¿Las culpas, entonces, no las tendrán otros y no quiere echárselas?
-Puede ser. Por educación (risas).
¿La llegada del tranvía a la Universidad puede ser algo muy bueno?
-Yo creo que sí. Me han informado de que pasará justo por Micaela Portilla y terminará en la biblioteca, en los jardines. Creo que facilitará aún más el acceso y ayudará a romper esa barrera, pequeña pero barrera, de la que hablábamos antes.
Del soterramiento de las vías del ferrocarril, sin embargo, parece que hay que ir olvidándose.
-Por lo último que he oído, parece que sí, que no lo vamos a ver.
¿A Vitoria le hace falta ese campus internacional que se proyecta en el edificio Krea?
-En la UPV tenemos la comanda de no hablar sobre otras iniciativas empresariales... Pero mi opinión particular es que no son modelos incompatibles. Tal vez haya espacio para él, no sé. En cualquier caso, se trata de otro modelo muy muy distinto. La UPV es algo público, regulado, generalista. Y eso otro...
Privado, elitista...
-Muy, muy diferente.
¿La crisis ha hecho pupa a la UPV? Me refiero al respaldo institucional.
-Sí. Ha sido bastante duro y lo sigue siendo. Este presupuesto se ha congelado. Pero aun así hemos tenido suerte, en el sentido de que somos la universidad del Estado que más recursos públicos recibe por alumno y hay más de setenta universidades entre públicas y privadas en el Estado. Ningún trabajador de la UPV se ha ido al paro y hemos intentado mantener la calidad de la docencia. La investigación, no obstante, sí que se ha visto afectada. Los grupos de investigación han recibido muchos menos fondos por parte de las diferentes administraciones y eso es un daño que se ve a medio plazo. Intentaremos salir de eso y, de hecho, ya estamos encontrando vías de financiación para grupos de investigación en Europa. En fin. Sí, ha sido duro. Pero hemos gestionado los recursos de forma muy responsable, mantenido los puestos de trabajo, la calidad de la enseñanza, nos hemos adaptado a los planes de Bolonia... Hemos aguantado bien.
¿Cosas que se han dejado de hacer...?
-La ampliación de la biblioteca, que era muy demandada, por ejemplo. Pero, por otro lado, contamos con un nuevo centro de investigación, Micaela Portilla, que se inaugurará en primavera. Ya tenemos los grupos de investigación en vías de selección para que ocupen esos espacios. Son nada menos que 7.000 metros cuadrados nuevos en el campus. Es decir, no se han hecho todas las obras que se quisieran, pero las que se han hecho se han hecho muy bien, con cabeza.
Y ese nuevo centro se suma al que ya existía, el Lascaray. ¿Qué tal le está yendo a pesar de las mencionadas piedras en el camino?
-Bien. El centro de investigación Lascaray, junto con la facultad de Farmacia y en parte con la nueva de Educación y Deporte, van a ser claves en un proyecto de cooperación con el territorio, Bioaraba, con el que Osakidetza pretende crear un instituto de investigación biosanitaria, igual que se ha creado Biodonostia y Biocruces. Y la condición sinequanon siempre ha sido que participara la UPV.
Tengo que decirle que se le nota el plumero de microbiólogo.
-Bueno, cada uno lleva lo que es, pero procuro hablar en representación de todos. Y aquí hay excelentes microbiólogos, pero también historiadores, profesores, lingüistas... Como es notorio. Hace poco, Joaquín Gorrochategui, catedrático de Letras, ha sido nombrado miembro de la Real Academia Española. Y ese es, indudablemente, un honor para el campus.
¿Cómo lleva, no obstante, por su doble condición de vicerrector y científico, la fuga de cerebros?
-Es preocupante, desde luego. Y que tengamos centros como Lascaray o Micaella Portilla, o que estemos en el proyecto Bioaraba, va a ser muy bueno para retener a los jóvenes. A partir de ahí, sí que creo que es bueno que los jóvenes salgan fuera. Formarse en un país extranjero, terminar la carrera en Alemania, Estados Unidos o Francia, hacer un proyecto y volver aporta unos valores a la persona que de otra manera no pueden llegar. Eso sí, con la idea de volver. Y lo que tenemos que hacer es poner los cimientos para que puedan volver. Y eso sólo se puede conseguir siendo creativos. Bioaraba es una vía, Ikerbasque es otra... Hay que seguir en esa línea.
Dígaselo a las instituciones, que tienden a recortar en Educación y en I+D+I, en vez de invertir...
-...Cuando son ámbitos fundamentales para reforzar un país y sacarlo adelante, cierto. La verdad es que esa dinámica genera cierta desesperanza. Todos los políticos dicen que la solución está en la educación y en el I+D+I, y la realidad es que se aplican recortes. Eso duele. También es cierto que la crisis ha sido terrible. Todo el planeta ha perdido el 10% de su Producto Interior Bruto.
También los ricos son más ricos y los pobres más pobres.
-Cierto. Esas brechas han aumentado y es muy preocupante. Al menos en el caso del País Vasco parece que estamos en una especie de isla. Aquí las cosas se gestionan de otra manera. Hay más interés por parte de la Administración en paliar esos efectos, herramientas potentes como la RGI... Pero sí, es preocupante.
Antes hablaba de postcrisis. ¿A pie de campus ya se vislumbra luz?
-Sí. Tenemos unas infraestructuras muy renovadas, fantásticas. Ahora lo que tienen que llegar son proyectos muy importantes, por ejemplo, de la Cátedra Unesco, que dirige el catedrático Agustín Azcárate. Va a intentar con la ayuda de todos desarrollar proyectos que van a dar valor añadido al territorio, como el de Salinas de Añana o para que el Rioja Alavesa sea patrimonio de la Unesco... Y, como decía, lo que hace falta es eso, ser creativos, imaginación y trabajo.
¿Al alumnado, así en general, cómo lo ve? ¿Pesimista, consciente del futuro, en pleno carpe diem...?
-Hay de todo. Tenemos 8.000 alumnos, cada uno con sus circustancias. Mi hija, por ejemplo, está preocupada por el futuro y a la vez con los pies en el suelo. Ha estado en Roma, haciendo un Erasmus, ahora está haciendo prácticas en una institución alavesa muy importante.... La ‘Uni’ ha cambiado mucho respecto a nuestra época de estudiantes: hay oportunidades de estancias en el extranjero, de realizar prácticas en empresas antes de terminar la carrera... El año pasado, 10.000 de los 45.000 estudiantes de la UPV realizaron prácticas. Todos los que lo desearon las hicieron. A partir de ahí, hay de todo. Alumnos muy motivados desde el punto de vista político, gente ligada a Ciencias Humanas, Letras, Trabajo Social... Otros interesados por sus profesiones específicas, sus proyectos.
¿Qué tal la relación con el alumnado desde el vicerrectorado?
-Ahora que se va acabando el mandato, este es el tercer año, una espinita que tengo clavada es la comunicación con el alumnado, conocer sus inquietudes, sus intereses... Intentamos acercarnos y parece que el alumnado se aleja. No ha sido fácil. No suelen participar en las juntas de los centros ni en la junta del campus. Y los estudiantes son nuestra razón de ser. Tenemos que hablar con ellos y ellos con nosotros, establecer juntos una política cultural en el campus, una política deportiva... Esta semana esa parte del alumnado muy interesada en transformar la sociedad de la que hablaba antes han organizado unas jornadas de información, Herri Univertsitatea, para hablar sobre ecología, sexualidad, educación alternativa... Y hemos tomado parte en una mesa redonda. Quería escuchar y contar. Imaginaba que me darían un poco de caña, pero intenté contar todo esto que te estoy contando a ti.
¿Quiénes están encontrando trabajo al terminar la carrera? ¿Los más formados, los que saben idiomas, los que tienen mejor aptitud...? ¿Hay o no algún tipo de receta?
-Precisamente nos acaban de pasar un borrador de un trabajo de empleabilidad del alumnado de la UPV. Nos dice que los universitarios encuentran trabajo mejor que los no universitarios. Desde luego que cuantas más capacidades tengan, no sólo a nivel de formación teórica y práctica, sino si saben idiomas, han estado en el extranjero, tienen una actitud positiva ante la vida, acuden a una entrevista de trabajo y saben comportarse de forma adecuada, si han hecho cursos sobre emprendimiento... Evidentemente, eso les permitirá encontrar con más facilidad un empleo.
Eso que nos pasaba antes de salir de la carrera, ponerte a trabajar y sentir que no habías aprendido nada... ¿Ya no sucede?
-Esa sensación se tiene, pero sí se ha paliado. Con el tema de Bolonia se hizo una gran reflexión, se habló con la sociedad, con los colegios profesionales, se actualizaron los currículos. En prácticamente todas las carreras hay un practicum obligatorio de estancia en una empresa o entidad durante equis tiempo (5.000 diferentes colaboran con nosotros), tutelada por la UPV, que es una asignatura más que debe ser evaluada.
Parece que cada vez más jóvenes piensan en montar un negocio, emprender, al terminar la carrera.
-Sí. Y la UPV hace cada vez más hincapié en este ámbito. De hecho, con la idea de ser más eficientes, se ha creado una red a nivel municipal y territorial de agentes que colaboramos en el fomento del emprendizaje. Organizamos foros de empleo, nos coordinamos con el CEIA... También acabamos de firmar un convenio ampliando esa red de la que hablaba con universidades como la de Cantabria, para llevar al campus un proyecto que se llama Youth, premios europeos de jóvenes emprendedores. Hacemos lo que podemos. Hemos vivido una época en que la aspiración de todo joven, sobre todo en determinadas carreras, era ser funcionario, pero esa tendencia, por las propias circuntancias, ha cambiado y veíamos que los jóvenes necesitaban herramientas, porque tenían buenas ideas pero no sabían cómo desarrollarlas.