Vitoria - Lo de ayer en toda Álava fue como el cuento de Los tres cerditos. El temporal sopló y sopló y, aunque no logró derribar ninguna casa, puso en jaque decenas de cornisas, contenedores, vallas, árboles, letreros, bicis y a más de un ciudadano de poco peso -y, si no, aguantó los consabidos chistes-. El fuerte viento fue la comidilla del día, tema de barra, ascensor, periódico y supermercado, sobre todo hasta media tarde, porque luego giró de suroeste a oeste y perdió fuelle. Flaqueó a la vez que llegaba la lluvia, presagio de lo que estaba por venir para hoy. Las agencias de meteorología anuncian precipitaciones sí o sí y un descenso acusado de las temperaturas, con una máxima en la capital que no conseguirá superar los ocho grados.

El parte oficial de la Policía Local de Vitoria y de los Bomberos con las actuaciones registradas ayer llegará hoy y se espera entretenido. No obstante, entre el lunes y la madrugada del martes, que fue cuando el temporal empezó a hacerse notar, sólo hubo dos intervenciones. Una se produjo en la plaza Euskaltzaindia, por el peligro de caída en la vía pública de una chapa metálica del recubrimiento de una cubierta. Los Bomberos optaron por afianzarla con tirafondos y remaches en lugar de retirarla, para evitar que el viento afectara al resto de la cubierta, que iba a quedar desprotegida. La otra tuvo lugar en la calle San Miguel de Acha, para asegurar el letrero de una empresa. Hubo que retirar una parte y ajustar bien el resto. Y ya. Las demás actuaciones en esas 24 horas correspondieron a FCC, la concesionaria responsable del servicio de limpieza, que puso en marcha un operativo especial para recolocar 140 contenedores. Algunos habían invadido la vía pública, tanto acera como carreteras, y otros habían volcado.

La labor fue intensa y aun así no sirvió del todo. Fotos colgadas horas más tarde en Twitter por algunos usuarios dejaron claro que el viento se había encargado de volver a reventar, como quien rompe un puzzle de un puñetazo, parte del trabajo. Aunque la fuerza del viento fue, de media, menos intensa que en el anterior temporal, hubo horas del día en que se produjeron rachas violentas. Los momentos más álgidos en Vitoria llegaron a las 9.50 horas, cuando sopló a 91 kilómetros por hora, y a las 11.00, alcanzando los 92. Después hubo máximas de entre 60 y 80 por hora, hasta que a eso de las cuatro de la tarde el viento giró hacia el oeste y al fin se relajó.

Sucedió parecido en el resto de la provincia. La estación de Kapildui, por ejemplo, llegó a registrar rachas máximas de 110 kilómetros por hora, en Belunza el tope fue de 102, en Páganos de 85 y en Trebiño de 96. Y aun así, las localidades que se llevaron la atención mediática fueron las situadas junto al mar. Un furioso Cantábrico se encargó de acaparar el protagonismo, comiendo playas, lamiendo casas, rompiendo barandillas, preso de una alerta naranja que continuaría durante la noche. Y así, mientras Gipuzkoa y Bizkaia miraba hacia la costa, Álava empezó a protegerse del cielo. A media tarde empezó a llover. Chubascos débiles que luego se intensificaron lo suficiente como para abrir el paraguas. También se notó una bajada brusca en el mercurio, tres grados menos casi de golpe en Vitoria.

Y a partir de ahora, agua, agua y agua. Da igual qué previsión meteorológica mirar. Todos los hombres del tiempo coinciden en que los alaveses van a pasar la semana empapados. Y aunque los pronósticos a más de tres días no son fiables, como suelen insistir siempre desde Euskalmet, Aemet se atreve a vaticinar nieve en la capital a partir del lunes de la semana que viene. Las demás agencias son más prudentes, aunque sí vislumbran la necesidad de sacar más pronto que tarde las bufandas y los gorros. Algún día tenía que llegar ese momento.