Desde mayo de 1955 y hasta hace un mes -hiciera frío o calor, lloviera, nevara o helara-, Amurrio siempre ha tenido de manera ininterrumpida y diaria a una persona dispuesta a acercarse hasta la estación meteorológica instalada en el Instituto Zaraobe para tomar nota escrupulosa de todo lo relativo al clima de la zona.
Es el observatorio con el indicativo climatológico 1.060. Fue colocado por el antiguo Instituto Nacional de Meteorología durante la construcción del citado centro educativo en un pequeño cercado y a 240 metros de altitud. Gracias a las personas que de forma voluntaria se han hecho cargo de las mediciones durante estos últimos 60 años, la actual Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en Euskadi dispone de una de las series termopluviométricas más completas del País Vasco. Y todas ellas, sostenidas por personal no funcionario.
Sin embargo, la supervivencia de la instalación es una incógnita por falta de personas que voluntariamente tomen, de forma manual, los datos climatológicos que en él se registran. Y es que fallecimientos repentinos o jubilaciones inminentes de personas interesadas, y hasta negativas en cuanto a posibles nuevas ubicaciones de la caseta con el instrumental, se han confabulado para que esta serie no continúe. No obstante, la delegada de Aemet en Euskadi, Margarita Martín, no tira la toalla y ha lanzado un grito de ayuda para intentar que alguien se anime a ejercer de voluntario de meteorología. “Es imprescindible conseguir personas que midan los datos meteorológicos de Amurrio por el mismo método con el que se han medido siempre, es decir, manualmente, porque aunque la estación también esta automatizada, la automatización introduce un sesgo de tal categoría en los datos que no es posible comparar aquellos obtenidos con termómetros automáticos que los logrados con el termómetro de mercurio. Existe una diferencia tan grande que la serie que se hace con datos automáticos no continúa a la actual. Es decir, existe una ruptura y entonces no es posible comparar datos. Para estudiar el clima y el cambio climático es imprescindible que la serie sea homogénea”, subraya Martín. Ésta lleva un mes buscando a un colaborador “porque sabemos de antemano que los datos de la serie automática no son comparables a los datos de la serie manual que es con la que obtenemos los valores medios. Para que una serie tenga valores medios tiene que tener como mínimo 30 años y no es posible que ninguno de los instrumentos automáticos que tenemos aquí llegue a durar tanto tiempo. Todos se sustituyen y se modernizan y no podemos establecer ni siquiera una comparación entre los mismos instrumentos automáticos. Por eso es necesario mantener contra viento y marea las estaciones colaboradoras manuales”.
Sacrificio y constancia La Agencia Estatal de Meteorología cuenta en toda España con una red de 2.335 estaciones pluviométricas y termopluviométricas atendidas por colaboradores altruistas. De ellas, 89 están en Euskadi. En Álava hay 30, ya que a la de Amurrio hay que sumar otras como la que atienden en su huerto las monjas agustinas del convento de Artziniega, por citar alguna.
La labor de todos estos meteorólogos voluntarios es simple, pero muy sacrificada y constante, ya que aunque sólo requiere de diez minutos, es algo que hay que hacer todos los días del año entre las siete y las nueve de la mañana. Una vez en la garita de la estación meteorológica se mide la temperatura actual, la máxima del día anterior y la mínima del día en curso, y luego en el pluviómetro se coge un bote de plástico donde está recogida el agua y se mide con una probeta, así como información referente a evaporación, viento dominante, sol, nieve o granizo. Luego se anotan los datos en una tarjeta y al final de cada mes se envía con franqueo pagado en destino a la Delegación Territorial de Aemet en Euskadi, sita en Donostia.
La prestación de este servicio es totalmente voluntaria ya que, a modo testimonial, se concede una ayuda de 1 euro al día, es decir, 365 euros al año. Aemet corre con todos los gastos de la instalación y del material necesario. “Para hacer este trabajo no se requieren estudios de ninguna clase. Lo que sí se necesita es una condición poco frecuente: constancia y afición. A la persona colaboradora tiene que gustarle porque en caso contrario no puede soportar ir a la estación días que hay bajas temperaturas o días de mucha lluvia, ya que también hay que medir la precipitación. Lo que se necesita es constancia y mucha afición”, matiza Martín. Ésta también asegura que “la persona que toma los datos es tan científico como quien los analiza calentito en su despacho porque contribuye, de forma altruista, con la ciencia”.
Con todo, la delegada vasca de Aemet puntualiza que “si alguna persona interesada dispone de un jardín en su casa se trasladaría hasta allí dicha estación, dejando la automática en el Instituto Zaraobe. Algo que facilitaría el trabajo ya que al tener la estación más a mano, es abrir la puerta de casa, tomar las mediciones y, a los diez minutos, terminado”.
Martín tampoco se olvida de los dos meteorólogos voluntarios que ha tenido Amurrio. El ya fallecido Pedro Albizua, a quien Aemet homenajeó hace 11 años por hacerse cargo de las mediciones desde 1955 hasta 2005, y de su sucesor, Fernando Arregui, que ha decidido que ya es hora de ceder el testigo “porque ya le cuesta llegar hasta el observatorio, por sus problemas cardíacos”. “No tengo palabras para agradecer a Fernando y a Pedro todos sus desvelos para mantener una serie climatológica como la de Amurrio, que tiene 60 años y que es la de referencia de todo el Nervión porque es la única serie que se ha mantenido en su sitio, siempre con los mismos instrumentos y donde no se han mezclado datos automáticos con datos manuales”, apostilla. La delegada de Aemet en Euskadi también califica la labor de estas dos personas de “encomiable y extraordinaria, ya que a día de hoy es casi imposible encontrar una serie termopluviométrica tan larga y buena, quitando las realizadas por cuatro funcionarios”.
Y es que si Amurrio destaca a nivel meteorológico en toda Euskadi es “gracias a la constancia y al empeño enorme que ambos han puesto en acudir a la estación amurrioarra a tomar datos”. Sirva de ejemplo que fue Pedro Albizua el que recogió el 4 de enero de 1971 la temperatura más baja registrada en la zona (13,5 grados bajo cero) y el 4 de agosto de 2003 la más alta (41,5 grados), así como el que anotó los 214,3 litros por metro cuadrado que cayeron en aquellas trágicas inundaciones del 26 de agosto de 1983, y el que tomó buena cuenta en agosto de 2003 de la temperatura media mensual más alta (24,2 grados), así como de los 23 días de heladas consecutivas que, en febrero de 1956, hicieron que los termómetros no subieran de los cero grados, en lo que se conoce como las grandes heladas en Álava.
A Fernando Arregui, por su parte, también le han tocado medir los datos extremos de esta última y “calurosa” década. Y es que los voluntarios de meteorología desempeñan un trabajo totalmente impagable para la vigilancia del clima y para la prevención del cambio climático”, sentencia Martín. Las personas interesadas en continuar con su labor pueden ponerse en contacto bien con el Ayuntamiento de Amurrio (945 89 11 61) o llamando directamente al Observatorio de Igeldo (943 210 759).