salarios y condiciones de trabajo dignos; relación comercial a largo plazo; pago a quien produce de una parte del precio por adelantado; destino de una parte de los beneficios a las necesidades básicas de sus comunidades; ausencia de explotación infantil; igualdad entre mujeres y hombres; funcionamiento democrático de las organizaciones de productores; respecto al medio ambiente y productos de calidad. Estos son los criterios por los que se rige el denominado comercio justo. Esas organizaciones que, basadas en el diálogo, la transparencia y el respeto, buscan una mayor equidad en el comercio internacional convencional, contribuyendo a un desarrollo sostenible, ofreciendo mejores condiciones comerciales, y asegurando los derechos de quienes producen y trabajan en un ámbito de marginación.
Una de ellas se encuentra en el municipio alavés de Amurrio y acaba de cumplir una década. “Cuando fundamos el grupo a finales de 2004, todo el mundo nos decía que no íbamos a aguantar más de un año, pero hemos cumplido diez y aquí seguimos”, explica Julia Rosales, una de las primeras voluntarias que se sumó a esta ONG amurrioarra. No es la única. De hecho, aunque por el camino lo han ido dejando “compañeros como Joana que, por tener negocio propio, no dispone de tiempo libre”, la familia del comercio justo en Amurrio la integran otros siete vecinos: Teresa Zendegui, Kontxi Aguillo, Estibaliz Pinedo, María Paz Otaola, María Tejada, Araceli Apodaka y Joseba Laña; así como otros cuatro colaboradores que, “en vez de atender los stands de cara al público, nos ayudan en esa otra necesaria labor de acudir a la sede de Medicus Mundi en Vitoria en busca de material”, subraya Rosales.
Y es que, aunque a lo largo de estos diez años también han tenido relación con otras asociaciones relacionadas con la venta de productos de comercio justo, como Mercadeco, su principal proveedor es la citada ONG, que tiene conexiones con todo el tercer mundo, gracias a sus proyectos solidarios. De hecho, ellos mismos iniciaron su andadura de colaboración con los países del Sur animados por el entonces párroco local, Gotzon Pérez de Mendiola, y el también sacerdote Juan Antonio Meléndez. “Gotzon aterrizó en Amurrio después de haber estado en misiones en la parroquia de Santa Rosa de Ecuador y, junto a Juan Antonio y Medicus Mundi, empezó a fraguar el tema y a buscar voluntarios, porque él conocía de primera mano el problema de los campesinos ecuatorianos, que perciben cantidades irrisorias por el fruto de su trabajo, ya que todo el beneficio se lo quedan los intermediarios”, apunta Rosales. Ahora, por lo menos en lo que respecta a los productos que llegan a sus manos, eso no ocurre, puesto que la ganancia de todo lo que venden y a un precio digno, “va a parar al productor, salvo un pequeño margen de beneficio que, al final, también les repercute, porque lo destinamos a proyectos solidarios que favorezcan el desarrollo y mejora de las condiciones de vida de sus comunidades”, explica Estibaliz Pinedo, otra de las voluntarias del grupo Comercio Justo de Amurrio. Gracias a ello, han podido colaborar económicamente en la creación de una escuela en Angola, y en la construcción, tanto de pozos de agua como de silos para almacenar grano en la comarca de Palenque en Ecuador, así como en proyectos de ayuda sanitaria en Santa Rosa.
“Todos ellos fueron promovidos a partir de los proyectos solidarios que se impulsaban de forma conjunta desde la comarca del Alto Nervión, aunque también hemos destinado parte de los fondos al grupo de Cáritas de Amurrio, y ahora estamos colaborando de forma directa con los que impulsa Misiones Diocesanas de Vitoria”, informa Pinedo, al tiempo que añade que trabajan con una minuciosidad impresionante. “Nos facilitan en detalle los proyectos en los que están trabajando, y nosotros elegimos en cuál participamos. Hace poco nos propusieron bien colaborar en la construcción de un pozo en África o en otro de desarrollo en Ecuador, pero nos decantamos por un programa de ayuda contra el maltrato infantil en la comunidad también ecuatoriana de Huaquil, por sensibilidad hacia esos niños”, subrayan.
Para recaudar fondos, el grupo de amigos de Comercio Justo de Amurrio participa en la venta de productos de alimentación elaborados artesanalmente por quienes de forma organizada trabajan en el campo de América Latina, África y Asia. Se trata, principalmente, de té, cacao, chocolate, galletas, mermeladas tropicales, especias y frutos secos, aunque “lo que más demanda tiene es, sin duda, el café y la panela o azúcar de caña, que no hay que confundir con el azúcar moreno ya que, según les informaron en un curso, se trata de un timo, porque es azúcar teñida con melaza”, advierte Rosales, que no esconde que “el precio es un poco más caro que el de las tiendas de aquí, pero la calidad también es mayor, porque se trata de productos auténticos y no adulterados por las grandes multinacionales de la alimentación, que sacan pingües beneficios con ello”, aseguran.
Puntos de venta Para hacer llegar estos productos a sus clientes, aparte de comercios locales que se los venden, el grupo cuenta con un puesto de venta itinerante que es atendido por sus doce miembros en su tiempo libre. Así, se les puede encontrar de octubre a junio, los primeros viernes del mes en el mercado semanal de San Antón, los terceros domingos de mes en el pórtico de la parroquia de Santa María, cada dos meses en el pórtico de la parroquia de San José durante la misa dominical y en la mayor parte de las celebraciones locales, ya sea la Feria de San Antón, el día del Mercado Solidario, Txakolin Eguna, Artzain Eguna o el mercado de Navidad. “En octubre volveremos, a ver si se ha terminado la obra de cubierta de la plaza de San Antón y el Ayuntamiento logra hacernos un hueco en el espacio o en otro sitio que no tengamos que pagar tasas, como les hemos solicitado, ya que solemos ponernos junto a los baserritarras en la plazoleta de la Casa de Cultura, pero alquilar una de las carpas individuales cubiertas, para días de lluvia, cuesta diez euros y ése es, poco más o menos, el beneficio que podemos sacar en una mañana de mercado; contando que no nos timen como nos pasó una vez”, relatan. Y recuerdan la vez en la que un cliente que no era de Amurrio, porque “aquí nos conocemos más o menos todos, aunque sólo sea de vista”, “nos endiñó un billete falso de 50 euros para pagarnos un producto que no costaba ni dos”.
Anécdotas para olvidar de una andadura de diez años de la que “estamos muy satisfechos y orgullosos”, sentencian. Eso sí, agradecerían la llegada de nuevas manos, “porque hay necesidad”. Las personas interesadas en incorporarse a sus filas solidarias pueden contactar con el grupo acudiendo el tercer miércoles de cada mes, en horario de 18.30 a 19.30 horas, al edificio Catequesis de Amurrio, donde tienen su pequeño almacén. Manos voluntarias siempre son bienvenidas.