El autobús del centro vasco de transfusión y la asociación de donantes de sangre de Álava siempre se acerca a Amurrio con alegría. Cada vez que lo hace retorna a los hospitales con un buen cargamento de glóbulos rojos. Hace unos días lo volvió a lograr -en tan sólo la primera hora atendió a doce donantes-, pese a tratarse de una visita un tanto especial. Y es que, como explicó a este periódico Josefina Burutxaga, la portavoz de la asociación de donantes alaveses, “al centro de salud de Amurrio venimos tres veces al año durante cinco días, pero ahora hemos venido por petición expresa del Ayuntamiento, que ha lanzado una campaña de captación de donantes para el período estival”.

De hecho, las autoridades locales y, sobre todo, trabajadores municipales, dieron ejemplo de su solidaridad hacia personas anónimas y necesitadas de este tejido vital que, a pesar de los avances médicos y tecnológicos, por el momento no se puede fabricar, y sólo se puede obtener de las donaciones altruistas.

Allí estuvieron la secretaria de Alcaldía, Fátima Rojas, que confesó ser donante habitual. Noemi Llorente, técnica del área de Medio Ambiente y la interventora, María Antonia Pérez, por citar algunos ejemplos, junto a otros compañeros de la Casa Consistorial, como la joven Aizaro Marañón, para quien tampoco era su primera vez. “Llevo donando sangre desde los 18 años, a raíz de una campaña que hicieron en mi primer año de Universidad. Es un acto solidario que no me cuesta nada y que, sin embargo, es muy funcional y necesario”, argumenta.

Todos los hospitales y clínicas de Euskadi necesitan a diario sangre o componentes sanguíneos para atender a sus pacientes, porque la mayoría de intervenciones quirúrgicas y muchos de los tratamientos médicos requieren transfusiones. “Se estima que cada cinco minutos alguien necesita sangre en Euskadi. Para ti es sólo un momento, pero para muchas personas enfermas puede suponer la vida. La donación de sangre es un acto sencillo, seguro, nada doloroso, y asistido por profesionales especializados en todo momento. Para ti no comporta ningún riesgo pero, en cambio, para personas enfermas de todo el territorio puede suponer avanzar en su proceso de curación, y las donaciones altruistas son la única fuente de obtención”, subraya Burutxaga.

Con todo, cualquiera no puede donar su sangre, ya que hay que cumplir una serie de requisitos tales como ser mayor de 18 años y menor de 66, o pesar 50 kilos como mínimo. Por el contrario, tener el colesterol elevado, tomar alguno de los medicamentos más frecuentes o no estar en ayunas no son impedimento para donar, “aunque sí hay que tener la precaución de no donar antes de transcurridas dos horas después de una comida copiosa”, matizan. El número de donaciones anuales de una persona no puede superar las cuatro veces en el caso de los hombres y las tres en el de las mujeres. La cantidad que se extrae en cada donación es, aproximadamente, 450 centímetros cúbicos, “algo que no tiene consecuencias para el volumen sanguíneo, ya que supone el 10% de lo que tiene nuestro cuerpo y se repone inmediatamente al beber líquido”, aseguran.

Ni qué decir tiene que este acto voluntario requiere de un control médico previo en el que se vigila el pulso, la tensión y los niveles de hemoglobina del posible donante, así como la contestación de un cuestionario orientado a detectar cualquier posible factor de riesgo. Las preguntas de este documento vienen determinadas por ley y su objetivo es velar por la seguridad de quien dona y de quien recibirá la donación, aunque es el personal médico quién decide, en última instancia, si la extracción debe o no realizarse. Además, tras cada donación toda persona es obligada a guardar cinco minutos de reposo “tomando un refresco o un bocadillo”.

Para ello, el autobús que se instaló hace unos días en la zona peatonal de la calle Larrinaga tenía una zona acondicionada con sofás, en los que se pudo ver no sólo a trabajadores municipales, sino también a vecinos y vecinas a título individual, como José Fernández, que confesó ser donante “desde hace 27 años”. “Comencé en un autobús como éste que me encontré de casualidad en la calle, cuando tenía 28 años”. La necesidad es latente. “En Amurrio tenemos una media de medio millar de donantes, lo que implica al 5% de la población, y cada vez que viene la unidad móvil suele realizar cuarenta extracciones, cuando hace unos años eran en torno a cincuenta. Está bajando el volumen de donaciones no solo aquí, sino a nivel de todo Euskadi e incluso del Estado, pese a que la necesidad es muchísima, y más en verano. Una época, por desgracia, complicada en materia de accidentes; aunque la donación no debe estar vinculada a situaciones de tragedia o de emergencia, sino que debe ser un acto cotidiano y habitual en nuestras vidas, porque sólo donando sangre con regularidad, se dispone siempre de sangre suficiente y segura en stock”, matiza Burutxaga.

De ahí que al Ayuntamiento de Amurrio se le haya ocurrido lanzar esta campaña, que continuará los próximos días 23, 28 y 29 de este mes y el 12 de agosto. El primer día el autobús se instalará en la zona peatonal junto a la plaza Juan Urrutia, en horario de 16.30 a 20.15 horas. Por su parte, los días 28 y 29 la unidad móvil se trasladará al centro de salud de la villa amurrioarra de 16.30 a 20.00 horas, para retornar a los aledaños de la plaza del Ayuntamiento, el 12 de agosto, de 09.30 a 13.15 horas, coincidiendo con la jornada de inicio de las fiestas patronales. “Esperamos implicar a las cuadrillas, ya que este año son las pregoneras, tal y como me tocó a mi hace dos años, precisamente, por las más de cuatro décadas que llevo donando no sólo sangre, sino también plaquetas y plasma, porque soy muy consciente de la necesidad”, sentencia Burutxaga.

No en vano, al descenso de las donaciones se le suma el problema de que las plaquetas caducan en cinco días, los hematíes en 42 y el plasma en un año, en unos tiempos en los que la transfusión de sangre o de sus derivados se ha convertido en una parte imprescindible en la asistencia sanitaria, con el consiguiente aumento de la demanda de sangre, en buena forma motivada por el incremento de la esperanza de vida, la creación de unidades de medicina intensiva o las necesidades importantes y constantes de algunas personas enfermas, antes consideradas irrecuperables.