allá por 2009, cuando el canto a las flores y los pájaros fue sustituido por la certeza de la crisis, una predicción de lo más agorera empezó a ocupar la atención de los medios. La lanzaron las mismísimas Fuerzas de Seguridad del Estado. Decía que la delincuencia se iba a disparar. La de los robos con fuerza, los hurtos, las estafas... La de andar por casa, por así decirlo. Era lógico pensar que no se equivocaba, pues quién sabe de qué es capaz un ciudadano si es llevado a una situación límite. Pero no pasó. De hecho, sucedió lo contrario. Muy especialmente en Vitoria. La tasa de criminalidad encadena ya cuatro años seguidos de descensos, una marca que la ha convertido en la capital vasca más segura y en una de las que más de todo el Estado. ¿Y por qué? Seguramente la cobertura a los colectivos más vulnerables a través de las ayudas sociales haya ayudado y también tenga algo que ver el tamaño discreto de la urbe, así como la compacidad de la mayor parte de los barrios, pero quienes se encargan de velar por nuestra protección a pie de calle están convencidos de que lo que ha terminado de marcar la diferencia ha sido, y por qué no presumir de ello, su papel de prevención y acción.
Tres son las razones que, a juicio de la Policía Local, han contribuido positivamente a hacer de Gasteiz una ciudad más amable: un incremento de la presencia de agentes en la vía pública, más coordinación con la Ertzaintza y una mayor incidencia en campañas de información. El portavoz del Cuerpo, Kepa Solla, empieza hablando de la primera, que tiene su aquél. “Mucha policía en la calle no es bueno porque la gente se pregunta a qué viene tanta y se crea sensación de inseguridad, pero por otro lado somos un elemento disuasorio. Por eso, hay que buscar el equilibrio entre presencia y eficacia. Y creo que lo estamos consiguiendo”, apuntilla. Cincuenta agentes por turno patrullan la ciudad -la mitad de noche-, distribuidos de forma homogénea a lo largo de los siete sectores en que se reparte el mapa de seguridad de Vitoria. También hay 72 policías de barrio, los de proximidad, ésos que van en motociclo y procuran tener un contacto directo con los vecinos, tanto en la calle como en reuniones con las asociaciones, para conocer de primera mano sus preocupaciones y tratar de darles respuesta, ya sea mediante la interposición de denuncias o la derivación de los casos a los departamentos competentes.
Ese dispositivo ha encontrado, además, un buen complemento en la Ertzaintza. La mejora progresiva de la coordinación entre ambos Cuerpos permite “compartir información, análisis y formas de actuación” en beneficio de toda la ciudad. Una de esas acciones que en la actualidad hacen de la mano es el control nocturno de vehículos sospechosos. “Sabemos que para los ciudadanos puede ser un incordio tener que parar, pero esos controles resultan muy provechosos”, advierte Solla. Y por eso, porque ellos, los vitorianos, son aquéllos por los que trabajan, cada día se hace más hincapié en informar y prevenir. Sobre todo, con campañas destinadas a los colectivos más vulnerables, como las mujeres y las personas mayores.
Al final, de lo que se trata es de conseguir un objetivo claro: que delitos y hurtos bajen para construir el mejor marco posible de convivencia ciudadana. Y Vitoria lo está cumpliendo. Según los datos conjuntos de la Policía Local y de la Ertzaintza, el año pasado hubo 14.826 casos, un 9,76% menos que en el ejercicio anterior. Y bajaron tanto los primeros, un 12,86%, como las segundas, un 7,54%. Sí, más los delitos. Una circunstancia que desde la Guardia Urbana atribuyen principalmente a la respuesta penal. “Un robo con fuerza te puede llevar a la cárcel pero no los hurtos sin intimidación, y eso puede llevar a algunos delincuentes a especializarse, siendo reiteradamente activos, a sabiendas de que así no entrarán en prisión”, aclara Solla. Todavía existe algún que otro chorizo histórico, o eso dicen las malas lenguas, “pero de ser así no tiene nada que ver con la época de los ochenta, marcada por la heroína”.
Excavando en las cifras totales, asoman los datos por tipologías. Algunos más previsibles que otros. Casi todos los delitos, siete de cada diez, fueron contra el patrimonio: 4.102 casos, un 14,05% menos que el año anterior. Y de todos estos, los robos con violencia e intimidación bajaron un 11,29%, mientras que el robo en viviendas creció un 14%. “El ladrón es un animal oportunista. Si ve que tiene opciones lo intenta. Si no, no. Por eso pueden ser más habituales este tipo de sucesos en los barrios nuevos. Allí la convivencia vecinal está por cuajar, la gente no se conoce y esa falta de cohesión hace que el ladrón sea más proclive a entrar en sus garajes, trasteros o camarotes”, advierte Solla. No obstante, desde la Policía Local animan a toda la ciudadanía a poner las medidas preventivas que estén en su mano para evitar sustos innecesarios. Dar doble vuelta a la llave, poner una buena cerradura o una alarma....
Consejos del día a día a los que ahora, con la llegada de la Semana Santa, se suman otros tan convenientes y sencillos como “quitar el papel del buzón, cerrar bien las ventanas o no bajar las persianas del todo”. Son los ingredientes extra que facilitan la lucha contra una fechoría que preocupa especialmente al Cuerpo municipal. “De ahí la colaboración estrecha con la Ertzaintza y esos controles nocturnos de los que hablaba”, aclara el agente. En 2014, el trabajo en equipo ayudó a desmantelar una banda de georgianos y, más recientemente, a cazar a varios miembros de otra. “Los robos en viviendas suelen acometerse por parte de grupos organizados”, apuntilla.
Otro delito que tiene en pie de guerra a la Policía Local es el de los malos tratos en el ámbito familiar. De hecho, fue uno de los pocos que crecieron el año pasado y lo hizo demasiado, un 23,07%. Los verdugos son hombres que conciben de manera vejatoria la condición femenina, que ven en sus parejas una posesión, que creen que pueden descargar sobre ellas sus frustraciones, que las manipulan y las destrozan. Hombres que, por desgracia, y paradójicamente, son cada vez más jóvenes, como sucedió en el trágico asesinato de este pasado jueves en la calle Ricardo Buesa de Gasteiz.
Lo dicen los datos recopilados por la unidad específica de violencia de género. Y menos mal que la unidad existe. “Hace una labor que es digna de elogio”, subraya Solla, “de acompañamiento y asistencia desde el punto cero hasta el final del proceso”. También los abuelos, otro grupo de población sensible, están en el punto de mira del Cuerpo. “Todos los años es habitual oír casos del timo de la estampita o del tocomocho. Y para muchos, quedarse sin 3.000 euros es quedarse sin capital. Por eso, llevamos ya nueve años acercándonos a los centros y recordándoles la misma película para que aprendan a distinguir cuándo se encuentran en una situación de riesgo”, apostilla el agente.
La lista de principales preocupaciones la cierra, curiosamente, el hurto de bicicletas. “Es una falta, no un delito, pero el valor no está tanto en lo que se quita sino en el uso que tiene. Además, es un tema bastante mediático”, reconoce el portavoz policial. Los agentes suelen patrullar, con uniforme y de paisano, por las zonas de aparcamiento de más afluencia, pero tampoco se cansan de emitir recomendaciones. “Algunos nos reprochan que les digamos que compren un buen candado, que ya lo saben, pero es que es vital. También hay que tener la bici registrada, una fotografía de ella y su número de serie”, afirma. De esa manera, si el vehículo acaba siendo recuperado por los agentes, éstos tendrán la manera de identificarlo y devolverlo a su dueño. Una ecuación de lo más lógica pero que no siempre se puede resolver, pues hay muchos propietarios que por dejadez no siguen esos consejos. De ahí que Agirrelanda haya acabado subastando las que guardaba en el almacén. Más de medio millar. “Y la intención es volver a repetir esas pujas porque sería una pena tener que llevar al reciclaje las que están por venir”, señala el portavoz de la Policía Local. Otro propuesta que se ha puesto es recuperar con ellas el sistema de alquiler de bicicletas. Pero esa idea, admite Olla, está más verde.