Laguardia - La nieve y la lluvia caídas en febrero no sólo causaron el desbordamiento del río Ebro sino que en las cumbres de Sierra Cantabria el terreno se debilitó y una de las consecuencias fue una solifluxión del suelo, estos es un desplazamiento de una masa fangosa de un terreno capaz de embeberse en agua, que se comporta como plástico. El catedrático de Prehistoria de la UPV Javier Fernández Eraso, que lleva realizando campañas arqueológicas desde hace años en ése y otros lugares, ha alertado de que el panorama -en ese enclave- es desolador. Se ha caído parte del muro, la puerta, la ventana del antiguo eremitorio y el agujero de la excavación está relleno de lodo. En la lengua de solifluxión hay muchas rocas y árboles arrancados. Algunas de aquellas corren riesgo de desprendimiento. La intención del profesor de la Universidad es ir a vaciar el agujero de la excavación para poder seguir el verano próximo con los trabajos. “Pero ya veremos cómo pinta”, dice.
Este yacimiento se encuentra en un lugar de muy complicado acceso en los alrededores de la subida a Peña Parda, en Sierra Cantabria. Allí, a mediados del siglo XV, según cuenta el profesor, hubo una ermita dedicada a San Cristóbal del Monte, un eremitorio y, efectivamente, en el primer estudio del terreno se encontró cerca de la impresionante pared de la cumbre de la sierra, la fosa donde fueron enterrados durante siglos los santeros o monjes que allí vivieron. El lugar elegido para excavar, trabajo que se lleva realizando ininterrumpidamente desde 2007, aunque el profesor ya había hecho varias catas anteriormente, fue una superficie de tres por tres metros, en el lugar donde estaba la fosa fúnebre de la ermita. El equipo de Fernández Eraso retiró, en primer lugar, los restos de las personas que allí habían sido enterradas, así como pequeños objetos religiosos y algunas cuentas de rosarios, así como una moneda de plata, un Hardy de Enrique IV de Inglaterra duque de Aquitania que reinó entre 1399 y 1413 o un cornado de Felipe VI de Navarra.
Bajo ellos fue cuando comenzaron a aparecer los restos que se sospechaba que debía haber en ese lugar. Lo primero, restos de cenizas, procedentes de las sucesivas quemas de los establos para sanearlos, que en un primer lugar se dataron en los períodos del Calcolítico y Bronce, entre los años 3.200 y 4.400 antes de nuestra era. Pero bajo ellos había más y así, tras romper la costra calcárea que se había formado en el suelo por el goteo constante de agua desde la pared, se descubrieron más restos de hogueras que hacen sospechar que el lugar estuvo habitado al menos desde el año 5.000 por pastores que tenían las primeras ovejas domesticadas que se han detectado en ese punto. “Desde los años 70 se pensaba que la cultura del Neolítico llegó muy tarde a esta zona y que el lugar más antiguo era Peñalarga, que ostenta el récord de ser el lugar donde se han encontrado los restos de animales domésticos, principalmente ovejas y cabras, más antiguos, del año 6.740, de todo Euskadi”. Ahora, “estamos viendo que no es así, que en Rioja Alavesa, el Neolítico llegó al mismo tiempo y lo hemos podido comprobar al extraer del lugar piedras con forma de media luna usadas como hoces y con la pátina que deja el segar el cereal”, explica. Para el cuidado del ganado utilizaban los recursos que les ofrecía la sierra y por esa razón construían los abrigos para llevar ovejas y cabras a pasar el verano en las alturas y los inviernos en los establos del poblado De la ganadería obtenían carne, leche y pieles para vestir.
El lugar lleva soportando usos, romerías, ataques e inviernos desde hace caso seis mil años, pero “el crudo invierno del 2009 hizo que la puerta y parte del muro se desprendieran. En diciembre del 2013 se reconstruyeron puerta y muros por parte de la Hermandad. El lugar había recuperado parte del esplendor que tuvo en su origen. Quienes la visitamos de manera asidua estábamos felices por esa actuación que consolidaba y preservaba la ruina para generaciones futuras”. Sin embargo, el lugar aparece ahora asolado. Lo que se había reconstruido ha desaparecido y el lugar continúa sin una declaración de protección que podría ayudar a recuperarlo y a mantenerlo para el estudio y disfrute de generaciones venideras, según lamenta el catedrático.