Lo de inventar etiquetas para promocionar proyectos urbanos es una práctica muy típica de la política vitoriana. Los nombres surgen cuando las iniciativas apenas pasan de esbozo y, si son buenos, continúan resonando incluso cuando las intenciones quedan en agua de borrajas. Esta legislatura probablemente se recordará, entre otros ejemplos, por el bautismo de Zaramaga, Adurza, Ariznabarra, Abetxuko y Coronación como los barrios de oro de Vitoria, acepción que pretendía reflejar los más de cincuenta años de vida que arrastra cada uno y el nuevo intento municipal por regenerarlos. Era la primera vez que se hablaba de los cinco a modo de pack, pero la enésima en la que se proponían transformaciones para muchos de ellos. Antes, e incluso durante este mandato, hubo anuncios de planes renove, revive, de ecobarrios... Perros parecidos con distintos collares que, de momento, han tenido el mismo destino: el cajón de sastre. Está llegando el final del gobierno de Javier Maroto y, salvo por alguna que otra pequeña inversión en acciones menores, todo sigue igual. Bueno, o peor, porque el deterioro de tantas viviendas inaccesibles, el envejecimiento de la población, la falta de relevo generacional y la pérdida de servicios en estas zonas de la ciudad van a más.

El PP ha incumplido su compromiso. Aceptó la exigencia del PNV de iniciar la regeneración de los viejos barrios de la ciudad como condición sine qua non para llegar a un acuerdo presupuestario, pero apenas ha echado mano de las millonarias partidas reservadas para ese objetivo e incluso las ha recortado. No sorprende que los representantes vecinales hayan perdido la fe y recelen de cualquier futuro planteamiento, venga del partido que venga. La experiencia les dice que quien gobierna no termina de ejecutar su plan y que quien le releva echa sistemáticamente por tierra el proyecto embrionario del anterior, que no hay consenso municipal y que así es imposible que una estrategia global como la rehabilitación urbanística, económica y social de un espacio ciudadano vea la luz. De lo que no dudan, sin embargo, es de que con el inicio de la campaña electoral volverán las buenas palabras. Algunos, de hecho, ya han empezado a recibir llamadas telefónicas de formaciones interesadas en conocer sus demandas. Justo ahora. No parece casualidad.

“Siempre pasa igual” en Adurza

Da igual con cuál de ellos hablar. El discurso se repite con el mismo tono. Hartazgo. Porque en los barrios de oro no hay oro ni en lo que reluce ni en lo que asoma al rascar la superficie. “Somos todo lo contrario a ese metal precioso”, apostilla Serafín Lahidalga, vecino de Adurza y presidente del Consejo de Olarizu, órgano que engloba a todas las asociaciones del sur de la ciudad. Él tuvo la suerte de ser uno de los residentes que se trasladó a un nuevo piso gracias al Renove del gobierno de Patxi Lazcoz, pero el plan, que por sus características sólo gustó en esa zona, empezó tarde y murió con el cambio de siglas políticas, así que apenas dejó señal. “Y entonces llegó el Revive de Maroto, rehabilitación en vez de derribo y construcción. Y se materializó en un estudio en la plaza de Zendaguren. Un informe que concluyó que cada vecino tenía que poner 25.000 euros, y eso incluyendo las subvenciones institucionales, así que al final no se hizo nada”, recuerda este activo militante vecinal, convencido como todos de que en la próxima legislatura llegará una nueva ocurrencia y de que tendrá escaso recorrido.

“Siempre pasa igual. El objetivo de cada gobierno es borrar lo que hizo el anterior. Un buen ejemplo es la estación de autobuses, que se pactó en Arriaga entre todos los partidos y luego se trasladó a Euskaltzaindia para evitar el auditorio... No tienen credibilidad y estamos decepcionados. ¿De verdad se piensan que nos vamos a creer lo que nos prometan ahora tras cuatro años en blanco?”, recrimina, en clara alusión al plan de regeneración recientemente anunciado para Coronación.

Si en Adurza todavía hay zonas con cableado aéreo y obras sin hacer presupuestadas desde hace al menos doce años, más allá del problema de fondo que supone su envejecimiento, cuesta creer que alguien vaya al fin a ponerse el mono de trabajo con una regeneración integral.

Monopoly en Zaramaga

De igual forma piensan en Zaramaga, ese barrio que los gobiernos de las últimas legislaturas dijeron que convertirían en el Soho o en Chueca, en semillero de nuevas empresas, en hogar de artistas... La realidad es que, desde 2003, en el que se impulsó la primera experiencia con la elaboración de un estudio por encargo del entonces alcalde Alfonso Alonso, las ideas se han limitado a la rehabilitación de 48 viviendas. La falta de acuerdo municipal y con los vecinos, la excusa de la crisis y la inacción institucional parecen haber tenido la culpa. Por eso, el año pasado se creó el Foro Abierto para la Regeneración de Zaramaga, formado por residentes, comerciantes, empresarios y trabajadores para abordar en grupo las necesidades de la zona, diseñar una hora de ruta conjunta y forzar al Consistorio a avanzar hacia esa modernización tantas veces soñada. “Tenemos claro que los planes no pueden ser de un partido porque así no salen adelante. Deben contar con nosotros y ellos han de llegar a un acuerdo para que tengan continuidad. Lo que no puede ser es que hoy te digan que te van a trasladar de casa, luego que te expropian, después que te la rehabilitan, ahora que te pagan la obra, luego que sólo una pequeña parte... Lo que no pueden hacer es jugar al Monopoly con nuestras vidas, pero así sucede”, reprocha la portavoz del colectivo, Diana Paniagua.

Por desgracia, el loable intento del Foro por desatascar el tapón no ha dado frutos. “¿Qué se ha hecho en esta legislatura? Arreglar un bloque de la calle Laguardia con ayudas del Ayuntamiento, el Gobierno Vasco y Europa, pero por el esfuerzo vecinal”, reprocha la portavoz. Las viviendas siguen envejeciendo, haciendo caer el resto de las piezas del dominó. Como no son atractivas para los jóvenes, éstos siguen optando por marchar a los barrios nuevos en una política que además favorece el éxodo. Y como no son cómodas para las personas mayores por problemas de accesibilidad, mucha de ellas se ven obligadas a trasladarse a residencias o a otras zonas de la ciudad. El resultado es la pérdida de población y, por consiguiente, la disminución de los servicios. Cada vez hay más lonjas vacías, en torno a 200, y no asoman visos de que vayan a ocuparse. “Es lógico que no se pongan negocios donde no hay clientela. Pero si el Ayuntamiento quisiera revertir la situación, nosotros tenemos muy buenas ideas para darles vida. Por ejemplo, facilitando los locales a todos los artistas que salen de la Escuela de Diseño, ubicada aquí en Zaramaga, pues son amplios y muy luminosos”, propone Paniagua.

La clave está en la voluntad política. Si la hay o no detrás de tantas promesas. “Sólo necesitamos que nos escuchen. Te dicen que no hay dinero, ¿pero es así? Porque para reformar la Avenida de Gasteiz lo han sacado hasta de debajo de las piedras. Y dudo de que poner bonita la vía por la que entra la gente fuera una necesidad tan grande como la que tenemos en estos barrios, en los que hay quienes se tienen que marchar porque no pueden vivir así”, continúa la portavoz vecinal del histórico barrio obrero de Zaramaga.

Sin plan en Ariznabarra

El discurso se repite a pies juntillas en Ariznabarra, desde donde la portavoz vecinal Ana Osaba advierte de que “la vida está en los barrios y es en sus necesidades cotidianas en donde el Ayuntamiento debería de estar poniendo el acento”. De todas las demandas históricas de este parte de la ciudad, al fin una ha sido respondida: la retirada del cableado aéreo. Una actuación que ella agradece enormemente, pero que no le hace olvidar las crecientes carencias que afrontan sus residentes por la falta de actuación institucional y, lo que es peor aún, por actuaciones perjudiciales. “Nos han hecho una puñeta muy grande al trasladar los servicios sociales de base a Pablo Neruda, en la zona de Txagorritxu. ¿Cómo va a ir una señora mayor hasta allí? ¿Se congela de frío hasta que pasa el periférico? ¿Y luego? Si ni con mapa se encuentra el sitio”, critica.

Ante el plan de rehabilitación que ahora se ha anunciado para Coronación, Osaba reacciona con prudencia. Su propia experiencia no pudo ser peor. El Renove del gobierno de Patxi Lazcoz contemplaba la transformación de la zona más vieja quedó en agua de borrajas porque los vecinos se negaron a dar el visto bueno si el Ayuntamiento no se comprometía a darle continuidad hasta llegar a todos los residentes que necesitaban las obras, y el compromiso nunca llegó.

“Y el Revive también ha quedado en nada. Algunos vecinos han puesto ascensor, pero queda entre plantas, con lo que no se resuelve el problema de accesibilidad. Otro bloque encargó un estudio a unos arquitectos que sí encontraron la manera de solventar ese problema, pero a un coste muy alto que la gente no podía afrontar con las ayudas municipales ni las del Gobierno Vasco. Porque ese es otro problema, que lo que se ha planteado hasta ahora era poco factible”, lamenta esta vecina de Ariznabarra.

Sus propuestas son las de siempre, pero sabe que muy pronto habrá quien le llame para volver a oírlas. Y ella las repetirá. Por qué no. Aunque la esperanza esté cada vez más devaluada, no queda otra alternativa. El qué se le va a hacer, habrá que acostumbrarse no va con ella ni con quienes engloban, y menos mal que existe, el movimiento asociativo de Vitoria.