La luz vuelve a apagarse. Es la tercera vez en diez minutos. ¿Una sobrecarga? Alguien se arranca con un jocoso “cumpleaños feliz”. Hay que tomarse el contratiempo con humor, aunque ralentice el trabajo. Casi todos, por suerte, encaran la recta final de su labor sin excesivas apreturas. En las paredes del pabellón número diez de la calle Barratxi rebotan ya los últimos sonidos de martillos, taladros y rotaflex, enredados con entretenidas conversaciones. Un año más, los hombres y mujeres encargados de la construcción de las carrozas que calentarán Vitoria durante el Carnaval se han esmerado. Horas y horas de tiempo robado al ocio y la familia han dado forma a grandes y vistosas estructuras de fantasía sobre ruedas con breve fecha de caducidad. Mano de obra gratuita que corta, suelda, forja y pinta por amor a la fiesta, a quienes la desean vivir desde dentro y quienes la contemplan al otro lado de la barrera. Un esfuerzo de pocos para el disfrute de muchísimos que se ve recompensado con el agradecimiento de los demás comparseros y los aplausos de los espectadores. Son, eso está claro, gente de buen conformar.

Fuera, el aliento gélido de la última borrasca mantiene incorrupto el edredón blanco en los arcenes del polígono industrial. Es tan poderoso que se siente dentro de la nave. Los voluntarios, sin embargo, no parecen notar demasiado el frío. Están ocupados en rematar sus obras. A la de Veracruz le quedan cuatro detalles tontos. Nada más finalizar el pasado Carnaval, la AMPA del colegio puso sobre la mesa varias propuestas y al final se decantó por la de un fan de Star Wars. Desde entonces, el lema en su nuevo periplo ha sido Que el Carnaval te acompañe. Un guiño al leit motiv de la saga espacial que ha tomado forma a través de una carroza que sólo puede gustar. En la parte delantera asoma una réplica perfecta del Halcón Milenario, obra de uno de los padres del colegio, de profesión ingeniero. En la trasera se ubica R2-D2, saludando a la retaguardia con su achatado cuerpo de droide, custodiado por un gran retrato de Darth Vader. “Iñigo es el que más se lo ha currado, porque tiene un taller, el material adecuado y sabe lo que se hace. Y los demás hemos sido sus pinches”, afirma Ovidio, erigido en portavoz del grupo de cuatro que en ese momento se encuentra en el pabellón trabajando. Desde que el 14 de diciembre el Ayuntamiento les dio las llaves del recinto, no han dejado de acudir. “Todos los días de ocho a diez, pero con la nieve no hemos podido venir con los coches y ahora estamos metiendo más horas”, explica.

Las tareas en Veracruz se han distribuido esta vez al estilo tradicional. Mientras ellos se manchaban las manos, las mujeres han sido las encargadas de organizar los disfraces y coordinar las coreografías, labor que comenzó hace ya unos meses. La mayoría de las 240 personas que integran la comparsa se enfundará en el uniforme de soldado imperial, “pero también habrá algún que otro señor oscuro y ciertos personajes de las películas”. Todas prometen un espectáculo marcial, como sólo La Guerra de las Galaxias podría regalar. “Esperamos que al público le guste el resultado porque así el esfuerzo merece más la pena”, apostilla Ovidio, “pero si no le gusta tampoco pasa nada, porque todo este curro que nos pegamos lo hacemos principalmente por nosotros mismos y por nuestra gente”.

Veracruz será la segunda comparsa en desfilar. Corazonistas, ubicada muy cerca en el pabellón, la duodécima. Lo hará con la consigna de Mulán, ¡corazón intrépido!, inspirada en la película de animación de Disney sobre la dinastía Han. “Siempre pensamos en temáticas que puedan gustar a nuestros críos”, especifica Félix, integrante de la comisión carnavalesca de la AMPA de este colegio y coautor de la carroza junto a otros nueve colaboradores. Se le nota satisfecho. Y debe estarlo. La carroza emerge contundente, llamativa, señorial, coronada por algunos de los personajes del filme, provista de luminosos colores dorados y verdes. poliespán y mucha madera para deslumbrar. “Ojalá sea así. La gente no es muy consciente de todo el trabajo que hay detrás. Nos lo curramos un 10% de todas las personas que luego salen a la calle. Y le dedicamos mucho tiempo, incluso días festivos, como Nochebuena o Nochevieja”, apostilla. No es raro que alguna vez, finalizado el Carnaval, tras desmontar la estructura y guardar mimosamente los elementos que servirán para futuros diseños, se haya cuestionado volver a repetir al año siguiente. Pero pasan unos pocos meses y, de pronto, vuelve a verse inmerso en el brainstorming. Y se deja llevar.

A muchos otros colabores les pasa lo mismo. Son gajes del oficio. Igual que engancharse a los partes meteorológicos. La lluvia es una amenaza siempre presente, como la criptonita para Superman, aunque no ha habido un solo Carnaval en el que el agua haya detenido a las comparsas. “Las previsiones están cambiantes. Ahora parece que el sábado aguantará y que el domingo algo nos mojaremos”. Manuel, presidente del Centro Gallego, comenta la jugada con bastante despreocupación. Seguramente ayuda el material escogido este año para los disfraces, totalmente impermeable. Y no es ése su único fuerte. A diferencia de otros colectivos, que compran a mayoristas, los integrantes de éste se han preocupado por realizar un diseño único que luego ha confeccionado una fábrica de Santander. La exclusividad es una de sus bazas. También la originalidad. Esta vez, la casa regional más marisquera de Vitoria ha escogido un tema que llevaba tiempo barruntando y que se ríe de sus propios chistes. “Siempre se ha dicho que hay gallegos hasta en la Luna, ¿no? Pues eso es lo que hemos plasmado”, apostilla el capitán. Él y los suyos saltarán a la calle, que al satélite no les da tiempo a llegar ya, con todo el pack espacial: astronauta, bandera gallega, robots, nave, extraterrestres y marcianas coreografías.

Los ocho voluntarios que han hecho posible la carroza charlan tranquilamente. Faltan muy pocos remates. “Ahora esperemos que guste a la gente, porque a veces es difícil transmitir todo el trabajo que hay detrás”, dicen. Unos metros más allá, el ritmo de trabajo es más intenso. La carroza de Scout Esperanza todavía está en fase de pintura. Y no hay tiempo que perder. “Aunque la experiencia nos dice que, pase lo que pase, siempre estás hasta el último día dando algún retoque”, reconoce Arsenio, uno de los veteranos en esto del Carnaval. Virginia y Eneko, monitores y jóvenes relevos de quienes se han ido jubilando, toman nota mientras le dan a la brocha. Ella, además, es pluriempleada. También se ha encargado, junto con otras compañeras, de preparar las coreografías, colgarlas en YouTube y en la página web del colectivo y de reunir a todos los comparseros para ensayarlas. “Es mucho trabajo desde que arranca el proceso creativo meses atrás, pero merece la pena. Nos juntamos personas de distintas edades, aprendemos mucho... Y cuando al fin llega el desfile del sábado, es una gozada”, apostilla la chica, sin perder ripio. Ya falta muy poco para que la agrupación convierta la ciudad en un safari al grito de ¡Hakuna Matata! ¡Vive y sé feliz en Carnaval!

Esta fiesta es lo que tiene. Que de sopetón lo mismo desata a las fieras que conquista el espacio que saca la espada o, por qué no, sube a los Alpes. El colegio Nuestra Señora de las Mercedes tiene ya todo preparado, pero todo, todo, para su desfile tirolés. “Somos trece en la Junta y éste es nuestro tercer año. Seis personas se dedican a la carroza y el resto a los disfraces y los bailes”, cuenta Ana. Dos trenzas la delatan. Justo antes de acercarse a la nave, había presentado el atuendo definitivo a la comparsa. “Y sí, parece que ha gustado bastante”. La coreografía también ha encajado rápidamente entre los participantes. Hace tres fines de semana comenzaron los ensayos y, aunque son seis las piezas y “con bastante dificultad”, todo indica que el grupo acabará dando el do de pecho.