la vida da muchas vueltas, pero Garoña da más. Tal día como hoy hace dos años, la central nuclear cesaba su actividad iniciando un camino que por aquel entonces parecía llevar a su adiós definitivo. La carretera era recta, pero el Gobierno de Mariano Rajoy plantó una señal de cambio de sentido y Nuclenor tardó bien poco en pegar el volantazo. Así, en el segundo aniversario de su parada, Santa María de Garoña está ahora más cerca que nunca de retomar su actividad, prolongando su vida hasta 2031 si se cumplen los deseos de Nuclenor. Un movimiento que extendería la vida del complejo nada menos que hasta los sesenta años.
Si el 16 de diciembre de 2012 la pregunta que muchos se hacían era cuándo bajaría Garoña la persiana definitivamente, ahora la incógnita a despejar es cuándo la volverá a subir. Pero concretar una fecha si quiera aproximada es imposible. En principio, todas las centrales nucleares tienen de plazo hasta diciembre de 2016 para adaptarse a las exigencias de seguridad derivadas del accidente de Fukushima, pero la propia Nuclenor ha adelantado que estaría en disposición de finiquitar todas las mejoras y adecuaciones post-Fukushima entre septiembre y octubre de 2015.
La partida de poker a tres bandas entre Nuclenor -propietaria de la central participada a escote por Iberdrola y Endesa-, el Gobierno de Madrid y el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) se encuentra a la espera de que estos últimos muevan ficha, aunque no es algo que vaya a suceder pronto. El pasado 30 de julio, dos meses después de la solicitud oficial para renovar la licencia de explotación del complejo, el CSN instó a la central a trabajar en una serie de requisitos adicionales, enumerados de forma clara en el documento denominado Instrucción Técnica Complementaria (ITC). El 30 de septiembre la empresa mandó al CSN toda la documentación requerida, con un plan de trabajo basado en 22 “exigentes” requisitos, según Nuclenor, agrupados en ocho áreas distintas: los asociados a la actual situación de cese de operación, los relacionados con la operación a largo plazo, las inspecciones y pruebas para verificar aspectos funcionales o de integridad estructural de la vasija del reactor, las modificaciones de diseño derivadas del accidente de Fukushima y de los resultados de las pruebas de resistencia europeas ante sucesos extremos como consecuencia de actos malintencionados, los relativos a factores humanos y organizativos, las verificaciones previas a la carga de combustible nuclear en el reactor, incluyendo las pruebas de arranque y las modificaciones de diseño identificadas por el CSN en 2009 pero no requeridas por el cese definitivo de explotación. Por último, se instaba al cumplimiento de otras instrucciones técnicas del CSN de ámbito general para todas las centrales nucleares en operación.
Con toda la documentación en su poder, el CSN se encarga actualmente de estudiarla y valorarla sin un plazo concreto para dirimir su decisión final. Dentro del Consejo de Seguridad Nuclear, la consejera y exministra socialista de Medio Ambiente Cristina Narbona ha dejado bien clara su postura, totalmente contraria a la reapertura del complejo atómico ubicado a cuarenta kilómetros de Vitoria y cerrado durante la legislatura de Zapatero, si bien dentro del órgano su postura no es la mayoritaria.
No es de extrañar, teniendo en cuenta que el CSN está formado por un presidente -Fernando Martí, propuesto por el PP tras ejercer de secretario de Estado de Energía con el ministro Soria-, y cuatro consejeros: Rosario Velasco , exdiputada del PSOE, Fernando Castellò, exconcejal del PP, Antoni Gurguí, de CiU, y la propia Narbona. La decisión del Consejo de Seguridad Nuclear sobre Garoña no es vinculante, pero su sí a la reapertura de la central traerá consigo de forma oficiosa el sí del Ministerio de Industria popular a la reconexión del complejo a la red eléctrica estatal.
trabajo diario Hace apenas dos semanas, Fernando Martí comparecía en el Congreso de los diputados para negar que el CSN estuviera recibiendo presiones del Gobierno de Rajoy para decantar su valoración final del lado de la reapertura, e insistió en que ésta sólo se produciría si se cumplen a rajatabla las condiciones de seguridad.
Mientras en Bélgica los problemas en las vasijas de las centrales de Tihange 2 y Doel 3, que comparten fabricante con Garoña, han propiciado su cierre definitivo a instancias de la Agencia Nuclear Belga -en Doel 3 se llegaron a detectar 8.000 fisuras-, la vasija del complejo burgalés se ha convertido en objeto de estudio e inspección para comprobar que ese problema no ha traspasado fronteras.
Inmersos desde hace 24 meses en un proceso de incertidumbre laboral, los 275 trabajadores de Santa María de Garoña acuden diariamente a sus puestos para realizar dos trabajos en uno, llevando a cabo labores de mantenimiento en previsión de la posible reapertura del complejo pero sin obviar un posible escenario de cierre definitivo. La piscina de almacenamiento, donde descansa el material nuclear trasladado en su día desde el reactor, aguarda noticias para saber si sus huéspedes vivirán una segunda juventud hasta 2031.
manifestaciones 730 días después de que la sombra nuclear se disipara, la tozuda realidad ha vuelto a golpear a las miles de personas que tantas veces a lo largo de estos años se han manifestado en contra de la amenaza nuclear. La más reciente tuvo lugar el pasado 8 de noviembre en la plaza de la Virgen Blanca, convocada por la plataforma Araba Sin Garoña, en la que las calles del centro de la capital alavesa recibieron a una cadena humana en contra de la reactivación del complejo.
Al mismo tiempo, los llamamientos a abandonar a las grandes eléctricas en beneficio de cooperativas de consumo se suceden desde plataformas ciudadanas y varios partidos políticos. Y es que, a punto de entrar en 2015, la ciudadanía se resiste a asumir que, después de todo lo costó cerrarla, Garoña esté a un paso de alzar de nuevo la persiana.
Dos años. El 16 de diciembre de 2012 la central de Garoña cesaba su actividad. Desde entonces ha permanecido abierta trabajando en dos escenarios: el posible cierre definitivo o una reapertura cada vez más cercana.
Fases. Nuclenor anunció que podría finalizar las adecuaciones de seguridad post-Fukushima en septiembre de 2015, aunque el plazo para las centrales finaliza en diciembre de 2016. Mientras tanto, el CSN estudia ya la documentación enviada por la central con el plan de 22 requisitos.