En estos tiempos de cambio climático no resulta extraño que un espacio como la sierra de Entzia e Iturrieta, sea valorado como un auténtico pulmón verde, pero más allá de estas contingencias contemporáneas, es preciso reconocer que esta sierra ha tenido un gran valor, desde tiempos remotos, para las gentes de la Llanada y de los valles de Arana y Laminoria, en la Montaña. Tanto es así que su aprovechamiento y administración adquirió una forma jurídica propia, la de parzonería.

Mucho antes de que eso ocurriera, allá por los siglos XIII y XIV, el pastoreo era una realidad en las sierras Entzia e Iturrieta, como demuestran los importantes restos megalíticos diseminados por ellas. Realmente estos montes no tienen diferenciación con las adyacentes de Urbasa y Andia, más allá de un muro de piedra construido en el siglo XX. Precisamente la aplicación del derecho germánico castellano, radicalmente distinto al pirenaico, tras la conquista y anexión por parte de Castilla, de esta parte occidental del Reino de Navarra, el año 1200, obligaría a los naturales del país a defender sus derechos por medio de esta figura jurídica de la parzonería.

Una parzonería es un condominio intermunicipal, esto es, una asociación de pueblos que ostenta conjuntamente la propiedad de un predio y ejerce, por tanto, mancomunadamente, el disfrute del mismo. La voz parzonería deriva del francés parçonier, que significa partícipe; parzoneros son, en consecuencia, los pueblos que participan en la propiedad y disfrute de las tierras compartidas. Hay que tener claro que la parzonería no es un reparto del monte entre una serie de entidades locales, sino una entidad en sí, una comunidad con una estructura concreta.

Esta denominación de lo que en otros lugares se conoce como mancomunidad, se circunscribe a una zona determinada entre Gipuzkoa y Álava. En total son seis, la Parzonería General de Gipuzkoa y Álava y la Parzonería menor o Komuntxiki, llamada también Parzonería de Gipuzkoa, integradas por los municipios de Idiazabal, Segura, Zegama, Zerain, San Millán, Asparrena y Zalduondo, que se encuentra en los montes de Altzania y Urbia; la de Apota-Ubarrundia, en las sierras de Aratz-Altzania, integrada por los municipios de Asparrena y San Millán; las otras tres corresponden a las sierras de Entzia e Iturrieta y son las correspondientes a ellas y la llamada de Montes Arriba, que es la de Atxuri y Gipuzkoarro-Nazazarra. Estamos hablando de una superficie total de 5.000 hectáreas, de las que el bosque, particularmente el hayedo, ocupa dos terceras partes del total y los pastos un 20%, correspondiendo el resto a una vegetación arbustiva de brezos, enebros y espinos.

Parzoneros Entre las entidades que participan de las parzonerías hay una distinción básica, las de puertos arriba y las de puertos abajo. Las entidades congozantes de Atxuri son las Juntas Administrativas de Kontrasta, Ullibarri-Arana, Alda, San Vicente de Arana, Roitegi y Onraita, es decir, las de puertos arriba o Entzia-Arriba. En Iturrieta participan todas las citadas entidades de Entzia-Arriba, más el Ayuntamiento de Agurain. Las entidades que participan en Gipuzkoarro-Nazazarra son Kontrasta, Ullibarri-Arana, Alda, San Vicente de Arana y Roitegi. En Entzia, además de los anteriormente citados, están también los Ayuntamientos de San Millán y Asparrena, teniendo el de Zalduondo derechos de pastos.

La presidencia de las parzonerías recae, de acuerdo con sus vigentes estatutos, que datan de 1987, en el alcalde de Agurain. Entonces se creó una gerencia a fin de gestionar y administrar los bienes de las parzonerías. En el aprovechamiento de las parzonerías se distinguen dos conceptos, el suelo, que corresponde al os pastos, y el vuelo, es decir, el arbolado. Desde 1860, el arbolado se divide en ocho partes, correspondiendo a las entidades de Entzia-Arriba 2/8, a Agurain 3/8 y a San Millán y Asparrena los restantes 3/8.

El conjunto de Entzia e Iturrieta, Andia y Urbasa forma una altiplanicice con una altitud media de 900 m. Sus cotas máximas son el monte Dulantz, en Nafarroa, de 1.239 metros y el Baio, en Araba, de 1.197. Se trata de un bloque calizo de carácter kárstico, por lo que son muy importantes las cuevas y corrientes de agua subterráneas. Un promedio de 4.000 ovejas latxas, un millar de vacas y cuatrocientas cabezas de ganado caballar pastan cada temporada en los rasos de las parzonerías.

Hasta tiempos tan recientes que muchos de sus protagonistas aún pueden contárnoslo, la vida pastoril era una realidad muy distinta a la actual. La principal diferencia radica en la extraordinaria evolución de las comunicaciones. En una época en la que sólo unos pocos disponían de vehículos particulares, el viaje de los rasos a los pueblos no se podía hacer, como ahora, diariamente. Como ejemplo, en Agurain nos cuenta un amigo cómo, de crío, bajaba y subía por la carretera del puerto de Opakua para hacer recados, tales como llevar tabaco y cosas así. El resto de los pastores vivían en chabolas, correspondiente cada una a una determinada majada. Las chabolas son propiedad de la parzonería y se cedían al pastor, tanto para su uso como vivienda como para la fabricación y almacenamiento del queso.

En el cambio de la vida pastoril también ha influido el hecho de que el oficio de pastor ya no resulta atractivo para los jóvenes, por lo que la edad de los pastores actuales se encuentra en una edad próxima a la jubilación. Esto ha hecho que muchísimas chabolas se encuentren actualmente en estado ruinoso.

La posesión de la teja Las chabolas son de planta rectangular, construidas con piedra y argamasa. La cubierta es a dos aguas, con la entrada perpendicular a la viga del caballete. Actualmente llevan teja, aunque no fue así anteriormente. Hasta principios de los años veinte del siglo pasado no se permitió cubrirlas con teja. Antes los techos se tapaban con tepes y brezo o con losas de piedra. Esto era así, según testimonio de un anciano pastor recogido por Aita Barandiaran, “para que nadie se hiciera propietario”, pues la teja significaba posesión. Estaba también prohibido cerrar con llave la puerta de la chabola, de esta forma, la puerta siempre estaba abierta. El interior de la chabola se distribuye en tres estancias, en una se encuentra la cocina, con fogón bajo, en otra duerme el pastor y en la tercera se encuentra la quesera o gaztategia.

En definitiva, estamos hablando de un mundo y de un modo de vida, el del pastoreo, que ha experimentado un cambio radical y que ya no volverá a ser el mismo. Sin embargo, eso no quiere decir que el mundo pastoril se vaya a extinguir, sino que debe evolucionar y adaptarse a los nuevos tiempos.

El extraordinario y merecido auge del queso de denominación de origen Idiazabal, elaborado por nuestros pastores, agrupados en la cooperativa Artzai Gazta, supone una excelente salida que anima a los jóvenes a dedicarse al noble oficio de pastor, aunque ya no se queden a vivir durante el verano en las chabolas, con respecto a las cuales se ha barajado la posibilidad de rehabilitarlas para su uso por senderistas, montañeros y amantes de la naturaleza en general. Nuevas soluciones para nuevos tiempos.