Suena un chirrido agudo. Los peatones se vuelven sorprendidos. Es el grito de auxilio del freno delantero de una bicicleta. Puede que los discos y las pinzas estén mal alineados. El ciclista pide disculpas con gesto apurado. Rescató la vieja BH del camarote tras dos décadas de polvoriento olvido y salta al oído que no anda del todo fina. Seguramente ésa sea la enésima vez en que, tras el quejido, anota en su cabeza que debe sacar tiempo para llevarla a revisión. Seguramente cuando al fin lo haga, descubra que había otras taras. Se trata de un caso hipotético, pero es muy típico de la realidad vitoriana. Aunque los desplazamientos a pedaladas están ganando adeptos a puñados, esa concienciación por una movilidad sostenible no termina de trasladarse al mantenimiento del vehículo que la hace posible. Los talleres especializados de Gasteiz, cada vez más y más atareados, admiten que demasiados clientes llegan cuando las zapatas ya no detienen la marcha, los cambios se atragantan o las cubiertas se quedaron sin dibujo. Deficiencias por una equivocada despreocupación que pueden pasar factura, sobre todo ahora que comienzan a acercarse los meses del año con las condiciones climatológicas más comprometidas.
“La gente no cuida las bicis tanto como debería, siendo como son vehículos”, advierte Rubén Antoñana, un joven que convirtió la crisis y los pedales en un cóctel de oportunidad en 2009, tras un ERE que le dejó en la calle. El resultado fue Green City Cycles, una tienda dedicada desde Zabalgana a la venta de bicicletas de ciudad y mixtas con un área de reparación que no descansa. “A la semana nos entran entre veinte y treinta bicis con diversas deficiencias y, ahora mismo, estamos dando cita para dentro de siete días. Si no cogemos más es porque no tenemos espacio ni recursos humanos. Seguramente cuando amorticemos toda la inversión que hicimos ampliaremos el local para poder dar el mejor servicio”, adelanta el joven. Puede sonar contradictorio que trabaje tanto cuando no existe una gran concienciación de mantenimiento, pero en realidad no lo es. La falta de una ITV a tiempo aumenta el riesgo de sufrir pupas reiteradas que al final obligan a pasar por el taller. En su caso, además, normalmente los ciclistas le demandan que solucione problemas muy concretos “de cambios, ruedas o frenos”, más que una puesta a punto completa de la máquina. “Aun así, yo aconsejo hacer dos al año siempre”, matiza.
Una revisión completa, si la bici no presenta graves problemas, cuesta en Green City Cycles entre veinte y cuarenta euros. Un desembolso no muy grande, pero mucha gente tiende ha resistirse. En ese escenario, Rubén ha de lidiar con averías más o menos laboriosas según el perfil del propietario. “Los chavales las suelen traer hechas polvo”, apuntilla, “mientras que los adultos son más cuidadosos”. La experiencia le dice también que demasiados gasteiztarras sólo reaccionan con preocupación cuando amenazan las multas, cosa que por ahora sucede con la iluminación, único elemento de las bicis cuya existencia y conservación está sujeta a normativa. “Hemos visto que viene la gente en busca del set adecuado por el tema de la ordenanza municipal, para que no le peguen el susto, aunque debería de hacerse por necesidad”, aclara. No obstante, también es cierto que, ahora que el día se está acortando, Rubén está notando un incremento de clientes en busca del alumbrado adecuado. La oscuridad genera miedo. Y el miedo, precaución.
La mayoría de vehículos que acceden al quirófano de Green City Cycles es de gama media y tipo urbano, en bastantes casos con varias décadas de antigüedad, clásicos como las BH, Torrot o Peugeot “que los dueños recuperan porque cada vez más personas quieren desplazarse sobre dos ruedas por la ciudad”. Parece que ése es el perfil habitual, pues también se cumple al dedillo en El Taller de Asier, negocio que esta semana ha cumplido tres meses. Su dueño, el que le da nombre, de apellidos García Casteig, sonríe con la satisfacción de haber acertado al abandonar su trabajo temporal y sin futuro para construir una nueva etapa en el número 1 de la calle Paraguay. Le sobra el trabajo. “Desde que abrí, me han entrado unas 450 bicicletas”, desvela, “y casi todas bastante cutres”. Por norma general, el ciclista vitoriano no quiere que su vehículo sin motor llame la atención “porque tiene metido en la cabeza que puede sufrir un robo en cualquier momento”, así que recurre a comprar propuestas de bajo precio o a desempolvar las que tenía “en el camarote o en el pueblo”. De ahí que muy pronto surjan goteras imperdonables.
En su breve pero intensa experiencia, Asier también ha notado que son muchos los gasteiztarras que conciben la bicicleta “como un juguete”. Y eso hace que no le presten la atención que se merece. “Por ejemplo, me preguntan por las cubiertas, les explico que las tengo de diez y de cuarenta euros, y me dicen que cuarenta euros no van a pagar. Puede que se equivoquen, porque a medio plazo compensa con creces, pero por otro lado hay que pensar que estamos en una época de crisis y que debemos comprender ciertas actitudes”, matiza el joven. Él, en cualquier caso, no se aburre de advertir de la necesidad de conservar las bicis en perfecto estado de revista, del mismo modo que se preocupa por que los ciudadanos aprendan a circular sobre dos ruedas de la manera más adecuada y aparcando los miedos. Lo hace a través de cursos de formación que imparte junto a otra empresa. “Y, aunque es costoso, estamos consiguiendo que la gente salte a la carretera”, aplaude. El suyo es espíritu ciclista cien por cien. Se nota desde la misma puerta del establecimiento, donde canda su bici sin que toque el suelo, y sigue en el interior, artístico, especializado, con singulares complementos, muy lejos de la imagen de los concesionarios tradicionales.
La singularidad constituye también, sin duda alguna, la seña de identidad de Joseba Gereta. Él es el fundador del primer servicio de reparación a domicilio de Gasteiz: Servi Bicis. “A domicilio, al trabajo, en mitad de la calle... Voy donde se me necesite con mi furgoneta”, apuntilla. La empresa empezó a rodar el 21 de julio, pero la idea se cocinó mucho antes. “Después de un tiempo en el paro, vi que el ámbito de las bicis ofrecía oportunidad de trabajar. Y decidí prepararme, pues aunque algo sabía vengo del mundo de la mecánica del automóvil. Hice dos cursos, uno básico y otro avanzado. Y, por otro lado, me informé de proyectos como el que yo quería poner en marcha, que ya existían en otros países. Tenía claro que no quería afrontar los gastos fijos que supone tener un local físico, pues ya había tenido una tienda y un bar y sabía lo que suponía, y también tenía claro que quería acercar el servicio al cliente”, explica. Por eso, en cuanto tuvo posibilidades económicas, dio el paso. Ahora, su objetivo es darse a conocer como cualquier taller clavado al suelo. “Estoy en las redes sociales, el boca a boca está funcionando y también va bien que se me vea por la calle con el rótulo tan llamativo que llevo, pero todavía me falta un poco”, admite.
Joseba es un profesional rebosante de consejos. Sobre todo, ahora que se aproxima el invierno. “Recomiendo a los clientes que hagan dos puestas a punto de la bici al año. Una en estas fechas es fundamental: frenos, cambios, zapatas y, especialmente, cubiertas, ya que con el agua, la humedad y demás, con un mal frenazo y unas ruedas desgastadas se te puede ir la vida. Así de claro. Y la siguiente convendría hacerla al empezar la primavera o de cara al verano”, explica. Sus advertencias suelen surtir efecto en los clientes, aunque es raro que a priori le llamen para una revisión integral. “Si tienes un coche y te dicen que a los 5.000 kilómetros hay que cambiar el aceite, lo haces sin dudar. Y si te dicen que tienes que pasar la ITV cada dos años, ni te lo cuestionas. Pero con la bici, aunque es un vehículo, no pasa eso. Probablemente la gente no es muy consciente de que está poniendo en peligro su seguridad. Hay quienes, por ejemplo, me dicen que para lo poco que la usan, no hace falta más. Pero ese poco ya es un riesgo”, subraya el profesional, quien por veinte euros se mira de arriba abajo catorce puntos de la máquina. “Un precio que merece la pena”, apuntilla, “ya que sólo el ajuste de frenos sale por 8,95”. Él es así de honesto. Le puede la preocupación. Por eso mismo, se ha provisto ya de un montón de kits de luces. Por la tarde ha empezado a ser de noche y son demasiadas las bicis que todavía circulan como faros fundidos por la ciudad. “Y ahora que empieza a oscurecer tan pronto, seguro que los policías van a empezar a enchufar multas, así que aunque sólo sea por el bolsillo, espero que la gente se equipe”, desea.