La muralla. Ana López decidió realizar la sesión fotográfica junto a las murallas de la antigua Gasteiz, un lugar al que siempre lleva a sus familiares y amigos porque le recuerda el antiguo pacto que Vitoria selló con el pueblo judío de respetar su cementerio tras su marcha de la ciudad. "La muralla me recuerda a esa historia, como si viera a aquellas personas despedirse de la ciudad desde aquí".

Supongo que ser gerente de un centro comercial de las dimensiones de El Boulevard es algo parecido a ser el alcalde de una pequeña ciudad, casi un microclima en sí mismo.

-Un centro comercial es una pequeña ciudad, sí, pero a la vez es un espacio más de ella. Digamos que Vitoria tiene varios centros de encuentro y uno de ellos es El Boulevard. Pero es cierto que desde allí ves cómo evoluciona el consumo, la percepción del cliente, los hábitos de compra...

¿Y cómo son los hábitos de consumo de los gasteiztarras?

-En general creo que la gente se ha vuelto más sensata en las compras. Lo hace con más cabeza, de una forma racional y no tan impulsiva. Ahora se compran cosas para que duren más. No se desechan tantas como antes. A lo largo de estos años de crisis económica y preocupación social la gente se vuelve más crítica, más exigente. También es cierto que el ciudadano de Vitoria es muy crítico en general, y eso se nota en su deseo de participación en las decisiones que se toman en la ciudad.

¿Gestionar un espacio como El Boulevard requiere tener manga ancha o mano de hierro?

-Bueno, esto es como todo. Somos un colectivo grande, unos 1.800 trabajadores cada uno de su empresa, y en total hay 150 empresas. Somos el tercer centro de trabajo de Álava después de Michelin y Mercedes, y eso exige una cierta disciplina, es verdad, pero también mucha comprensión y conocimiento de la actividad. Tienes que entender que lo importante es que los comercios puedan vivir y desarrollar su actividad permanentemente, aunque con unas normas básicas. Pero no, no creo que lo gestione con mano de hierro, no soy una persona autoritaria.

¿Cómo afronta un gestor ver más locales vacíos de los que le gustaría en su centro comercial?

-Es duro porque, independientemente de dónde esté el origen, es un fracaso de todos. Es muy duro tener enfrente a alguien que está perdiendo su patrimonio, su ilusión y su empresa en la que ha puesto tanto esfuerzo. Ahí hay mucha frustración por todas las partes, independientemente de si la causa es que el negocio está mal diseñado, mal dimensionado o no está bien enfocado al cliente.

¿Y qué siente cuando ve los problemas que sufren otros centros comerciales de la ciudad?

-No te alegras, ni mucho menos. Primero porque somos compañeros y todos hemos estado en el lugar de otro centro que sufre más. Además no es bueno para nadie que las tiendas cierren y los centros no funcionen. Otros no han hecho las cosas tan bien como las hemos podido hacer nosotros, pero cuanto mejor funcionen los formatos comerciales de la ciudad será mejor para todos.

¿Vitoria da para tener distintos centros comerciales de gran envergadura?

-Yo creo que sí, pero a lo mejor lo que ha pasado nos obliga a repensar un poco todo, porque seguramente para lo que no da Vitoria es para tener cuatro centros comerciales con la misma oferta, aunque siempre hay segmentos de mercado que no pueden faltar incluso ahora que el pastel se ha reducido. Ojalá todos encuentren la línea de negocio y el concepto adecuado para poder remontar, que seguro que lo harán.

Por curiosidad, ¿usted dónde hace la compra?

-(Ríe) Pues casi siempre en El Boulevard, porque cuando salgo de trabajar está ya todo cerrado. Pero no sólo allí, también compro en el centro y hay determinados productos que compro en sitios determinados, como en el barrio de Lakua, donde vivo.

Se han quedado con toda la oferta de cines de la ciudad, salvo los Florida que resisten en el centro.

-Pero eso ha pasado en casi todas las ciudades de España por la crisis del cine y la competencia de los medios digitales. Los que tienen más y mejores salas son los que se mantienen. En Vitoria la oferta de cines era excesiva, como se ha visto.

Las tiendas y negocios de Vitoria está sufriendo cada vez más, y además de la crisis el modelo de los centros comerciales también tiene mucho que ver. ¿Siente ese recelo?

-Creo que en los últimos años El Boulevard se ha consolidado como un espacio de Vitoria en el que ocurren muchas historias. Todos en algún momento de la semana quedamos allí por algún motivo. Eso ha ido calando en todos y ya no se nos percibe como una amenaza. El comercio es el oficio más antigua del mundo, aunque algunos dicen que es otro (ríe), y un centro comercial hace que la gente se quede en la ciudad en lugar de ir a otras del entorno.

Dice que ya no se les percibe como una amenaza.

-Realmente creo que no. Cuando te acusan de ser una amenaza para el comercio local te genera un poco de frustración, porque trabajas mucho y con ilusión, y cuando te hacen ese tipo de críticas sabes que no son ciertas. Un centro comercial hace ciudad, no la destruye. Lo que pasa es que la evolución del comercio es una realidad, no podemos engañarnos. El cliente demanda otras cosas. Cuando aparecieron los supermercados las tiendas de barrio sufrieron, pero el cliente demandaba más oferta y espacio y no puedes ponerle puertas al campo, no puedes parar la evolución. El centro comercial representa un comercio más moderno y eso obliga al comercio antiguo a repensar su modelo.

¿Y Zaramaga se ha visto beneficiado por tener un centro comercial o, por el contrario, ha acabado fagocitando a otros negocios del barrio?

-Yo creo que le ha afectado positivamente, sin ninguna duda. Zaramaga ha sufrido su propia transformación porque se ha ido vaciando de gente joven que se ha marchado a los barrios nuevos, y eso le ha obligado a pensar en un nuevo concepto de barrio para mantener y retener a la gente en Zaramaga. Nosotros en El Boulevard trabajamos con distintos grupos del barrio para ayudar a reinventarlo y aportar una imagen de modernidad a un barrio antiguo. Además, nuestra presencia ha hecho necesario que las administraciones e instituciones entiendan que el barrio necesita un nuevo proyecto.

Defíname Vitoria.

-Para mí Vitoria es un poco como Dinamarca, con esa forma de vida moderna pero que respeta lo antiguo. Yo venía de otra gran desconocida como es Tarragona, que es una ciudad a la que le pasa lo mismo que a Vitoria, que no se conoce.