todos los tópicos de la fiesta. Ni uno más ni uno menos. La provincia entera vuelve a comprobar lo predecible que se presenta el santo Prudencio cada vez que decide abandonar su retiro celestial para regocijo de sus patrocinados. Que si santo meón, que si paraguas como perretxikos, que si caracoles en remojo... Un largo etcétera de sitios comunes pergeñados por esa entelequia a la que se denomina sabiduría popular. Pero, así son los habitantes de este pequeño terruño, apegado como pocos a la tierra y a sus tradiciones como guías para abordar una época inabordable. Una forma de ser propia que disfruta de los usos y costumbres enraizados en el devenir de los siglos. San Prudencio. Armentia. La retreta y la tamborrada. El saber hacer de los fogones de las sociedades gastronómicas. La verbena en las campas. El paseo de San Prudencio asumiendo el rol principal de la calle Dato, al menos, por unas horas. La basílica y el respeto institucional. El ocio nocturno. La artesanía. Los talos. El buen comer y el buen beber. Propios y extraños. Abuelos y nietos. Los que llegan para disfrutar y los que se van de vacaciones, para disfrutar igualmente.
En cada tarde-noche de cada 27 de abril, el territorio histórico muda su piel para enfundarse la de fiestas. Sí, en plural, que para gustos están los colores. Los sones de la retreta acostumbran a delimitar el terreno de cada familia festiva. Los hay que sienten la llamada de los trompeteros y atabaleros como dogma religioso y que combaten a los que se desvían de los preceptos de la santa tradición con el mismo ímpetu que la Inquisición gestionaba a los impíos que dudaban de la única fe. Estos cohabitan en el tiempo con aquellos que sólo entienden lo que se dicta desde las barras de tascas, bares, bodegones, pubs y garitos de toda índole. Son los que no pierden ocasión de aprovechar la arribada del santo en su formato más canalla. No en vano, la noche de ayer y la madrugada que transita hasta la jornada de hoy son de las que están marcadas en rojo en los calendarios de los jaraneros casi profesionales, fundamentalmente, en los de la mayor parte de la chavalería.
Fiestas. Tantas como alaveses. Tantas como oportunidades. Tantas como formas de ver y de aguantar estos días. Jornadas que los alaveses dedican a la mayor gloria de su patrón y que incluyen muestras grandilocuentes de buen cenar y de buen beber en sus diferentes variables, cada cual, diseñada ex profeso para personalidades, edades y gustos particulares. Las ganas de fiesta... Se dan por descontadas. Aunque los chuzos caigan de punta, nunca han fallado los ahijados del santo en tal día como hoy. Al menos, los que se han quedado por estos lares, ya que la diáspora ha sido numerosa aprovechando otra de las virtudes del santo varón: su ubicación en el calendario, que permite a quien se lo puede permitir tomar las maletas y salir a disfrutar de otras latitudes. Así que no es de extrañar que ayer ciertas calles capitalinas, habitualmente anegadas de coches y de una circulación emponzoñada, amanecieran vacías de ruido y de malos humos y preñadas de espacio para aparcar sin necesidad de recorrer la fisonomía gasteiztarra a la busca y captura de unos metros cuadrados en los que poder estacionar.
Sea como fuere, lo cierto es que los escenarios de la fiesta vuelven a cambiar su fisonomía habitual para recordar que hoy es fiesta grande. Armentia y el centro, haga el tiempo que haga, volverán a vestirse de gala para honrar una forma de entender la fiesta única. Romería y celebraciones católicas, talos y sidras o txakolís, rosquillas, aurreskus y ofrendas y respeto forales... Cuando amanezca hoy ya se habrán extinguido los repiques de la tamborrada senior de la madrugada. Sin embargo, el zortziko Álava volverá a musicalizar las calles con notas de fiesta, preámbulo de la tamborrada de los Biznietos de Celedón y de la de los txikis, ideada ésta para fomentar la cantera y asegurar los sones del futuro. Quien quiera también podrá madrugar para disfrutar de toda una jornada de celebraciones, danzas, herri kirolak, verbena y fiesta, sobre todo, mucha fiesta, que es lo que se espera en el epicentro de Armentia. Claro está, si el tiempo lo permite. El santo decidirá.
No en vano, para hoy se espera una jornada en la que la fiesta tendrá que sobreponerse a los elementos, como de costumbre. Pero en estas lides, los alaveses tienen las de ganar. El frío se combate con la estrategia de la cebolla, que dicta que, en simétrica proporción, serán necesarias tantas capas de ropa como grados de menos señalen los termómetros y calorías de más hayan ingerido los organismos en las horas precedentes. Respecto a la lluvia, ésta se combatirá con ese despliegue de gracia que sólo quienes se han criado entre lloviznas y aguaceros conocen y que, en la práctica, consiste en saber compaginar el paraguas en una mano y el talo en la otra mientras se tercia un vaso con néctares variados.
Escenarios Cierto es que la bajada de temperaturas y el regreso puntual del invierno a esta desconcertante primavera puede asustar a más gente de la debida, que serán los que se ausenten de las campas entre los puestos de rosquillas, talos, ropa, baratijas y demás parafernalia o de los lugares de ocio habituales que la capital elige cada vez que hay que festejar, si es que se entiende esta forma verbal por compaginar la ingesta de bebidas espiritosas solo, en pareja o en cuadrilla con la virtud de reeditar en locales oscuros y colapsados la posición de las sardinas cuando éstas se adocenan en latas para su venta al público y con la costumbre de martillear los tímpanos con sones diversos, que podrán ir desde el perreo reggaetonero hasta el tun tun patrio, en el que los alaveses en este día, en armonía y buena unión, celebran fiesta a San Prudencio.