Todos los centros educativos de Álava parecen estar condenados a soportar el bache temporal de la crisis. Pero para la ikastola Argantzon, caminar sobre el alambre es ya "una forma de vida". Once años después de su puesta en marcha, profesores y familias siguen luchando por que cada día el recinto abra las puertas. Formar parte de Trebiño es un problema. La Junta de Castilla y León incluyó a la escuela dentro de su red porque el enclave en el que se ubica pertenece administrativamente a Burgos, pero no sólo le ha negado ayudas a lo largo de este tiempo sino que logró judicialmente que Euskadi tampoco pudiera hacerlo vía concertación. Para colmo, el Gobierno Vasco todavía no ha encontrado otras fórmulas económicas que faciliten la continuidad de la ikastola. "Pero creemos que existen alternativas y sólo pedimos un esfuerzo para que las encuentre", piden los afectados, cansados por las trabas pero no rendidos.

Este centro educativo, constituido jurídicamente como asociación de padres y madres, nació por iniciativa de la Federación de Ikastolas de Álava y el Ayuntamiento de La Puebla de Arganzón. Para entonces, ya se había detectado dentro del enclave un interés por la enseñanza en euskera. Una encuesta posterior confirmó la percepción. "Me llamaron en mayo de 2003. Yo estaba en Armentia y me propusieron dar un empujón a este reto. Dije que sí y empezamos a ponernos en contacto con todas las familias de La Puebla y Trebiño tirando de padrón", explica el director de la ikastola, Ekaitz Lotina. El germen ya estaba, pero la suerte se puso de su parte cuando la escuela que había funcionado hasta entonces en el pueblo cerró sus puertas por falta de demanda. "Si hubiera seguido funcionando", apostilla el joven, "seguramente este proyecto habría sido inviable".

La ikastola levantó la persiana en octubre de 2003, en un edificio próximo al actual. Al año siguiente, por falta de espacio, se mudó a la ludoteca de la Casa Consistorial. Y para 2005, pasó al recinto definitivo. Mientras tanto, el número de alumnos no dejó de crecer. Arrancó con once niños de 0 a 3 años y ahora son treinta, con cinco aulas de 0 a 6. "Estamos muy contentos con la respuesta de las familias. Mientras en Vitoria han bajado las matriculaciones de 0 a 3 años, aquí se han mantenido", explica Ekaitz. El éxito, eso sí, es fruto de un sacrificio constante. Como todos los centros educativos, el de La Puebla ha de enfrentarse a numerosos gastos. Sólo en la hipoteca del inmueble, que acaba dentro de seis otoños, se deja la friolera de 30.000 euros al año. No obstante, a diferencia del resto, el apoyo institucional aquí no existe. No lo ha habido hasta ahora ni se espera un cambio en el horizonte más cercano.

La Junta de Castilla y León "siempre se ha opuesto" a conceder ayudas a la ikastola, por muchas veces que desde Argantzon le hayan insistido. "Su argumento es que ya hay un centro en la localidad de Trebiño y nos dicen que no tienen problema en pagarnos el autobús o el comedor para desplazar a los niños hasta allí. ¿Pero no les supondría lo mismo que esa ayuda que estarían dispuestos a darnos para que los niños fueran a ese colegio la dejen aquí?", se pregunta Ekaitz. Amaia Ullibarri y Amaia González, dos madres de la ikastola, asienten con una sonrisa esclarecedora. Todos saben que la respuesta está en los tradicionales enfrentamientos competenciales y políticos que existen entre la comunidad a la que pertenecen y a la que querrían pertenecer. "Si Trebiño fuera Álava", apostillan, "no estaríamos hablando de todo esto". Más aún, hace tiempo que habría sido posible implantar Primaria y aquí ya estarían formándose cien niños.

Para la ikastola Argantzon no existen las ayudas del Gobierno Vasco para las aulas de 0 a 3 años, que supondrían un ingreso fantástico de 100.000 euros, ni las que se conceden por niño, ni las contempladas para financiación de obras, ni las destinadas a las familias. Es inevitable preguntarse, entonces, cómo se mantiene el centro. Una fuente imprescindible procede de los propios padres y madres, con cuotas que oscilan entre los 150 y 190 euros en el ciclo de 0 a 3 años, y de entre 85 y 95 en el de 3 a 6. También resulta fundamental el apoyo que llega del Ayuntamiento de La Puebla, que abona los gastos de mantenimiento -agua, luz y calefacción- y remite parte de la cuantía destinada por el Gobierno Vasco a todos los consistorios para el fomento del euskera. El problema es que esa asignación siempre fluctúa y normalmente para mal. Al principio la cuantía ascendió a 75.000 euros, durante la legislatura de Patxi López bajó a 40.000 y ahora se sitúa en 60.000. "Y lo que nosotros nos planteamos, ya que Castilla y León impide el concierto, es que se refuercen vías como ésta para que nos llegue algo más de dinero", propone Ekaitz.

La sugerencia parece haber caído en saco roto. Por eso, este centro continúa echando mano de otras alternativas para mantenerse en pie. Las líneas de crédito son inevitables, pero la dependencia va más allá de las entidades financieras. "Si no fuera por la caja de solidaridad de las ikastolas vascas, no existiríamos", admite el director. Hay meses que no llega para abonar los sueldos de los seis docentes, por lo que toca echar mano de la hucha. Y eso que este gran equipo de irakasles, aitas y amas procura "hacer cosas para buscar dinero y no solamente pedir". A lo largo del año se desarrollan distintas iniciativas para obtener ingresos, como la venta de prendas infantiles, la txozna de las fiestas, los sorteos de Navidad y la celebración de la ikastola. Además, una vez al año se reúnen todas las familias y profesores para organizar una comida popular y, aprovechando la excusa, se dedican a arreglar aquellos materiales o espacios estropeados.

"Somos una gran familia", reconocen las dos madres, muy satisfechas de haber matriculado a sus txikis en la ikastola a pesar de todos los obstáculos. Amaia Ullibarri reside en un pueblo de Ribera Alta y, aunque por zona le correspondía Nanclares de la Oca, se decantó por esta otra alternativa para sus dos hijos debido a las alabanzas que había oído acerca de la calidad en la enseñanza y por el entorno privilegiado en que se haya el edificio, en plena naturaleza. Amaia González vive en Burgueta, por lo que escogió este centro por cercanía y para que sus dos niños -también en eso coinciden- aprendieran euskera. "Y estamos encantadas, por el trato que reciben, por cómo se orientan los métodos de aprendizaje, no tan sujetos al sistema tradicional sino encaminados a favorecer su autonomía y desarrollar su personalidad", afirman.

Da gusto oír a la familia Argantzon hablar de su ikastola, porque es capaz de evaporar por un rato los nubarrones que siempre amenazan el lugar. Las dos amatxus mencionan con orgullo a los profesores, "terriblemente involucrados", mientras Ekaitz recibe las lisonjas con cierto sonrojo. No obstante, si alguien trabaja por amor al arte, es él y sus compañeros. "Nuestro problema es que al principio funcionábamos de forma alegal y hasta 2011 no fuimos reconocidos, lo que significa que si quisiéramos optar a un trabajo en la red pública apenas tendríamos puntos y nos veríamos al final de la lista. Claro que yo no me quiero marchar...". El director y los actuales irakasles sienten el proyecto emprendido "como propio" y se entregan con pasión a su cometido.

"Dan a los niños mucha confianza en sí mismos para que fortalezcan su autoestima, aprovechan sus motivaciones para que aprendan, les animan a moverse, disponen de una gran libertad por el sitio donde están, por lo que no hay necesidad de tener que planificar con gran antelación una excursión al río. Van a coger cerezas, a ver gallinas, a recoger flores ...", subrayan las dos Amaia. Además, los niños de las distintas edades interaccionan entre sí en los espacios comunes, ayudando los mayores a los pequeños. El resultado es una base de formación afectiva, cognitiva, física y social, a partir de la cual "todo lo demás resulta más fácil". Una gran ikastola a pesar de las trabas o, precisamente, por lo mucho que pesan.

alumnos. Esta ikastola arrancó su andadura con apenas once niños y niñas. Ahora estudian treinta.

euros. Sólo la hipoteca anual del inmueble alcanza esta cifra. La ikastola no tiene apoyo institucional.