parece que al alcalde Gasteiz, como a la madrastra de Blancanieves, no le gustan mucho los espejos. Ni siquiera los que se colocan en la vía pública por motivos de seguridad. Y eso a pesar de que en la capital alavesa la mezcla de un diseño urbanístico en ocasiones inadecuado y un edificio diseñado en pleno baile de San Vito convierte en una epopeya sacar el coche de sitios, como por ejemplo, algunos garajes. Dispuesta a evitar sufrir problemas de seguridad por culpa de una visibilidad inadecuada, una comunidad de vecinos solicitó al Ayuntamiento el permiso necesario para instalar un espejo frente a la puerta del estacionamiento. Tras estudiarlo detenidamente, los vecinos consideraron que, a tenor del sentido y la velocidad con la que los coches circulaban por la carretera, el mejor lugar posible para facilitarles la visión desde sus coches cuando salían era una farola situada justo enfrente.

El coste correría en su totalidad a cargo de la comunidad, que tras la solicitud oficial aguardaba ya el visto bueno del Consistorio puesto que, como puede observarse a lo largo y ancho de la capital alavesa, es una evidencia irrefutable que Vitoria está llena de este tipo de espejos cóncavos en farolas y otros elementos del mobiliario urbano municipal. Y lo están porque, al fin y al cabo, es un simple y crucial elemento de seguridad vial tanto para conductores como para ciclistas y peatones. Así las cosas, los vecinos del bloque de pisos esperaban recibir el permiso sin grandes contratiempos al tratarse de una cuestión de seguridad.

La respuesta municipal fue breve pero intensa. "La colocación de un espejo, como criterio general, se autoriza en la salida de garajes colocándose en la propiedad del solicitante, no en al vía pública", les respondió el Ayuntamiento. El caso llegó a manos del Síndico, Martin Gartziandia, que se reunió con los responsables del servicio de Vía Pública municipal para recabar información al respecto.

Según recoge el defensor vecinal, en el encuentro los técnicos le trasladaron que la negativa a colocar estos espejos en farolas o elementos de la vía pública era un criterio que "venía de lejos", sustentado en "evitar en lo posible la colocación en la vía pública y en las calzadas de objetos extraños o ajenos al mobiliario urbano o a la señalización vial". A la comunidad de propietarios se le presentó así una diatriba de esas que te obligan a elegir entre lo correcto y lo necesario. Según ellos eligieron lo segundo. Según el Consistorio, ni lo uno ni lo otro. Asumiendo que la colocación del espejo cóncavo en un punto de su edificio era un movimiento inútil porque la visibilidad seguiría siendo inadecuada, los vecinos decidieron colocar el objeto de la discordia en la farola y que fuera lo que Dios quiera, entendiendo "Dios" como sinónimo de Ayuntamiento.

Ahora, y con el citado caso como ejemplo de duelo a muerte entre una tal vez demasiado estricta ordenanza municipal y un acto de seguridad vial, el Síndico gasteiztarra, pide al Ejecutivo local que "regule las condiciones y trámites para obtener una autorización para la instalación de espejos cóncavos en la vía pública por parte de comunidades de propietarios" en zonas de escasa visibilidad. En otras ciudades su colocación se permite con el abono correspondiente de una tasa municipal, previo estudio de su emplazamiento. En Vitoria, sin embargo, el proceso es mucho más corto.