Vitoria
El pulso comercial de Vitoria languidece cada vez que cierra uno de esos locales que construyeron el paisaje de la ciudad cuando apenas levantaba cabeza. Latidos que suenan más huérfanos desde que comenzó la crisis. Las vacas flacas han intensificado el gran problema de las tiendas emblemáticas y familiares de la ciudad: la falta de relevo generacional. Hace apenas unos meses que Ibarra, ese histórico rincón de Postas donde aún se hacían trajes a medida, bajó la persiana para siempre. Su vecino de portal, Javier Ustaran, lo mira de reojo y suspira, con resignación más que con tristeza. Él será el próximo. "El día 30 de enero cumplo 65 años. Y cuando despache todo el género... Adiós", confiesa. Siete décadas de trayectoria, iniciada por sus padres, y un cartel de despedida que reza Cierre por jubilación. Es un resumen muy injusto para un comercio que vistió, y qué bien lo hizo, a tantas señoras de la capital alavesa.
"De los orígenes no te puedo contar mucho, yo era muy pequeño", avisa el comerciante al otro lado del mostrador, con más tiempo ocioso del que le gustaría desde que llegó la crisis. Sus padres fueron quienes instalaron en los bajos del número 17 de la calle Postas la tienda, dedicada inicialmente a los bolsos y la mercería. Lo hicieron en 1943, el año más lluvioso de todos los conocidos hasta la fecha, en plena postguerra, una época en la que Vitoria apenas contaba con 50.000 habitantes. En esa pequeña pero prometedora ciudad retratada en blanco y negro, el matrimonio Ustaran supo exprimirle el jugo a su tienda y no dudó en especializarse en ropa de mujer en cuanto "aparecieron los contratos de concesión". Pronto, la pareja abriría otras dos tiendas. Y sus hijos, Esther y Javier, se sumarían al negocio. Una familia unida y muy trabajadora.
Hubo épocas dulces. "Yo entré hace cuarenta años y los mejores tiempos fueron, sin duda, desde la década de los ochenta hasta el 2000, aun con la crisis de los noventa", afirma el minorista. De hecho, él y Esther se desprendieron durante ese tiempo de las dos tiendas que había abierto la familia más allá de Postas. "Nos iba bien con una sola", matiza Javier, "y preferíamos trabajar menos y vivir más tranquilos". A partir de 2005, no obstante, los hermanos Ustaran empezaron a percatarse de que el trajín ya no era el mismo ni la caja daba los resultados de antaño. Los hábitos de consumo estaban cambiando a pasos agigantados a la vez que proliferaban las franquicias a bajo precio. "Antes la gente tenía mucha menos ropa pero de mejor calidad, el factor por el que siempre habíamos apostado nosotros, además de que había menos tiendas entre las que elegir. Y ahora sucede lo contrario. Hay más oferta y la gente prefiere comprar barato y cambiar rápidamente de vestuario", reconocen.
Los hermanos aguantaron el cambio de costumbres gracias a que su especialización les permitía tener un buen número de clientas fieles, pero entonces estalló la crisis. "Y desde el año 2008 ha sido durísimo", confiesa Javier. Algunas de esas señoras que se vestían gracias a Moda Ustaran han de utilizar sus ahorros para ayudar a los hijos en paro y otras, asustadas por los posibles recortes de las pensiones, optan por no sacar la cartera. Ahora, esta emblemática tienda suele estar demasiado tranquila. Y, lo que es peor, el pequeño comerciante ha dejado de disfrutar como lo hacía antes. "Ya no es divertido y, aunque por un lado da pena echar el cierre, por otro ya hay ganas", afirma. Es el fin de una etapa. O, más bien, de una historia. No hay pariente a quien dejar el testigo y la lonja no pertenece a la familia. Quién sabe qué será de ella a partir de ahora.
Las nuevas tendencias marcan la apertura de nuevos negocios, alejados en ocasiones del sabor tradicional de Vitoria. Alimentación Basterra cerró el 25 de julio de 2012 y hace unos meses que la lonja se deslegañó en forma de pizzería. No se parece en nada, para desgracia de los abuelos nostálgicos que cada día se sientan en los bancos de la Virgen Blanca a hablar y recordar. El negocio ya extinto abrió allá por 1948 en la calle Zapatería número 2 y en 1992 se mudó a la plaza estrella de Gasteiz. Para entonces el negocio lo regentaba ya la segunda generación, Félix. Un hombre que supo continuar la filosofía impuesta por su padre. "Él buscaba calidad y los mejores productos, y yo hice lo mismo. Acertamos y siempre tuvimos mucha clientela y muy buena", afirma el tendero.
Con Alimentación Basterra sucedió lo mismo que con Moda Ustaran. "Mis hijos no han podido seguir y no he encontrado quien tome el testigo, pero yo ya tengo ganas de jubilarme. Son catorce horas al día de trabajo", explica Félix, deseoso de descansar. La falta de relevo generacional es el mal endémico de las pymes, aquí y en todas partes. Según datos de la Comisión Europea, cada año se pierden 150.000 empresas, desvaneciéndose a su vez 500.000 empleos, porque no hay mecanismos adecuados para la transmisión de negocios. Además, el imparable proceso de envejecimiento de nuestra sociedad hace que para muchos comerciantes la jubilación suponga el fin del local por el que se dejaron la vida. Y la crisis no hace más que postergar la apertura de otros negocios en su lugar o de que los que abran no tengan la larga trayectoria de sus antecesores.
Basta con pasear por las calles de Vitoria para descubrir decenas de carteles de Cierre por jubilación y otros tantos locales con las persianas comidas por las telarañas. Y basta con buscar en Google para descubrir que hay personas al borde del retiro intentando aprovechar el tirón virtual para vender o traspasar sus locales. Los hay de todos los géneros y en casi todos los barrios de la ciudad: la panadería de Agustín Bejarano en la calle Gorbea, Degustación Dulantzi en Felicias Olabe, Solina en Heraclio Fournier, el Club Manila en Nueva Dentro... Como siempre, no obstante, los finales de locales históricos son los que más le duelen a la ciudad. Ya no existe Basterra ni Ibarra, pero tampoco la Carnicería Manolo que tan fantástico género despachaba en Correría 45 desde el año 1950, ni Vistemas, que abrió en Postas en 1963, o Belakortu Kirolak, ese local de equipamiento deportivo fundado en 1914 que con el cambio de siglo se convirtió en bazar chino. Desaparecieron y, si volvieron, lo hicieron tan cambiados que resulta imposible reconocerlos. Ahora, ya sólo quedan en la memoria, ésa que siempre dibuja los recuerdos en blanco y negro sea cual sea el tiempo que nos toque vivir.