Gasteiz. Es la segunda línea de Tuvisa que más viajeros traslada a diario, después de la Periférica, y también una de las dos que más estrés genera a los chóferes, amén de las ya conocidas quejas de los usuarios por el servicio. El autobús número 6, el que une Arkaiate y Zabalgana es, junto al 7 de Sansomendi (ahora Borinbizkarra/Salburua), el que peor servicio presta a los ciudadanos.

Ambas líneas son también las que más dolores de cabeza dan cada día a los conductores, según el comité de trabajadores. "Son los itinerarios más estresantes, el de Arkaiate/Zabalgana por la densidad de pasajeros y el de Borinbizkarra/Salburua por los problemas circulatorios. Un ejemplo, desde la calle La Paz hasta Sansomendi tenemos cinco confluencias con el tranvía, lo que significa que se nos cierra el semáforo hasta que pasan los vagones, y eso nos hace perder varios minutos", explica Miguel Aransay, del comité de empresa.

Sin embargo, los problemas de la línea 6 no se ciñen a una única cuestión, sobre todo a su paso por Zabalgana -apunta Aransay-. Y vecinos y chóferes lo saben, y lo comentan a diario en el autobús. Demasiados usuarios para un recorrido con 47 paradas, más las ocho de la lanzadera de Aldaia. Y en todas tiene que detenerse el bus porque se sube y baja gente. En horas punta, los vehículos van completos, eso si hay suerte y pasa uno articulado, de los largos. De lo contrario, hay que apretujarse como sardinas en lata.

Además, al ser barrios jóvenes, muchos de los usuarios son padres con hijos pequeños que viajan en cochecito o silla y escolares que acuden al colegio. Factores todos ellos que dificultan, y mucho, a los chóferes completar el recorrido entre la calle Oion y los últimos bloques de Arkaiate en cuarenta minutos, como está estipulado. "Y más ahora que el itinerario se ha ampliado y en el mismo tiempo tenemos que recorrer un par de kilómetros extra, más allá de bulevar de Salburua".

El follón en el interior del autobús número 6 comienza a primera hora de la mañana. La entrada a los colegios es la hora más conflictiva. De 8.00 a 8.25 horas, todos los autobuses van a tope y, aunque Tuvisa refuerza habitualmente los itinerarios con vehículos especiales, "a veces no se da abasto". Consecuencia: los usuarios se cabrean porque llegan tarde al trabajo cuando no pueden subir al bus y tienen que esperar en la marquesina a que pase el siguiente. Y los chóferes se arman de paciencia, parada tras parada, sobre todo cuando coinciden más de dos sillas de ruedas o cochecitos de niños. Las plazas son insuficientes y es habitual ver cada día a padres que esperan y esperan en la parada hasta que llega un autobús con huecos libres, así que muchos se van andando.

"Además, el de los cochecitos es un problema de difícil solución" -apunta Aransay- "porque no se puede homologar un vehículo de la noche a la mañana para meter cinco o seis sillas más". Este año, precisamente, Tuvisa va a probar en uno de los urbanos la posibilidad de ampliar los huecos disponibles -ahora son dos- y, en función del coste que suponga, el Ayuntamiento decidirá si la medida se extiende o no al resto de vehículos de la flota de Agirrelanda.

Con todo, la L-6 continúa su trayecto por Ariznabarra, la Avenida y Adriano VI hasta que llega a la plaza Lovaina, un punto negro del itinerario, que desespera a chóferes y usuarios. Cruzar la rotonda se convierte en horas punta en una odisea. "Nos juntamos hasta tres autobuses, parados frente al disco rojo hasta que pasa el tranvía; si a esto sumamos que en esa zona hay colegios, el tráfico se multiplica porque los padres llevan a sus niños en coche hasta la puerta, y el tiempo del viaje se ralentiza", detalla el conductor.