vitoria. ¿De qué hablamos cuando decimos agricultura familiar?
Es un modo de producción agrícola en el que la base de la explotación es una familia, que ha ido evolucionando, así como las explotaciones, pero al final hay un núcleo familiar del carácter que sea que es el que se hace cargo de la explotación: de las compras, de la producción, de las ventas... No significa que sea exclusiva, porque a veces hay apoyo exterior, o son más de una familia las que se juntan, pero el concepto se desarrolla en torno a la unidad familiar.
Por tanto, ¿en Euskadi el sector agrícola es básicamente familiar?
Sí. No me atrevería a hablar de porcentajes, pero sería más del 90%. Cuando no son familias individuales son familias unidas o cooperativas, pero básicamente es la familia, en una, en dos y en tres generaciones.
¿Por qué es tan importante reconocer esta labor con iniciativas como el año internacional?
Porque es el modelo dominante. Si estamos hablando de producción de alimentos y de ocupación del espacio, un porcentaje muy grande en el mundo está ocupado por explotaciones familiares. Estamos hablando de 2.500 millones de familias. Casi la mitad de la población vive de la agricultura familiar. ¿Por qué un año internacional? Los estudios mundiales dicen que no estamos hablando de una agricultura del pasado sino del futuro. Y si queremos que lo tenga, hay que hacer frente a los retos que se plantean y son muchos.
Empezando por que no hay relevo generacional...
Entre otros. Nosotros hemos identificado siete retos fundamentales. Por una parte, hay tres en torno al acceso a los recursos naturales como la tierra y el agua, que a veces son escasos o se compite con otros que pueden pagar más, y el acceso a una financiación y a una tecnología adecuadas. En definitiva, el agricultor necesita recursos productivos. También precisa de acceso a los mercados. Aquí, por ejemplo, el agricultor está disperso para vender y el comprador, muy concentrado, lo que provoca un trato desigual. En otros lugares ni siquiera tienen infraestructuras para acudir a los mercados. Y, por último, hay otros tres aspectos: los jóvenes, que van a apostar por la agricultura si le ven un futuro equiparable al de su entorno; las mujeres, que son las agricultoras por excelencia pero muchas veces se les priva de derechos; y las organizaciones de agricultores, que deben ser sólidas y fuertes. Además, esto debe ir acompañado de unas políticas públicas que contribuyan a hacer frente a estos retos y a solucionar los problemas, porque muchas veces buscan favorecer a las grandes compañías que van y vienen en función de la rentabilidad.
Sí, pero la agricultura familiar que se practique aquí, con la que se desarrolle en Venezuela, presentará bastantes diferencias.
Sí, pero bastantes problemas son comunes, aunque de distinto grado, porque en algunos sitos el acceso al agua es más complicado y en otros no pueden lograr la financiación, pero todos se sienten identificados con estos siete retos.
¿Cómo se definieron?
Empezamos en el 2008 con una campaña a nivel mundial. Cuando se presentó el tema a finales de 2011 en las Naciones Unidas en Nueva York, había 360 organizaciones de 60 países involucradas. Desde el Foro Rural Mundial lo que hacíamos es animar y coordinar. Además, Bilbao acogió en octubre de 2011 un congreso mundial sobre agricultura familiar en el que el 45% de los participantes eran de 47 países. Hubo una gran presencia de organismos internacionales como la FAO y allí se analizaron todos los retos y se identificaron estas siete áreas.
¿Con qué objetivo?
Nosotros lo que decimos es que los primeros que se tienen que creer que tienen futuro son los propios agricultores. Y dentro de los agricultores, sobre todo, las mujeres y los jóvenes. Ahora, además, hemos añadido un nuevo componente que va a ser determinante en los próximos meses y años: el empleo. Tenemos que conseguir hacer una buena agricultura que ofrezca posibilidades de empleo a muchos jóvenes y mujeres, sobre todo en países en vías de desarrollo, donde no tienen otras oportunidades.
¿Aquí también es posible crear empleo en torno a la agricultura?
También, aunque no vamos a volver a tiempos pasados. Pero el desarrollo de la tecnología no tiene que ser de destrucción de empleo, tiene que favorecer un modo de vida con una tecnología apropiada.
¿Qué acciones se van a llevar a cabo a lo largo de este año?
Lo primero que hay que hacer es una identificación de problemas con un diagnóstico consensuado. Para eso, se han creado en muchos países, ya llevamos en torno a los 50 pero creo que llegaremos hasta los 70-80, un comité nacional en el que se reúnen los distintos agentes para hacer un diagnóstico común, presentar unas propuestas y lograr un compromiso de los políticos para llevar a cabo políticas concretas. Ese es uno de los objetivos. El otro, avanzar en la sensibilización social. Tiene que haber mucho ruido para que la gente valore lo que aporta el agricultor en conservación de medioambiente, en el mantenimiento de la cultura...
¿Cómo vive la sociedad la agricultura familiar?
No muy bien. Si recuperamos el prestigio social de los agricultores, habremos dado un gran paso. El agricultor se va a sentir como lo que es, una profesión valorada por la contribución que realiza. Pero eso se ha perdido demasiado rápido y no se recupera de la noche a la mañana. Hay que efectuar mucha labor de sensibilización. Pero en la medida en que el agricultor tome conciencia de lo que representa para el futuro y la sociedad lo valore, habremos dado un gran paso. Eso luego hay que convertirlo en una vida digna y para ello hay que resolver los problemas mencionados.
¿Qué supone para Euskadi que una asociación vasca como es el Foro Rural Mundial haya liderado todo este movimiento?
En gran parte, nosotros creemos que estamos contribuyendo fundamentalmente al sector agrario vasco, al sector agrario mundial y a la lucha contra la pobreza. Por otro lado, que Euskadi cuente con una organización con prestigio en el ámbito internacional a la hora de gestionar proyectos en los organismos internacionales, como la FAO o la ONU, es bueno para todo el mundo en el sentido de que el gran reto que tenemos es hacer bien las cosas. Supone que se hable en positivo en organismos internacionales de una iniciativa que tiene su sede en el País Vasco.
¿Cómo resumiría en una idea el año internacional?
La idea es que supone una gran oportunidad porque la agricultura familiar precisa de un proceso de cambio y de mejora para que tenga futuro. Para ello hay que hacer frente a los problemas que tiene y en esta lucha todos somos necesarios.