Gasteiz. Son historias bonitas y atemporales, hechos que suceden de forma periódica en todas los rincones del mundo y que ponen una nota de color y alegría, y más en estas fechas navideñas, al oscuro mundo que cada día reflejan los periódicos y canales de televisión. Ayer sucedió en Vitoria. La línea 7 de Tuvisa circulaba sin novedad reseñable, en torno a las 10.15 horas de la mañana y a la altura de la calle Paula Montal, cuando los pasajeros advirtieron al chófer de que una mujer se acababa de poner de parto y de que el bebé parecía tener prisa por venir a este mundo, según informa Efe.

En esas situaciones en las que hay que actuar rápido y con decisión, el conductor, José Manuel, cogió el toro por los cuernos, echó mano de su teléfono móvil y avisó a la Policía Municipal de que salía disparado hacia Txagorritxu con la joven parturienta, de 31 años, y con el resto del pasaje del urbano, que sin duda vivió ayer una experiencia difícil de olvidar.

José Manuel pidió escolta policial para circular como si de una ambulancia se tratase y así, mientras el autobús se desviaba de su recorrido y enfilaba el camino hacia el centro hospitalario, dos patrullas salían a su encuentro para abrirle paso desde la calle Duque de Wellington hasta las mismas puertas del Hospital de Txagorritxu, donde la chica fue montada en un coche policial y trasladada hasta el acceso de Urgencias. La mujer fue ingresada, ya perfectamente preparada para traer al mundo a su bebé en las mejores condiciones posibles.

Ayer sucedió en Vitoria, pero este tipo de historias son relativamente frecuentes. Sin ir más lejos, el pasado 25 de noviembre los Bomberos de Zaragoza demostraron su polivalencia ayudando a parir a una mujer que rompió aguas en el ascensor de su casa y que no podía llegar hasta el hospital. El pequeño Jorge nació sin problemas en su casa y posteriormente fue trasladado junto con su madre a un hospital. Hace ahora un año se dio en la localidad sevillana de El Coronil un caso aún más llamativo. Una mujer se puso de parto en su casa, de repente, sola, con la puerta cerrada por dentro y su niño de dos años junto a ella. Había roto aguas y no se podía mover. Aquello pintaba mal.

Por el tragaluz Efectivos de la Guardia Civil llegaron tan rápido como pudieron, trataron de forzar la puerta del domicilio particular sin éxito, y entonces los agentes decidieron subir a la azotea de la casa de al lado, saltaron un muro y llegaron hasta un tragaluz de la vivienda de la joven madre. Los agentes rompieron el cristal, se descolgaron hacia el suelo y se encontraron con la que probablemente fue la situación más memorable de sus carreras.

El bebé acababa de nacer y su hermano lloraba junto a él desconsoladamente. Los guardias civiles abrieron la puerta a los servicios de emergencia y tanto la mujer como su hijo fueron trasladados a un centro hospitalario, mientras que los agentes se quedaron cuidando del otro menor.

Hay más casos similares. El pasado mes de marzo, una patrulla de agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza, el Seprona, también de la Guardia Civil, se encontraron en una carretera de Huelva con una mujer de 20 años que estaba dando a luz allí mismo. La joven se había puesto de parto mientras conducía y no pudo continuar hasta un centro hospitalario.