vitoria

Los políticos de Reino Unido fueron los primeros en usar el término brotes verdes para indicar signos de recuperación económica tras una crisis. Y se precipitaron. Apenas habían empezado los noventa y el mundo trataba de digerir el estallido de la burbuja inmobiliaria de Japón y las tensiones del precio del petróleo provocadas por la Guerra del Golfo. A principios de 2009, Estados Unidos recuperaba la metáfora y España la hacía suya al poco tiempo. Otra vez, de forma equivocada. Apenas había transcurrido un año del crac financiero. Cuatro ejercicios después, la expresión vuelve a estar entre nosotros. Y ya nadie se la cree, aunque vaya a crecer la economía un 1%, que es lo que anunció hace poco el Gobierno de Rajoy, o un 0,5%, como estima ahora Bruselas. Los macroporcentajes no tapan una realidad cotidiana que en Álava está llena de muchos y grandes obstáculos que amenazan con continuar. Jubilados, familias y jóvenes reconocen a DNA que "no se ve la luz al final del túnel".

El pesimismo recorre toda la pirámide poblacional como si fuera una epidemia, empezando por quienes se pensaron que disfrutarían del mismo margen para medrar -o más- que sus padres. "Habrá jóvenes optimistas con esto de los brotes verdes, pero el sentir general es el contrario. Y la pena es que los datos ratifican que vamos cuesta abajo", lamenta la presidenta del Consejo Vasco de la Juventud, Itsaso Andueza. El empleo o, más bien, su falta, es el principal quebradero de cabeza de las nuevas generaciones "porque no tener trabajo conlleva que no estén garantizados otros derechos, como el del acceso a la vivienda, lo cual deja a la gente en una situación vulnerable". Aunque en el penúltimo trimestre del año se ha percibido una cierta mejoría, el desempleo juvenil "ronda el 30%". Además, casi todos los que sí trabajan lo hacen con contratos temporales, han de aceptar sueldos inferiores a los 16.000 euros anuales y no tienen más opción que acceder a puestos que requieren menos formación de la que han adquirido.

Las medidas impulsadas por las administraciones y el tejido empresarial para fomentar el empleo juvenil son remedios envenenados, según Andueza, porque facilitan la puesta en marcha de becas, prácticas... "Y no decimos que se haga con mala voluntad, pero el resultado es que se fomenta la precariedad y eso acrecienta todos los problemas que se derivan de no tener una estabilidad", explica. Los datos que maneja desde su oficina indican que sólo el 18,3% de los vascos se va de casa antes de los 30 años "y desde 2010 la tasa va cada vez a peor". La falta de posibilidades en el Estado ha alimentado la fuga de cerebros, aunque esa marcha conlleva también sus riesgos, y ha animado al emprendizaje, como si aventurarse con nuevos negocios fuera triunfo seguro. La presidenta del Consejo alerta de que "desde las instituciones se está dando mucho bombo a eso de emprender, pero no es tan fácil ni tan exitoso como se cuenta, porque existe una cara b".

La sensación de la presidenta es que "aunque vaya a mejorar la economía a gran escala, las condiciones laborales de los jóvenes van a seguir igual o empeorando". Por eso, anima a las nuevas generaciones a sustituir el pesimismo por el inconformismo "para hacerse oír" si quieren vislumbrar una salida. Más aún cuando una mejoría en su situación repercutiría directamente en casa. Hoy en día, hay cada vez más abuelos que mantienen a hijos e hijos que mantienen a nietos, pero es difícil saber cuánto aguantará la cadena. "La sociedad se sostiene por ahora en la solidaridad intergeneracional, pero no vemos brotes verdes y cada vez es más difícil", advierte Natalia Díez-Caballero, directora de Hirukide, la Federación de Familias Numerosas de Euskadi. La tremenda tasa de desempleo "ha vuelto a la normalidad" tras el periodo vacacional, los trabajadores autónomos de viejos o nuevos negocios "siguen viendo cómo el crédito no fluye" y muchos padres asalariados han sufrido un empeoramiento de sus condicionales laborales. Un cúmulo de malas noticias "mientras la vida sigue subiendo".

El incremento del IVA ha supuesto un "tremendo mazazo", puesto que se nota mucho "en la cesta de la compra, la factura del agua, en la luz...". Para demasiados hogares, el ocio tiene ahora el letrero de prohibido. "Olvídate de ir al cine", ejemplifica Díez-Caballero. La crisis obliga a priorizar gastos y a gastar con cabeza. Pautas que, no obstante, siempre han seguido las familias numerosas por su condición. Según explica la directora de Hirukide, "estamos muy acostumbradas a recortar de lo que es más subsidiario, a sacar más provecho al dinero, pero también es cierto que ahora te preguntas "¿más todavía?". No es fácil". Todos los gestos cotidianos han de medirse al milímetro y, aun así, hay que aceptar que "no queda más remedio que dar de baja a los hijos de la actividad extraescolar" o que toca "comprar rodilleras" para seguir reciclando los pantalones. "El ingenio se agudiza una barbaridad, ya que no queda otra opción", admite esta madre.

El futuro a medio plazo parece que pinta tan oscuro como este presente lleno de trabas y, cuando al fin empiece la recuperación, probablemente el ciclo volverá a repetirse. Siempre ha sido así. Por eso, Díez-Caballero anima a las familias a reflexionar, desde el poder que les da ser la institución natural en la que se fundamenta la sociedad. "Tenemos que darnos cuenta de que, al margen de los errores en instancias superiores, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, de que quizá podríamos haber hecho mejor las cosas, de que cometimos errores y, sobre esa base, replantearnos nuestras acciones desde la base de la solidaridad y de la economía del bien común", aconseja. La directora de Hirukide tiene claro que hay que "sacar el optimismo que está ahí en el fondo por esas personitas que tenemos en casa". Eso sí, sin anular la capacidad crítica. "Aunque debamos darnos a nosotros mismos un toque de atención", matiza, "también hay que exigir responsabilidades a los de arriba porque la familia siempre acaba pagando los platos rotos de sus errores".

Los que han llegado a peinar canas tienen claro que a la sociedad le iría "mucho mejor" si los políticos gestionaran los dineros públicos como ellos capitanearon sus casas. "Siempre gastamos de lo que había y nos quitábamos de muchas cosas para intentar ahorrar, pensando en el futuro, pero éstos siempre recurren a medidas cortoplacistas y a veces temerarias", critica el presidente de Las Cuatro Torres, Antonio González Cabezudo. Desde que la crisis abofeteó Vitoria, su despacho "parece un confesionario" donde las personas mayores desahogan su rabia y confiesan sus dificultades. "Te cuentan unas cosas que se te cae el alma a los pies. El otro día una señora me decía que no podía más, que los hijos están parados y que las cuatro pesetas que tenía ahorradas ya se habían consumido. Y como ese caso hay muchos otros de gente que se está quitando hasta de comer para ayudar a pagar la hipoteca de los suyos", alerta el portavoz de la asociación alavesa de jubilados, pensionistas y viudas. Es tan dramático el entorno que pisa que no duda en asegurar que "los brotes verdes anunciados ni han llegado ni llegarán en cuatro días".

Hace tiempo que se dejó de utilizar el término tercera edad, porque los abuelos viven más y en mejores condiciones, pero hoy en día resultaría más equivocado referirse a ellos como la edad de oro. "Eso ya pasó. Ahora somos la tercera edad amargada. Tenemos que ayudar a los hijos económicamente, cuidar a los nietos... Con lo mal que lo pasamos de jóvenes y ahora, después de cotizar durante cuarenta años, nos fastidian la recta final de nuestras vidas", reprocha el presidente de Las Cuatro Torres. Las pensiones subirán un 0,25% el año que viene, pero el anunciado incremento suena a pitorreo "porque la vida lo hará aún más, así que la realidad es que el poder adquisitivo va a seguir bajando". Los abuelos están hartos de "sentirse engañados" y exigen a los responsables políticos que "se pongan a trabajar". Antonio cuenta que "la gente de la asociación se queja mucho de todas esas tertulias de la radio y la tele, donde los políticos y periodistas no hacen más que tirarse los trastos a la cabeza y enredarse en polémicas que no van a solucionar el problema principal de la ciudadanía". Y ese es el paro, un drama que recorta, si lo hubiera, cualquier brote verde.