Queda mal decir que no votas, eriza el pelo del oyente, que luego dirá cosas como que "si no votas luego no te puedes quejar".
Nunca he entendido esa idea si, desgraciadamente, no votar no exime de pagar impuestos con que financiar familias corruptas, acatar leyes injustas y asumir cada vez más prohibiciones. Si no votar implicara salirse del sistema que propicia lo anterior, en este país no votaba ya ni dios.
Por otra parte, el soniquete de que todos los de derechas votan y gracias a la abstención, siempre de la izquierda, suben a los altares electorales. A los de derechas les gusta votar, eso es verdad, y se nota: de hecho, en estas tres últimas décadas de democracia sólo han ganado partidos de derechas, qué cosa.
Son curiosos comentarios sobre algo que, más que un derecho, parece una obligación. No digo yo que en las municipales no tenga su morbo, porque se ve el resultado del voto: que se salve o no un parque, por ejemplo.
Sin embargo en las generales hay muchas cosas que no entiendo. Por ejemplo: cómo los de allí les dejan hacer campaña a los de aquí si son todos demostradamente inútiles: llevan décadas diciendo que si se comían algo allá, Trebiño Araba izango da, y todos iban a traer de Madrid cofres y cofres llenos de oro para soterrar el tren.
Al final, la mayoría de las cosas se hacen con el dinero de casa. Y no entiendo por qué partidos independentistas se presentan para ser elegidos en Madrid si se supone que no es su país. Y tampoco entiendo por qué, si muchos de ellos reniegan de la casa real española, no reniegan de su congreso.
O por qué la gente tiene tanto miedo a decir a quién vota. Y no es por el terrorismo, que en Valladolid también se callan. "El voto es secreto" es una máxima y en un país libre nadie debería tener miedo a represalias.
Y no entiendo el porqué de votar si en breve Europa puede quitar al del sillón y poner a uno de su condición. Y menos entiendo todavía que no exista una ley, o yo al menos no la he encontrado, que establezca un quórum para que la elección sea legítima. Si sólo voto yo, mi partido gobernará. Superdemocrático, oye.
Nosotros no ganamos nunca. En las elecciones, los únicos que se juegan algo son los profesionales, es su juego. Por eso me encantan las elecciones, porque son los únicos momentos en los que veo a los políticos acojonados. Aunque me quedo con una vieja sentencia que resurge cada cuatro años: si votar sirviera de algo, no nos dejarían votar. Y por cierto, ¿por qué no recuperamos el Derecho Pirenaico? La genuina forma de gobierno de los vascos es sinceramente democrática y justa. ¿Por qué no?
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