Vitoria. El Casco Viejo pedalea por fin hacia un nuevo aparcabicis, la segunda parada del pionero programa Txirrindu engendrado hace tres años por la Agencia de Revitalización Integral de la Ciudad Histórica (Arich). Las obras para la transformación de la lonja anexa al número 47 de la calle Nueva Dentro están a punto de llegar a su fin, así que con casi toda seguridad abrirá sus puertas a lo largo del mes de septiembre. Con sus más de 66 metros cuadrados, este espacio dará servicio a cuarenta personas del barrio que han hecho del vehículo más sostenible del mundo su forma habitual de desplazamiento pese a que los pisos en los que viven carecen de facilidades -ascensor o camarote- para guardar cómodamente en ellas las dos ruedas.

Precisamente la detección de esos obstáculos, junto al gran uso de la bicicleta por parte de la vecindad de la colina y la apuesta de Vitoria por la movilidad sostenible, fue lo que llevó al Ayuntamiento a plantear la creación de aparcabicis en los bajos de inmuebles del Casco Viejo gestionados por los propios vecinos. Desde entonces, nadie ha dudado de la importancia del proyecto, convertido en un modelo sin precedentes a nivel estatal, aunque en todo este tiempo la dificultad -según la Arich- de dar con lonjas de titularidad municipal adecuadas ha ralentizado el desarrollo de la iniciativa. El primer aparcabicis abrió a principios del año 2009, en el portal 81 de Cuchillería, con capacidad para medio centenar de usuarios. Más de dos años después, desembarca el segundo.

A falta de los últimos detalles, el resultado de las obras salta a la vista. La nueva parada de Txirrindu es una diáfana y práctica bicilonja, con la fachada principal de cara a Nueva Dentro y acceso por los números 8 y 9 del cantón de San Francisco Javier. Las barreras arquitectónicas del local han desaparecido para facilitar el acceso y la circulación interior. Dentro, los usuarios dispondrán de guías de sujeción para colocar los vehículos en las paredes y de aparcabicis en el suelo, así como de taquillas. Por fuera, la imagen de la fachada deja claro el propósito del local, con una imagen muy similar al que funciona en el número 81 de Cuchillería: cristalera opaca y vinilos decorativos, marca de la casa Txirrindu.

El modelo de gestión también se repite. Los usuarios deberán constituirse en comunidad y funcionarán de forma autónoma, al estilo de una comunidad de vecinos. Una exigencia que seguro que están deseando empezar a cumplir. Los vecinos que disfrutarán del local se agruparon allá por el año 2008 para elevar la solicitud a la Arich, puesto que la propia sociedad municipal había mostrado su voluntad de trabajar a demanda. Sin embargo, han tenido que armarse de paciencia para verla materializada. En principio, se dijo que la bicilonja iba a abrir en el año 2009 aprovechando un local que el Departamento de Cultura ocupaba en esa calle, pero surgieron obstáculos que obligaron a estudiar otros emplazamientos. Y la tarea se alargó más de lo previsto. Según explicaciones de la Arich, debido a que no son tantas las lonjas que cumplen los criterios del plan: sólo pueden ser candidatas aquellas que por sus características resultan poco atractivas para acoger comercios, oficinas o restaurantes.

En cualquier caso, a pesar de no estar desarrollándose tan rápido como al principio se esperaba, el proyecto de bicilonjas del Casco Viejo puede seguir presumiendo de ser el primero del Estado y un espejo para otras ciudades que se han embarcado en actuaciones en favor de la movilidad sostenible. Ha seducido, entre otros, a la asociación de ciclistas urbanos con más rodaje: el Bicicleta Club de Catalunya, que incluyó la iniciativa en el Libro de la Bicicleta, un manual elaborado para el Instituto de Edificación y Ahorro de la Energía por encargo del Ministerio de Industria. Su importancia, no obstante, va más allá de la función evidente que cumple. Al margen de facilitar el uso de la bicicleta, estos espacios autogestionados estrechan las relaciones de los residentes y alimentan la vida de barrio. Pura revitalización social a pedaladas.