Son el símbolo de la paz, pero a las palomas les acaba de declarar la guerra el Consistorio vitoriano. En especial, a las que se afincan en el alféizar y cornisas de los edificios más emblemáticos o susceptibles de deterioro. Este último caso es el que sucede en la residencia Los Molinos, donde ya no basta con hacer ruido para ahuyentarlas. No quieren volar del nido porque su persistencia ha aumentado al ser éste su lugar preferido para dormir o incluso criar.

Dado que sólo las medidas extremas pueden contribuir a evitar que usen sus huecos preferidos, el Ejecutivo municipal elegirá este lunes en la Junta de Gobierno Local a qué licitador corresponde instalar un alambre con púas para evitar que en este equipamiento municipal se produzcan más las molestias derivadas de sus inquilinos alados. Y éstas no son pocas: corrosión, degradación, mal olor derivado de la acumulación de heces e incluso descolocación de tejas.

En total, los gastos para reparar la cubierta y colocar este sistema antipalomas hará desinflar las arcas municipales 101.549,09 euros, según la cifra que baraja el Departamento de Mantenimiento de Edificios Municipales.

Pero no hará falta más porque la amortización de este dinero está más que asegurada. De hecho, no son pocos los inmuebles de la capital que dan cuenta de su eficacia, vistos los buenos resultados que ha tenido en el Parlamento Vasco. Allí no les han vuelto a ver las plumas desde que lo pusieron justo debajo de la pequeña hilera que sobresale justo debajo de las ventanas de su segunda planta.

No en vano, los pinchos antipalomas son una de las maneras más sencillas de evitar su presencia. Su sistema está compuesto por un conjunto de púas de acero inoxidable que se proyectan hacia fuera en todos los ángulos. De esta manera, el alambrado actúa de barrera física y evita su posicionamiento en el lugar en el que está instalado, ya que tienen la altura y flexibilidad necesaria para que esto no suceda.

No menos importante es que las puntas de las púas son redondeadas para evitar dañar a las tórtolas que intenten acercarse. Lo malo es que pueden aprovechar los espacios para rellenarlos con restos y porquerías para hacer sus nidos, por lo que es necesario limpios y controlarlos regularmente. Pese al coste de su colocación y que requiere un mantenimiento periódico, la ventaja es un control permanente.