vitoria. Cómo celebrar unas fiestas dignas y no morir en el intento. Los responsables de que los barrios de Vitoria se pongan en danza a lo largo del año podrían escribir una novela que comenzara así. Si fuera por el dinero que concede el Ayuntamiento, el programa no pasaría de la media página. Y ahora que la crisis aprieta, los patrocinios y las colaboraciones de los comercios y la hostelería han caído en picado. Pero estos entregados vecinos no se rinden. Meses antes de las efemérides, inician las reuniones para decidir los actos, patean las calles, llaman a mil puertas... Un gran esfuerzo con resultados más o menos humildes pero llenos de ilusión que todos los gasteiztarras pueden palpar durante estos días en Judimendi, Lakua-Arriaga, Ariznabarra y San Martín.

"Tenemos que trabajar mucho, mucho. Y darle a la cabeza", asegura Aitziber Berrostegieta. Ella es una de las diez personas integrantes de la Comisión de Fiestas de Judimendi, un órgano creado dentro de la asociación del barrio para alegrar a los vecinos durante seis días. Lo consigue haciendo virguerías. La partida de 9.970 euros que el Ayuntamiento ha habilitado este año se la han comido los conciertos. Y a esa cantidad ha habido que añadir otros 6.000, mezcla de patrocinios, buenas ideas y colaboración desinteresada, para que no falten la morcillada, la dantza plazan, el Gargantúa o el asado de pintxos. "Con la crisis, la participación ha sufrido un bajón importante. Ya no puedes convencer a una peluquería de que se implique si sabe que no va a a hacer caja. Así que en vez de eso hacemos sorteos de cenas, camisetas...", explica la joven, en sus quince minutos de respiro diario.

Ni antes, ni durante ni después de las fiestas de los barrios, los organizadores descansan. Primero hay que perfilar la programación, luego vigilar que todo marche según lo previsto y por último remitir las facturas al Ayuntamiento para recibir el 20% restante de la subvención. Así funciona el sistema en líneas generales, aunque luego cada colectivo presenta sus peculiaridades. En el caso de Judimendi, el grupo se reúne de enero a abril cada quince días para definir la agenda, y de abril a junio una vez a la semana. Además, cada persona asume la responsabilidad de una o varias actividades desde su inicio hasta su final. Parecido es el sistema en Ariznabarra, aunque la Comisión de Festejos de este barrio -creada hace cinco años al margen de la asociación de vecinos- arranca en marzo, para luego poner el turbo. Por lo demás, mismo sentimiento. "Hay que moverse mucho. Más aún con la crisis", afirma uno de los seis miembros, Javier Arnai.

Este año, Ariznabarra no ha logrado sacarle ni un céntimo a Caja Laboral y la aportación de Caja Vital se ha recortado un 70%. "Así que ha habido que llamar a un montón de puertas y conseguir una gran implicación por parte de los bares", apunta este integrante de la Comisión, que se ha gastado finalmente 18.000 euros en las actividades festivas. Por eso, Arnai, al igual que Berrostegieta, lamenta que muchos vecinos no sepan agradecer el esfuerzo. "Es que no saben cuánto cuesta organizar un cartel y cuánto cuestan las cosas". El presidente de la asociación Ipar-Arriaga, Ángel Lamelas, da algunas pistas. "Cuatro hinchables, un día, 1.200 euros. La orquesta, 3.000. Tres días de discoteca móvil con fiesta de la espuma, otros 3.000. La actuación de los magos, 1.100. La de salsa y merengue, 800...". Y sigue la lista.

Lamelas coincide con sus colegas de oficio en la dificultad cada vez mayor para cerrar un cartel digno. "No obstante, agradezco el esfuerzo de los comercios y bares del barrio. Cada uno aporta lo que puede: carne, cepillos de dientes, chorizo, caramelos, vino, leña para la hoguera, chocolate.... Y no se les puede pedir más, porque la crisis ha hecho mucho daño", apunta el presidente de Ipar-Arriaga, quien si algo tiene claro es que la bajada de Juanito debe ser siempre perfecta "porque los niños la esperan con muchísima ilusión". Por eso ayer mismo gastó de donde pensaba que ya no había para poder lanzar regalos desde la balconada. "Y ahora a supervisarlo todo". Son historias de una gente nacida para alegrar el espíritu vecinal en época de vacas flacas.