A RIZNABARRA celebra desde ayer sus 50 años de vida. Este barrio gasteiztarra conmemorará durante la próxima semana con música, exposiciones o charlas que ha superado el medio siglo. La asociación vecinal Gazteluen Auzoa recordará de esta forma los orígenes del enclave, sus primeras reivindicaciones y las quejas pendientes. La zona no ha cambiado tanto, así que tampoco costó echar la vista hacia atrás para vislumbrar los retos que quedan por delante.

Ya en 1937 había registros de un tal Arinavarra que con el tiempo acabó, como Judimendi, incorporando una z a su nombre. Allá por 1948 se elevaba en el Casco Viejo de la zona la casa de Ocharan, después derruida. Poco después se construiría el primer bloque. Sin luz ni agua. Por tanto, está claro que Ariznabarra ya ha superado los 50 años, pero la actual asociación del barrio ha tomado como referencia para esta conmemoración la fecha de creación de la asociación de cabezas de familia, en 1961. Por aquel entonces, sus luchas eran para lograr una acera de hormigón desde la calle Castilla hasta Castillo Quejana, para que todo el barrio compartiera un solo televisor -que se instaló en el teleclub, en los locales de la asociación- o para contar con un teléfono público.

Éstas son algunas de las anécdotas recogidas en el libro 50 aniversario Ariznabarra-Prado, editado por la actual asociación vecinal, patrocinado por la obra social de La Caixa y que ayer se puso a la venta por el módico precio de 2 euros. Una recopilación de recuerdos, anécdotas e imágenes históricas del barrio.

El libro fue uno de los platos fuertes de la jornada. Las celebraciones arrancaron a las 12.30 horas en el salón de actos del centro cívico -al que acudieron más de 150 personas, la mayoría familias- con la lectura del pregón, a cargo de la periodista Edurne Baz, quien explicó que "hace ya más de una década que no resido en el barrio, pero todavía considero que en Ariznabarra está mi casa". Baz, cuyos padres y abuelos residen en la zona, relató cerca de 50 razones para acudir al barrio. Desde las tardes pasadas con los amigos en los bancos de la iglesia a la caminatas hasta el colegio Miguel de Cervantes o los veranos pasados en las piscinas de Mendizorroza.

La cita también sirvió para recordar los retos que Ariznabarra tiene por delante. No en vano, se trata de uno de esos barrios obreros con los que, como en más de una ocasión ha reconocido el gabinete Lazcoz, la ciudad tiene "una deuda pendiente". Una amplia representación política acudió, por cierto, al inicio de las celebraciones. En el centro cívico se pudo ver a concejales como Juan Carlos Alonso, Joaquín Esteban, Maite Berrocal, Javier Maroto, Idoia Garmendia, Leticia Comerón, Iñaki Prusilla o incluso a la diputada foral de Cultura, Malentxo Arruabarrena.

Para todos ellos, en general, hubo mensajes recordando los problemas que arrastra el barrio. Como la necesidad de soterrar el cableado eléctrico -la reinvidicación que se ha convertido en el santo y seña de la zona-, de adecentar las calles más antiguas o de mejorar la limpieza y el alumbrado. Un listado que demuestra, pese a sus "achaques", Arzinabarra sigue vivo porque, como comentó la portavoz de la asociación, Ana Osaba, "50 años no se cumplen todos los días".