Los comerciantes del entorno de General Álava se refieren ya a las obras de la calle como el cuento de nunca acabar. El relato comenzó con la peatonalización de la arteria, continuó con el levantamiento del firme y se complicó con la llegada del tranvía. Ahora, las nuevas grietas aparecidas en la zona amenazan con que en la zona ni sean felices ni coman perdices. Comercios de la llamada milla de oro esperan que las instituciones no les cuenten cuentos. Que se llegue a un final definitivo que solvente los continuos trabajos de reparación.
La historia se ha retomado, como ya adelantó DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA, con la reaparición de grietas y socavones en esta calle del centro apenas cuatro meses después de su última rehabilitación, cuando el tranvía tuvo que evitar el paso por el centro de Vitoria durante el mes de agosto para que ETS, entidad pública dependiente del Gobierno Vasco, reparara las zonas dañadas. Entonces se esperaba que fuera la obra clave. Pero el tiempo ha demostrado que no fue así. La aparición de una quincena de desperfectos en el firme de hormigón armado ha reavivado el debate sobre las causas del mal: las quinielas apuntan al tranvía, los autobuses urbanos, el tráfico de otros vehículos, el material elegido o la ejecución de la obra. Y optar por una razón u otra no es baladí puesto que, de fondo, está la cuestión de quién debe costear los trabajos. A mediados de año, el Departamento vasco de Transportes dio un paso al frente y asumió la reparación de 250.000 euros. Pero el coste vuelve a aumentar ahora con las nuevas reformas, que amenazan con parar de nuevo el metro ligero.
Llama la atención, sin embargo, que comerciantes de la zona apoyen una solución que les obliga a pagar más meses de peaje de obras, pero que les permita recuperar definitivamente la vía. "No podemos estar cada año con lo mismo. Si esto pasase en mi casa, pediría que me levantaran todo el suelo, no estaría haciéndolo por tramos", cuenta Maite Fuentes, dueña de la joyería Jolben. Esta comerciante apunta directamente al firme como el causante del problema, y descarta como una solución "desviar el tráfico de autobuses, porque no sabemos qué pasará por la calle dentro de veinte años. El tráfico variará, pero el suelo no".
El alcalde de Vitoria, Patxi Lazcoz, precisamente utilizó ayer este mismo argumento. El primer edil solicitó que "la obra se haga bien" y se negó a hablar de posibles causas, aunque tampoco descartó que en el futuro, como se recoge en el Plan de Movilidad Sostenible y han defendido grupos municipales como el PNV, el paso de los urbanos por el centro se desvíe por la calle Florida. "Está claro que, si vienen menos autobuses, el asfalto lo notaría menos. Pero tampoco decimos No a todos los urbanos. Es que, además de los autobuses de Tuvisa, pasan coches, camiones...", recuerda Juan Carlos Alocen, dueño de la sombrerería Alocen, asentada en esta zona desde 1985. "Lo que tendrían que hacer es remetar bien la obra de una vez", media entonces una cliente. El tema no deja indiferente a nadie.
Otra de las preguntas habituales que surgen en este debate es por qué se llevó hasta aquí el tranvía tras peatonalizar la calle, quién decidió que todo el tráfico rodado se concentrara en uno de los lados de la vía -el más dañado- o qué soluciones se van a adoptar para reducir el ruido que provocan los vehículos al pasar por las arquetas, un traqueteo continuo y fuente principal de las grietas en el firme. "No es razonable que todos los autobuses pasen por la misma zona. Pero tampoco que se planteen abrir la calle para poner otro firme. Lo que tienen que hacer es poner el actual en condiciones, con al menos veinte centímetros de grosor, no con la mitad", señala el hostelero de la zona Miguel Ángel Ruiz. Los comerciantes de General Álava, Becerro de Bengoa e Independencia aguardan ahora novedades. Y esperan que, desde las instituciones, reflexionen sobre un problema reiterativo, que consideran que ya ha costado demasiado a la ciudad.
l La historia. General Álava ha afrontado durante la última década un listado importante de obras. Desde el inicio de su peatonalización, en torno al año 2000, ha sufrido nuevas actuaciones por el levantamiento del firme -se detectó ya en 2001 y hubo nuevas actuaciones en 2003-, la llegada del tranvía -2007-, seguidas de grietas en el firme.
l La situación actual. En agosto se repararon los socavones y grietas del eje de General Álava. Cuatro meses después, hay nuevas zonas dañadas.
l La respuesta municipal. El alcalde, Patxi Lazcoz, pidió ayer que las obras "se hagan bien, en condiciones". No descartó que haya que replantearse llevar los urbanos por la calle Florida.
La reforma del firme de General Álava desespera a los comerciantes. Aún no se ha detectado una causa concreta, las instituciones se pasan el problema unas a otras y el problema se repite con insistencia. No es un caso único. Los vecinos de dos inmuebles de vivienda protegida en Salburua tienen la misma sensación de desprotección. En su caso, más que en el suelo, fijan sus miradas en el cielo. Son los residentes de dos bloques donde llueven cristales. Tal cual.
Las primeras noticias de la caída de cristales de la fachada de un edificio en Salburua llegaron en abril de 2010. Vecinos de un inmueble situado entre las calles Capital de Euskadi, Neveras e Ingeniero Alejandro Mendizábal alertaron de la caída de cristales a la calzada. Para entonces, ya se habían desprendido cuatro de las cristaleras que decoran la fachada, sujetas con unos anclajes. La causa de estos desprendimientos no es tan cristalina: se ha llegado a apuntar al viento, el calor, una partida deficiente de cristales, las mencionadas sujeciones o una mala ejecución. Lo único claro es que, ya a finales de abril, el Ayuntamiento exigió que se vallara el entorno de este bloque de VPO municipal para evitar males mayores. El coste, aunque en un primer momento parecía que iba a recaer en los vecinos, finalmente lo asumió la constructora.
Desde entonces, los residentes del ya bautizado como edificio de los cristales se han acostumbrado -es un decir- a vivir en un edificio rodeado por una valla y a acceder a sus casas por la puerta de atrás, ya que no pueden utilizar los portales habituales sino que recurren a una segunda entrada a través del patio interior. "Llamas a Telepizza, a un restaurante chino o a un mensajero y no saben por dónde pasar", cuenta uno de los residentes, José Ignacio Amurrio. Este vecino se ríe por no llorar. Las comunidades han quemado varias etapas de la reclamación: han pedido a la constructora que rinda cuentas, al Ayuntamiento que exija explicaciones y han pedido a un perito que certifique qué causa los desprendimientos. Y no hay una razón concluyente. Parece ser que no se debe al diseño, ni al cristal, ni a la obra en sí. El único hecho es que el edificio sigue vallado y que ya han decidido llevar a la constructora a juicio. Para vecinos como Amurrio, la única solución ya es que se retiren todos los cristales, a pesar de que eso deslucirá un edificio de aspecto luminoso y moderno.
Este procedimiento se mira con lupa al otro lado de las vías del tren, en un edificio de cristales verdes ubicado en bulevar de Salburua. La caída de parte de la fachada también se repite en este edificio, que presenta una solución estética similar, aunque en el caso de Ingeniero Alejandro Mendizábal los cristales no están tan pegados a la fachada. Los vecinos de este bloque advierten de que, sobre todo, estos accidentes se producen en jornadas de viento, pero tampoco tienen clara la causa. "El cristal al parecer no se cae, sino que estalla", según apunta Sicilia Preciado, vecina del edificio. "Creo que se debe a que los cristales no tienen suficiente apoyo. Debería haber más anclajes", apunta el también residente Guillermo Arribas.
Los vecinos ya cuentan tres cristales caídos, uno en un patio interior, otro desde las alturas del edificio -que ronda las veinte plantas- y el último hace poco desde un segundo. "Es un problema de seguridad ciudadana, no sólo de quién paga la reparación", advierte la también propietaria Sandra Pipaón. Las comunidades del edificio quieren contratar un perito que, al igual que los vecinos del otro edificio afectado, aclare qué ocurre. La asociación vecinal Salburua Bizirik precisamente exigió ayer al Gobierno Vasco y el Ayuntamiento que rindan cuenta de su vigilancia. El concejal de Urbanismo, Juan Carlos Alonso, se comprometió recientemente a velar por la seguridad de los viandantes, pero más de uno de los vecinos consultados admite que sale del portal con la mirada en el cielo. Alguno, incluso, a la carrera. No sea que parte de su casa le caiga sobre la cabeza.